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Esta segunda voz era la del desconocido, el forastero de la casa de<br />
los duendes. Un escalofrío corrió por todo el cuerpo de Huck. ¡Ésta<br />
era, pues, la empresa de venganza! Su primera idea fue huir;<br />
después se acordó de que la viuda había sido buena con él más de<br />
una vez, y acaso aquellos hombres iban a matarla. ¡Si se atreviera<br />
a prevenirla! Pero bien sabía que no habría de atreverse: podían<br />
venir y atraparlo. Todo ello y mu¬cho más pasó por su pensamiento<br />
en el instante que medió entre las palabras del forastero y la<br />
respuesta de Joe el Indio.<br />
Porque tienes las matas delante. Ven por aquí y lo ve¬rás. ¿Ves?<br />
Sí. Parece que hay gente con ella. Más vale dejarlo.<br />
¡Dejarlo, y precisamente cuando me voy para siempre de esta<br />
tierra! ¡Dejarlo, y acaso no se presente nunca otra oca¬sión! Ya te<br />
he dicho, y lo repito, que no me importa su bolsa: puedes quedarte<br />
con ella. Pero me trató mal su marido, me trató mal muchas veces,<br />
y, sobre todo, él fue el juez de paz que me condenó por vagabundo.<br />
Y no es eso todo; no es ni siquie¬ra la milésima parte. Me hizó<br />
azotar, ¡azotar delante de la cárcel como a un negro, con todo el<br />
pueblo mirándome! ¡Azotado!, ¿entiendes? Se fue sin pagármelo,<br />
porque se mu¬rió. Pero cobraré en ella.<br />
No, no la mates. No hagas eso.<br />
¡Matar! ¿Quién habla de matar? Le mataría a él si le tuviera a<br />
mano; pero no a ella. Cuando quiere uno vengarse de una mujer no<br />
se la mata, ¡bah!, se le estropea la cara. No hay más que<br />
desgarrarle las narices y cortarle las orejas como a una verraca!<br />
¡Por Dios! ¡Eso es...!<br />
Guárdate tu parecer. Es lo más seguro para ti. Pienso atarla a la<br />
cama. Si se desangra y se muere, eso no es cuenta mía: no he de<br />
llorar por ello. Amigo mío, me has de ayudar en esto, que es<br />
negocio mío, y para eso estás aquí: quizá no pu¬diera manejarme<br />
yo solo. Si te echas atrás, te mato, ¿lo en¬tiendes? Y si tengo que<br />
matarte a ti, la mataré a ella también, y me figuro que entonces<br />
nadie ha de saber quién lo hizo.<br />
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