14.05.2013 Views

Jirones de una historia en Santa Marta Jirones de una historia en ...

Jirones de una historia en Santa Marta Jirones de una historia en ...

Jirones de una historia en Santa Marta Jirones de una historia en ...

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

34. Nunca más<br />

Cuatro <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, con un sol <strong>de</strong> viernes metido <strong>en</strong> agua. Abstraído daba vueltas<br />

<strong>en</strong> los recovecos <strong>de</strong> los recuerdos cuando, <strong>de</strong> pronto, me s<strong>en</strong>tí atraído por <strong>una</strong><br />

mirada fija. Sobre <strong>una</strong> roca estaba un cangrejo color cremoso con visos<br />

verdiazulvioletarojos. Con los ojos alargados y <strong>de</strong>sorbitados, me miraba. T<strong>en</strong>ía las<br />

<strong>en</strong>ormes t<strong>en</strong>azas alzadas, abiertas y am<strong>en</strong>azantes. Su caparazón, si acaso, alcanzaba<br />

los diez c<strong>en</strong>tímetros. Se mantuvo un rato quieto, fijo, pero algo lo espantó y corrió <strong>de</strong><br />

lado hacia la izquierda para per<strong>de</strong>rse <strong>en</strong>tre las piedras.<br />

Miré a la <strong>de</strong>recha para sintonizarme otra vez con los recuerdos que habían<br />

removido los com<strong>en</strong>tarios <strong>de</strong> Julio César sobre Jorge Díazgranados, propietario <strong>de</strong> los<br />

<strong>de</strong>svesti<strong>de</strong>ros que por los años 50 estaban <strong>en</strong> el extremo norte <strong>de</strong> la playa. Conocí a<br />

Jorge cuando <strong>de</strong> pequeño, <strong>de</strong> cinco o seis años, me llevaron a conocer el mar. Todo<br />

era azul, el Sol ap<strong>en</strong>as com<strong>en</strong>zaba su recorrido, y ahí estaban los bañitos.<br />

Cuando volví a la playa, a los pocos días, me <strong>en</strong>teré <strong>de</strong> que Jorge había fallecido.<br />

Ahí estaban los bañitos con sus puertas numeradas y cerradas, y a pesar <strong>de</strong> la noticia<br />

yo buscaba la figura <strong>de</strong> Jorge caminando sobre la plataforma <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, elevada<br />

sobre la ar<strong>en</strong>a, que hacía <strong>de</strong> piso a los cuartitos don<strong>de</strong> se cambiaban los bañistas que<br />

<strong>de</strong>jaban la ropa guardada <strong>en</strong> los casilleros.<br />

A esa edad ap<strong>en</strong>as empezaba a escuchar que hablaban sobre muertos, velorios y<br />

<strong>en</strong>tierros. Recuerdo haber s<strong>en</strong>tido, esa mañana, <strong>una</strong> extraña s<strong>en</strong>sación cuando<br />

buscaba con la vista a Jorge y no lo veía, pero parecía como si él <strong>en</strong> verdad estuviera<br />

caminando como otras veces sobre ese piso <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. Des<strong>de</strong> ese <strong>en</strong>tonces había<br />

relacionado esa s<strong>en</strong>sación con la expresión “nunca más”, que asociaba con el<br />

recuerdo <strong>de</strong> algún amigo o familiar que murió y, por alg<strong>una</strong> circunstancia, no vi su<br />

ataúd o no asistí a su funeral.<br />

Pero no. Ver el cadáver <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l cofre o acompañar las exequias hasta la última<br />

palada <strong>de</strong> tierra o el último rasado <strong>de</strong>l palustre sobre la lápida sirve como terapia o<br />

aquietami<strong>en</strong>to, mas no cambia esa impresión similar al vértigo que se percibe <strong>en</strong> <strong>una</strong><br />

caída, que se si<strong>en</strong>te cuando afloran a la memoria recuerdos <strong>de</strong>l finado.<br />

A esa señora <strong>de</strong> vestido largo, negro tornasolado, <strong>de</strong> mangas anchas, toda<br />

pizpireta ella, con ojos profundos y pestañas largas, <strong>de</strong> labios carnosos color uva<br />

oscuro y sonrisa <strong>de</strong> embrujo, con uñas largas, que provista <strong>de</strong> guadaña recorre las<br />

horas callada y sigilosa con lista <strong>en</strong> mano, a ella, la he visto <strong>de</strong> cerca los últimos<br />

años.<br />

No juego ajedrez ni dominó, <strong>de</strong> manera que no puedo <strong>de</strong>cir que hemos jugado y<br />

le he ganado la partida. Sus razones t<strong>en</strong>drá y sólo ella sabrá <strong>en</strong> qué mom<strong>en</strong>to me<br />

sorpr<strong>en</strong><strong>de</strong> con su visita <strong>de</strong> afán. Pero <strong>en</strong> cambio ha estado golpeando, cerrándome el<br />

círculo cargándose compañeros y amigos.<br />

En cada golpe, <strong>en</strong> cada partida se si<strong>en</strong>te ese vacío <strong>de</strong> aus<strong>en</strong>cia, esa expectación<br />

que ll<strong>en</strong>aba el ambi<strong>en</strong>te cuando algún compañero <strong>de</strong> clases no contestaba el llamado<br />

a lista, y alguno, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el fondo <strong>de</strong>l salón, <strong>de</strong>cía: “No vi<strong>en</strong>e más”. Ahora <strong>de</strong>cimos:<br />

“Nunca más”.<br />

65

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!