14.05.2013 Views

Jirones de una historia en Santa Marta Jirones de una historia en ...

Jirones de una historia en Santa Marta Jirones de una historia en ...

Jirones de una historia en Santa Marta Jirones de una historia en ...

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

12. Las primeras letras<br />

Llegamos al colegio San José. Acompañaba a mi madre que iba a conversar con la<br />

rectora sobre asuntos relacionados con activida<strong>de</strong>s lúdicas <strong>en</strong> que participaría mi<br />

hermana mayor.<br />

Mi madre conversaba con la señora Victoria Varona, rectora, sobre los<br />

preparativos mi<strong>en</strong>tras yo recorría con la mirada todos los puntos <strong>de</strong> la oficina <strong>de</strong> la<br />

dirección. Entre cuadros y adornos me llamó la at<strong>en</strong>ción un tazón <strong>de</strong> vidrio ll<strong>en</strong>o <strong>de</strong><br />

boliches <strong>de</strong> colores. La señora Victoria al ver que mant<strong>en</strong>ía la mirada fija <strong>en</strong> los<br />

boliches, pregunto: ¿Te gustan? Sí, sí me gustan, respondí. Si vi<strong>en</strong>es mañana a<br />

clases te daremos muchos boliches <strong>de</strong> esos, afirmó la señora. Queda claro, pues, que<br />

mi arribo a la escuela no fue por interés a las letras ni al conocimi<strong>en</strong>to sino movido<br />

por la promesa <strong>de</strong> unos boliches, que nunca se cumplió. Llegué <strong>en</strong> el segundo<br />

semestre y esos tres o cuatro meses, olvidada la promesa, fueron el comi<strong>en</strong>zo <strong>de</strong> mi<br />

etapa <strong>de</strong> estudiante que, aparte <strong>de</strong> alg<strong>una</strong> que otra dificultad, es la que más me he<br />

gozado <strong>de</strong> la vida.<br />

Asistí a clases, al sigui<strong>en</strong>te día, <strong>de</strong> pantalón corto (así nos vestían), camisa <strong>de</strong><br />

cuadros y zapatos <strong>de</strong> cuero medias botas, y colgada al hombro <strong>una</strong> bolsita <strong>de</strong> tela<br />

azul claro, como <strong>una</strong> mochila, <strong>en</strong> la que llevaba un frasco con fresco <strong>de</strong> leche con<br />

chocolate, como meri<strong>en</strong>da. No recuerdo el nombre <strong>de</strong> la maestra <strong>en</strong>cargada <strong>de</strong>l<br />

grupo. Era <strong>una</strong> mujer jov<strong>en</strong>, muy bonita y nos trataba bi<strong>en</strong>. En cambio la <strong>de</strong>l otro<br />

grupo, más avanzado, sí que era difer<strong>en</strong>te: regañona, fea, alta, flaca y pálida; t<strong>en</strong>ía<br />

<strong>una</strong> rara conformación <strong>de</strong> boca que parecía que mantuviera los labios apretados,<br />

como si estuviera brava todo el tiempo. Era la temible seño Matil<strong>de</strong>. Por alg<strong>una</strong><br />

circunstancia un día la seño Matil<strong>de</strong> se quedó a cuidar el grupo y a <strong>en</strong>señarnos los<br />

números: “El dos parece un patito” y apr<strong>en</strong>dimos el dos; cuando habló <strong>de</strong>l tres y lo<br />

dibujó <strong>en</strong> el tablero, le dije: “seño, el tres es como un gallinazo <strong>de</strong> los que dibujamos<br />

<strong>en</strong> los paisajes, pero <strong>de</strong> lado, ¿verdad?”. Se me acercó sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mirarme y me dio<br />

un fuerte tirón <strong>de</strong> oreja, para que no hiciera “comparaciones insulsas”.<br />

El primer libro, si así pue<strong>de</strong> llamarse, fue la “cartilla <strong>de</strong> cartón”; sobre cuadros <strong>de</strong><br />

colores t<strong>en</strong>ía el abecedario <strong>en</strong> minúsculas <strong>de</strong> un lado y <strong>en</strong> mayúsculas <strong>de</strong>l otro. La<br />

forma más fácil <strong>de</strong> portarla era doblada <strong>en</strong> cuatro y acomodada <strong>en</strong> el bolsillo trasero<br />

<strong>de</strong>l pantalón. Al poco tiempo quedaba convertida <strong>en</strong> cuatro pedazos. Después<br />

pasamos a un libro <strong>de</strong> verdad: la cartilla “Alegría <strong>de</strong> leer”.<br />

Hice ligas con dos compañeras: Isabel y Celina, <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nadas a cuál más. Con<br />

ellas conocí los primeros castigos: <strong>de</strong> pie fr<strong>en</strong>te a un rincón <strong>de</strong>l salón y sin recreo.<br />

Isabel era blanca, pálida y ll<strong>en</strong>a <strong>de</strong> pecas; le <strong>de</strong>cían ‘la rana’. Celina era mor<strong>en</strong>a.<br />

Nunca más las volví a ver.<br />

A la salida <strong>de</strong>l colegio, sigui<strong>en</strong>do la recom<strong>en</strong>dación, me iba <strong>de</strong>rechito a casa por<br />

toda la carrera sexta. Derechito por <strong>de</strong>cir. Con Celina nos acompañábamos hasta la<br />

calle <strong>de</strong> la Cárcel, allí ella doblaba. Hacíamos el recorrido <strong>en</strong> zigzag, pasando <strong>de</strong> un<br />

andén a otro, recogi<strong>en</strong>do y tirando cosas o chapoteando agua <strong>en</strong> los charcos. En la<br />

esquina <strong>de</strong> la calle Gran<strong>de</strong> con carrera sexta permanecía un señor metido <strong>de</strong> cabeza<br />

<strong>en</strong> un extraño mueble <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. Era el dueño <strong>de</strong> la Foto Ospina <strong>en</strong> la puerta <strong>de</strong>l<br />

local aprovechando la luz <strong>de</strong>l día para retocar los negativos. Allí nos <strong>de</strong>t<strong>en</strong>íamos un<br />

29

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!