Foro Regional de Intercambio de Experiencias en Prevención y ...

impacto en la pobreza serían mayores en los países con menor índice de desarrollo humano (IDH). Este mismo estudio
estimó que las guerras civiles examinadas elevaron, en promedio, el gasto militar del 2,8 por ciento del PIB a casi el
doble: 5 por ciento.
Un efecto contrario, muchas veces ignorado, es el hecho de que el desarme también cuesta dinero. Así, la destrucción
de armas y la eliminación de residuos, la limpieza ambiental de áreas militares, la inversión en la reconversión civil
de industrias militares o los recursos necesarios para que los contingentes desmovilizados puedan reinsertarse en la
vida civil acostumbran a ser cuantiosos. Tanto es así que el estudio de Collier estimó que los gastos militares en una
situación post-confl icto ascendían, en promedio, a 4,5 por ciento del PIB, comparado con el 5 por ciento durante las
hostilidades. A veces, este tipo de gastos limita el grado de desarme posible en un país en un momento determinado,
bajo la paradójica amenaza de que un incremento en los presupuestos para desarme podría perjudicar su desarrollo a
corto plazo. Ello a pesar de que, a largo plazo, la continuidad de los gastos militares es claramente más costosa.
Cuando se trata de armas pequeñas distribuidas entre los ciudadanos, el costo económico de la adquisición y
manutención de las armas no es tan relevante como en lo referente a los estados. Ello no signifi ca que el costo sea
insignifi cante, como lo prueba el hecho de que aumentos de los precios de las armas puedan inducir una reducción en
el número de unidades vendidas, esto es, de que exista una cierta elasticidad en la demanda de armas pequeñas. Sin
embargo, el volumen de recursos invertido por los individuos en la adquisición de armas suele ser, tanto en términos
absolutos como relativos, menor que el de los estados, inclusive en relación al total destinado a la seguridad privada
(guardias, alarmas, blindajes, etc.). Por otro lado, el hecho de que adquirir el arma sea una opción voluntaria y discrecional
de cada ciudadano le resta relevancia al aspecto económico del debate.
4. La doctrina de Naciones Unidas sobre la relación entre armas y desarrollo
Naciones Unidas, desde su fundación, ha mostrado preocupación con el hecho de que el exceso de gastos militares
pudiera comprometer el desarrollo de los países, como revela el artículo 26 de la Carta ya mencionado. Dentro de
esta posición general, destacaba el temor a que los recursos que los países industrializados empleaban en su defensa
redujesen drásticamente la ayuda al desarrollo de los países del tercer mundo. Las iniciativas para intentar evitar este
riesgo se sucedieron a lo largo de los años, sin éxito.
En 1955, Francia presentó una propuesta en Naciones Unidas para una reducción concertada de los gastos militares. El
dinero ahorrado tendría como destino un fondo internacional. Un cuarto de ese fondo sería destinado al desarrollo. En
el año siguiente, la Unión Soviética propuso el Fondo Especial de Naciones Unidas para el Desarrollo Económico, que
sería fi nanciado a través de una reducción de los presupuestos militares. En 1964, Brasil lanzó la idea de crear un fondo
para la industrialización y el desarrollo, también fi nanciado con la disminución de los gastos militares. En 1973, una
resolución de la Asamblea General llamaba a una reducción del 10 por ciento en los gastos militares de los miembros
permanentes del Consejo de Seguridad. Un décimo de la suma ahorrada sería dedicado a la ayuda a los países en
desarrollo. En 1978, Senegal defendió que se crease un impuesto del 5 por ciento sobre transacciones de armas, que
sería transferido a Naciones Unidas para promover el desarrollo.
La conexión entre desarme y desarrollo, dos de los objetivos fundacionales de la institución, quedó más fi rmemente
establecida después que se dedicaran dos sesiones especiales de la Asamblea General a este tema, en 1978 y 1982.
En 1982 el Secretario General encomendó un estudio sobre la relación entre desarme y desarrollo, que pasó a ser
conocido como el Informe Thorsson, ya mencionado. Este informe adoptó un tono menos cauteloso que los anteriores
para establecer la relación entre los dos elementos: “La investigación sugiere muy fuertemente que el mundo puede o
continuar con la carrera de armas con vigor característico o cambiar conscientemente y con velocidad deliberada hacia
un desarrollo social y económico más estable y más equilibrado. No puede hacer las dos cosas”.
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