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Lo mismo haría yo; pero a los ladrones no les da por ahí: siempre<br />
lo esconden y allí lo dejan.<br />
¿Y no vuelven más a buscarlo?<br />
No; creen que van a volver, pero casi siempre se les ol¬vidan las<br />
señales, o se mueren. De todos modos, allí se queda mucho<br />
tiempo, y se pone roñoso; y después alguno se en¬cuentra un<br />
papel amarillento donde dice cómo se han de en¬contrar las<br />
señales..., un papel que hay que estar descifrando casi una semana<br />
porque casi todo son signos y jeroglíficos.<br />
Jero... qué?<br />
Jeroglíficos...: dibujos y cosas, ¿sabes?, que parece que no quieren<br />
decir nada.<br />
¿Tienes tú algún papel de esos, Tom?<br />
No.<br />
Pues entonces ¿cómo vas a encontrar las señales?<br />
No necesito señales. Siempre lo entierran debajo del piso de casas<br />
con duendes, o en una isla, o debajo de un árbol seco que tenga<br />
una rama que sobresalga. Bueno, pues ya he¬mos rebuscado un<br />
poco por la Isla de Jackson, y podemos ha¬cer la prueba otra vez; y<br />
ahí tenemos aquella casa vieja encan¬tada junto al arroyo de la<br />
destilería, y la mar de árboles con ramas secas..., ¡carretadas de<br />
ellos!<br />
¿Y está debajo de todos?<br />
¡Qué cosas dices! No.<br />
Pues entonces, ¿cómo saber a cuál te has de tirar?<br />
Pues a todos ellos.<br />
¡Pero eso lleva todo el verano!<br />
Bueno, ¿y qué más da? Supónte que te encuentras un caldero de<br />
cobre con cien dólares dentro, todos enmohecidos, o un arca<br />
podrida llena de diamantes. ¿Y entonces?<br />
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