Agosto Nº 141 - Biblioteca Virtual El Dorado

Ignoro cuál es la ley sobre censos, en que se ocupa la
Legislatura, y que sanciom.da satisfaría mis deseos porqul2
todo lo que cursa en las Cámaras sobre censos es la redención
que como arbitrio rentístico ha propuesto el Poder Ejecutivo.
Esto no hace al caso, y las leyes cuya necesidad he indicado
son las que &rreglan ese negociado en su esencia; porque como
lo saben todos los abogados, las leyes españolas son muy deficientes
en este asunto, y dan lugar a muchísimas cuestiones que
los prácticos resuelven cada uno a su sabor, y que a veces no
resuelven de ningún modo. DígllSe pues si ha podido preguntarse
con este motivo por qué uso de falsas razones. La falsedaà
está en decir lo que no es cierto, y esto es lo que ha hecho en
este mismo lugar el autor a quien contesto.
En la parte relativa a supresión de las aduanas, como en
otros lugares del artículo publicado por La Discusión, se hace
una mezcla confusa de ideas distintas, que con la mayor precisión
sep&ré ex profeso en el comentario de mi proyecto. La
supresión de las aduanas, dije, y repito, que no fue una gracia,
toda vez que se mandaba reemplazar la renta con otra; pero
no he dícho jamás que esta ni ninguna medida d€ la laya se
solicitase al Congreso por el Secretario de Hacienda. La verdHdera
gracia, que no he desconocido sino confesado muy expresamente
en la página 6 de mi folleto, y que consistió en
exonerar a las provincias del Istmo de aquella obligación de
reemplazar la renta de aduanas, fue la que aseguré que habíii
sostenido el señor Secretario de Hacienda. Si proponer y sos'
tener son cosas iguales, nada replicaré; si no, tengo derecho
para decir por tercera vez que se me calumnia. Ni menos he
presentado esa gracÜ, como indigna de nuestra gratitud; porque
lejos de eso dije: "Nosotros los Istmeños agradecemos,
como es debido, este acto de munificencia, y con tanta más
razón, cuanto que no lo solicitamos". Toda discusión es imposible
cuando se tergiversan las frases y aun las ideas, haciéndole
a uno decir lo contrario de lo que ha expresado. Para una
polémica se necesita como condición indispensable lealtad,
exactitud, buem~ fe: de otro modo el escritor puede tener cualquier
objeto, menos el esclarecimiento y el triunfo de la verdaù.
No soy el primero que haya enunciado la opinión de que
la guarnición de Panamá es innecesaria, y aun cuando lo hubiese
sido, esto no probaría nada contra la opinión en sí misma.
El primero que ha manifestado este juicio sensato fue el Dr.
Manuel Murilo, siendo SecretarÍo de Hacienda, en un artículo
que se publicó en El Neogranadino. Allí dijo que en su concepto
lo que debía hàber en Panamá no era ejército, sino cuerpo
de policía, y esta opiniÓn, que en efecto era entonces singular,
se a venía tanto con la mía propia, que sentí un gusto positivo
al ver que hombre tan competente, y miembro de la Adminis.
tración, la hubiese propalado.
LOTERIA
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