Foro Regional de Intercambio de Experiencias en Prevención y ...

Por otro lado, y para contraponerse a esa visión de los gastos militares como no productivos, diversos sectores
argumentan que la inversión militar tiene efectos positivos en la economía. Entre ellos, se cita el estímulo a la demanda
provocado por los gastos militares, lo que podría ser entendido como una especie de keynesianismo militar. En este
sentido, Lawrence Klein (2004, pg. 3), premio Nobel de economía, sostiene que aunque los gastos militares puedan
tener un efecto a corto plazo en términos de crecimiento del PIB y de mejora del mercado de trabajo, a largo plazo
siempre acaban provocando un efecto negativo en las actividades civiles que compiten con los sectores militares por
recursos escasos.
Otro efecto benéfi co de la inversión militar sería la ciencia y la tecnología desarrolladas con propósitos militares,
que acaban teniendo un uso en los sectores civiles. El caso más claro es la aplicación de los estudios sobre fi sión
nuclear, que fueron acelerados a mitad del siglo XX para obtener la bomba atómica, para la generación de energía
con fi nes pacífi cos. El propio concepto de ‘tecnología de doble uso’ (civil e militar) indica claramente esta posibilidad.
Sin embargo, los efectos de generación de tecnología están restringidos, mayormente, a unos pocos países centrales
que pueden dedicar recursos signifi cativos a la investigación y desarrollo en el área militar. En el caso de los países en
vías de desarrollo, pocos han logrado crear una industria militar autóctona. Por tanto, deben recurrir a menudo a la
importación de armas, gastando recursos propios sin prácticamente ningún benefi cio para la economía nacional.
De cualquier forma, aunque estos elementos (tecnología y estímulo a la demanda) disminuyen el carácter no productivo
de los gastos militares, se puede concluir que los mismos efectos positivos podrían ser generados en sectores civiles y
con una inversión menor.
Si los gastos militares reducen los recursos disponibles para la inversión productiva y para el consumo de los ciudadanos,
es legítimo pensar que el desarme puede estimular el desarrollo. Esto generó una gran expectativa al fi nal de la Guerra
Fría, con la reducción de los presupuestos militares globales. Eran los llamados ‘dividendos de la paz’. En verdad,
quizá había una cierta ingenuidad en la creencia de que los recursos liberados por el sector militar serían empleados
automáticamente en gasto social por parte de los estados. El análisis de Klein (2004) sostiene que los dividendos de la
paz realmente existieron, pero por vías indirectas. El gobierno de los Estados Unidos redujo su presupuesto militar y
congeló el resto del presupuesto a partir de 1993. Esto habría sido determinante para la producción de altos superávits
fi scales, la acumulación de capital y la reducción de las tasas de interés. Todo ello habría colocado a la economía
norteamericana en una senda de crecimiento sostenido y habría reducido la tasa de desempleo a mínimos históricos.
En el otro extremo, Klein atribuye en parte a los gastos de la guerra de Vietnam los problemas económicos de los
Estados Unidos en los años 70.
Un argumento complementario para la contención del presupuesto militar fue desarrollado por Robert McNamara, ex-
Secretario de Defensa de los EEUU, en el sentido de que el benefi cio marginal en términos de seguridad conseguido
por la inversión militar, o sea, el incremento en la seguridad conseguido por cada unidad adicional de gasto militar,
era decreciente, de tal forma que el crecimiento de la inversión en armas acabaría por no generar un incremento
signifi cativo de la seguridad. En la opinión de McNamara, los Estados Unidos ya habían alcanzado ese punto de
saturación en 1977 y, por lo tanto, no se podría justifi car ningún aumento del gasto en defensa.
Si Klein desarrolló la idea de los dividendos de la paz, otros trabajos señalan el proceso contrario: la contracción
económica como resultado del aumento de los gastos militares. El informe Thorsson de 1982 concluía, a partir del análisis
de los datos recogidos, que incrementos en los gastos militares en los países más pobres -medidos como proporción
del PIB- estaban asociados a reducciones de sus tasas de crecimiento. Por otra parte, aseguraba que incluso reducciones
pequeñas en el presupuesto militar podían producir contribuciones signifi cativas a los pronósticos económicos
globales, a partir de escenarios diversos proyectados por Vassily Leontief, otro premio Nóbel de economía.
Estudios más recientes también avalan la idea de que el aumento del gasto militar en los países pobres perjudica el
crecimiento económico. Según Collier et al (2003), el efecto no sería linear, pues la vulnerabilidad de la economía y el
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