14.05.2013 Views

Jirones de una historia en Santa Marta Jirones de una historia en ...

Jirones de una historia en Santa Marta Jirones de una historia en ...

Jirones de una historia en Santa Marta Jirones de una historia en ...

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

1. Como para empezar<br />

Todo com<strong>en</strong>zó con la barahúnda <strong>de</strong> las tres <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> cuando los v<strong>en</strong><strong>de</strong>dores <strong>de</strong>l<br />

mercado público, afanados por irse, vociferaban a precios rebajados los últimos<br />

saldos <strong>de</strong> frutas y verduras, los carniceros azotaban sus cuchillos sobre las mesas <strong>de</strong><br />

mármol ofreci<strong>en</strong>do jirones <strong>de</strong> carne y pedazos <strong>de</strong> gordana; cuando los exp<strong>en</strong><strong>de</strong>dores<br />

<strong>de</strong> morcillas <strong>de</strong> dulce y <strong>de</strong> sal, <strong>de</strong> almojábanas y cuaja<strong>de</strong>ras, <strong>de</strong> quequis y alfajores,<br />

<strong>de</strong> pasteles <strong>de</strong> pollo y <strong>de</strong> cerdo, empezaban a llegar y ocupaban sus puestos <strong>en</strong> la<br />

galería <strong>de</strong> arcadas. Ese día, viernes 16 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1947, bajo la influ<strong>en</strong>cia <strong>de</strong> Leo,<br />

<strong>en</strong> un viejo caserón con techo <strong>de</strong> tejas <strong>en</strong> la calle San Francisco (13) <strong>en</strong>tre carreras<br />

4ª y 5ª, no sólo vi la luz por primera vez sino que también conocí el ruido. Nací yo<br />

arrullado por el tañido <strong>de</strong> las campanas <strong>de</strong> la Iglesia <strong>de</strong> San Francisco y el fragor <strong>de</strong>l<br />

mercado y la plaza.<br />

Ese día empezó todo. Aunque a <strong>de</strong>cir verdad no guardo recuerdos <strong>de</strong> ese viejo<br />

caserón, sólo com<strong>en</strong>tarios <strong>de</strong> mi madre sobre su abuela y la exig<strong>en</strong>te solicitud que<br />

hacía, balanceándose <strong>en</strong> un mecedor, para que me s<strong>en</strong>taran sobre sus piernas y los<br />

mimos y caricias que me propiciaba. Y las fotografías tomadas por mamá con la<br />

Kodak 127, como esa <strong>en</strong> la que mi papá, orgulloso y esbozando <strong>una</strong> gran sonrisa, me<br />

sosti<strong>en</strong>e alzado como qui<strong>en</strong> exhibe un trofeo. En el fondo se v<strong>en</strong> los arcos sobre<br />

pilastras que bor<strong>de</strong>an el patio. Poco tiempo <strong>de</strong>spués murió la abuela <strong>de</strong> mi mamá,<br />

llevándose la satisfacción <strong>de</strong> haberme conocido, pues cu<strong>en</strong>tan que se angustiaba al<br />

p<strong>en</strong>sar que podría morir antes <strong>de</strong> mi nacimi<strong>en</strong>to.<br />

Mis padres se conocieron <strong>de</strong>s<strong>de</strong> niños: vivían <strong>en</strong> el mismo vecindario y se<br />

<strong>en</strong>contraban casi todos los días. Des<strong>de</strong> <strong>en</strong>tonces <strong>en</strong>tablaron <strong>una</strong> relación <strong>de</strong> amistad,<br />

pero más que amigos eran cómplices <strong>de</strong> travesuras. Crecieron, se hicieron novios y<br />

se casaron. Y, por <strong>en</strong>cima <strong>de</strong> todas las circunstancias propias <strong>de</strong> <strong>una</strong> vida <strong>en</strong> pareja,<br />

continuaron si<strong>en</strong>do amigos y cómplices.<br />

Mis recuerdos se inician <strong>en</strong> la casa <strong>de</strong> la esquina surocci<strong>de</strong>ntal <strong>de</strong> la calle<br />

Tumbacuatro (19) con la av<strong>en</strong>ida Campo Serrano (carrera. 5ª). Era <strong>una</strong> casa con<br />

terraza. Allí tuve la primera noción <strong>de</strong> la exist<strong>en</strong>cia <strong>de</strong>l diablo, ese señor <strong>de</strong>sconocido<br />

e invisible que estaba siempre dispuesto a llevarnos a no sé que sitio si no hacíamos<br />

las cosas como <strong>de</strong>cían los adultos que eran y <strong>de</strong>bían hacerse. Todas las cosas que<br />

creíamos bu<strong>en</strong>as y agradables resultaban ser malas.<br />

Una noche <strong>en</strong> que pa<strong>de</strong>cía fiebre alta escuché un zumbido imposible producido<br />

por algo que daba vueltas alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l bombillo. Me inquieté <strong>de</strong>masiado. Algui<strong>en</strong><br />

que estaba cerca dijo: “¡Ah! ese es un caballito <strong>de</strong>l diablo”. El avechucho fue a<br />

posarse sobre la pared amarilla fr<strong>en</strong>te a la cama. Era <strong>en</strong>orme, como <strong>de</strong> un metro o<br />

más, negro, con dos alas transpar<strong>en</strong>tes y temblorosas a cada lado y ojos gran<strong>de</strong>s,<br />

iridisc<strong>en</strong>tes. Ya no zumbaba, pero ahí estaba. Y yo, <strong>en</strong> sil<strong>en</strong>cio, con los ojos<br />

<strong>en</strong>c<strong>en</strong>didos y saltones, ardi<strong>en</strong>do <strong>de</strong> fiebre, lo miraba. Al sigui<strong>en</strong>te día, por la mañana,<br />

cuando <strong>de</strong>sperté, mamá t<strong>en</strong>ía su mano sobre mi fr<strong>en</strong>te: “Ya no ti<strong>en</strong>e fiebre”, dijo.<br />

Miré hacia la pared y lo vi, ahí estaba todavía, pero ya no lo veía tan gran<strong>de</strong> como<br />

por la noche, ap<strong>en</strong>as era tan largo como el <strong>de</strong>do meñique. Miré, <strong>en</strong>tonces, a mi<br />

mamá y ella dijo: “Eso es <strong>una</strong> libélula”.<br />

5

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!