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Campbell, Joseph – El Heroe De Las Mil Caras (241p) - el cine signo

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pasamos d<strong>el</strong> vientre d<strong>el</strong> tiempo a la muerte (que es nuestro nacimiento a la eternidad)<br />

quedamos en las manos de él. Los [158] sabios comprenden que, aun dentro de este vientre,<br />

han venido d<strong>el</strong> padre y regresan a él: pero los más sabios saben que <strong>el</strong>la y él son en sustancia<br />

uno.<br />

Éste es <strong>el</strong> significado de esas imágenes tibetanas de la unión de los Buddhas y de los<br />

Bodhisattvas con sus propios aspectos femeninos, unión que ha parecido tan indecente a<br />

tantos críticos cristianos. <strong>De</strong> acuerdo con una de las maneras tradicionales de considerar a<br />

estos soportes de la meditación, la forma femenina (yum, en tibetano) ha de comprenderse<br />

como <strong>el</strong> tiempo, y <strong>el</strong> varón (yab) como la eternidad. La unión de los dos engendra <strong>el</strong> mundo,<br />

en <strong>el</strong> cual todas las cosas son eternas y temporales al mismo tiempo, creadas a la imagen de<br />

este Dios masculino-femenino, que se conoce a sí mismo. <strong>El</strong> iniciado, por medio de la<br />

meditación, es llevado al recuerdo de esta Forma de formas (yab-yum) dentro de sí mismo. O<br />

bien, por otra parte, la forma masculina puede entenderse como <strong>el</strong> símbolo d<strong>el</strong> principio<br />

iniciador, <strong>el</strong> método, y en ese caso la forma femenina implica la finalidad a la que lleva la<br />

iniciación. Pero esta finalidad es <strong>el</strong> Nirvana (eternidad). Y es por <strong>el</strong>lo por lo que <strong>el</strong> macho y la<br />

hembra han de verse, alternativamente, como <strong>el</strong> tiempo y la eternidad. O sea que los dos son<br />

<strong>el</strong> mismo, que cada uno es ambos, y que la forma dual (yab-ywn) es sólo un efecto de la<br />

ilusión que, sin embargo, no es diferente de la iluminación. 132<br />

Ésta es la declaración suprema de la gran paradoja con la cual desaparece la pared de<br />

las parejas de contrarios y <strong>el</strong> candidato es admitido a la visión de Dios quien, cuando [159]<br />

creó <strong>el</strong> hombre a su imagen, lo creó a la vez femenino y masculino. La mano derecha d<strong>el</strong><br />

varón sostiene un rayo, que es la contraparte de sí mismo, mientras que en la izquierda<br />

sostiene una campana, que simboliza a la diosa. <strong>El</strong> rayo es al mismo tiempo <strong>el</strong> método y la<br />

eternidad y la campana es “la mente iluminada”; <strong>el</strong> sonido que produce es <strong>el</strong> hermoso<br />

sonido de la eternidad que escuchan las mentes puras a través de la creación y, por lo tanto,<br />

dentro de sí mismas. 133<br />

Precisamente se hace sonar esa misma campana en la Misa cristiana en <strong>el</strong> momento<br />

en que Dios, por medio de la fuerza de las palabras de la consagración, desciende al pan y al<br />

vino. Y las palabras cristianas son las mismas en su significado: Et Verbum caro factum est, 134<br />

“la Joya está en <strong>el</strong> Loto”; Om moni padme hum. 135<br />

132<br />

Comparativamente la diosa hindú Kali (supra, p. 109) se muestra de pie sobre la forma postrada d<strong>el</strong><br />

dios Shiva, su esposo. Blande la espada de la muerte, o sea la disciplina espiritual. La cabeza humana<br />

que chorrea sangre, le dice al devoto que aqu<strong>el</strong> que haya perdido su vida por <strong>el</strong>la, la encontrará. La<br />

actitud de “no temáis”, y de “entrega de dones” enseña que protege a sus hijos, y que las parejas de<br />

contrarios de la agonía universal no son lo que parecen y que para aqu<strong>el</strong> que está centrado en la<br />

eternidad la fantasmagoría de los “bienes” y los “males” temporales no es sino un reflejo de la mente,<br />

como la diosa misma, que aunque aparentemente pisotea al dios, no es más que un sueño bienaventurado<br />

d<strong>el</strong> mismo dios.<br />

Por debajo de la diosa de la Isla de las Joyas (ver supra, pp. 113-114) se representan dos aspectos d<strong>el</strong><br />

dios: uno, con <strong>el</strong> rostro hacia arriba, en unión con <strong>el</strong>la, es <strong>el</strong> aspecto creador, que disfruta d<strong>el</strong> mundo;<br />

<strong>el</strong> otro, vu<strong>el</strong>to hada abajo, es <strong>el</strong> deus absconditus, la esencia divina en y por sí misma, por encima de los<br />

hechos y de los cambios, inactiva, latente, vacia, por encima también de la maravilla d<strong>el</strong> misterio d<strong>el</strong><br />

hermafroditismo. (Ver Zimmer, Myths and Symbols in Iridian Art and Civilization, pp. 210-214.)<br />

133<br />

Compárese con <strong>el</strong> tambor de la creación en la Mano d<strong>el</strong> Dios Danzante hindú Shiva, supra, p. 121,<br />

nota 46.<br />

134 “Y <strong>el</strong> Verbo se hizo carne”, verso d<strong>el</strong> Áng<strong>el</strong>us, que c<strong>el</strong>ebra la concepción de Jesús en <strong>el</strong> vientre de<br />

María.<br />

135 En este capítulo se han equiparado los términos siguientes:<br />

<strong>El</strong> Vacío <strong>El</strong> Mundo<br />

Eternidad Tiempo<br />

Nirvana Samsara<br />

Verdad Ilusión<br />

100

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