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Campbell, Joseph – El Heroe De Las Mil Caras (241p) - el cine signo

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haciéndoles saber que los genios le habían producido un ataque de locura. 26<br />

Con un héroe y una heroína que siguen la senda negativa y entre <strong>el</strong>los todo <strong>el</strong><br />

continente de Asia, ha de requerirse un milagro para consumar la unión de esta pareja<br />

eternamente predestinada. ¿Podrá dicha fuerza romper <strong>el</strong> hechizo de negación a la vida y<br />

aplacar la cólera de los dos padres infantiles?<br />

La respuesta a esta pregunta es la misma a través de todas las mitologías d<strong>el</strong> mundo.<br />

Porque como se escribió [70] frecuentemente en las sagradas páginas d<strong>el</strong> Corán: “Bien puede<br />

Alá salvaros.” <strong>El</strong> único problema es saber cuál será <strong>el</strong> mecanismo d<strong>el</strong> milagro. Y ése es un<br />

secreto que sólo se rev<strong>el</strong>ará en las páginas posteriores de este cuento de <strong>Las</strong> mil y una noches.<br />

3. LA AYUDA SOBRENATURAL<br />

Para aqu<strong>el</strong>los que no han rechazado la llamada, <strong>el</strong> primer encuentro de la jornada d<strong>el</strong><br />

héroe es con una figura protectora (a menudo una viejecita o un anciano), que proporciona al<br />

aventurero amuletos contra las fuerzas d<strong>el</strong> dragón que debe aniquilar.<br />

Una tribu d<strong>el</strong> oriente de África, por ejemplo, los Wachaga de Tanganika, cuentan de<br />

un hombre muy pobre llamado Kyazimba que partió desesperado en busca de la tierra<br />

donde nace <strong>el</strong> sol. Caminó mucho, hasta que se encontró cansado y se detuvo a mirar sin<br />

esperanza hacia la dirección de lo que buscaba, cuando oyó que alguien se aproximaba por<br />

detrás. Se volvió y vio una mujercita decrépita. <strong>El</strong>la se acercó y le preguntó qué le pasaba.<br />

Cuando se lo hubo dicho, lo envolvió en sus vestiduras y se <strong>el</strong>evaron en <strong>el</strong> aire, hasta que<br />

llegaron al cénit, donde <strong>el</strong> sol se detiene al mediodía. Entonces, con gran estrépito, un gran<br />

grupo de hombres vino hasta ese lugar por <strong>el</strong> lado oriente y en medio de <strong>el</strong>los venía un jefe<br />

resplandeciente, quien, cuando hubo llegado, mató un buey y se sentó a comer con sus<br />

acompañantes. La vieja le pidió ayuda para Kyazimba. <strong>El</strong> jefe bendijo al hombre y lo envió a<br />

su casa, y se cuenta que vivió en la prosperidad desde entonces. 27<br />

Entre los indios americanos d<strong>el</strong> suroeste <strong>el</strong> personaje favorito en este bienhechor<br />

pap<strong>el</strong> es una Mujer Araña, una pequeña señora, como una abu<strong>el</strong>a, que vive en <strong>el</strong> subsu<strong>el</strong>o.<br />

Los Dioses Gem<strong>el</strong>os de los Navajo, dioses de la guerra, en su camino a casa de su padre, <strong>el</strong><br />

Sol, apenas habían dejado su hogar, siguiendo una hu<strong>el</strong>la c<strong>el</strong>este, cuando encontraron esa<br />

maravillosa figurita: “Los muchachos avanzaban rápidamente en la hu<strong>el</strong>la c<strong>el</strong>este, y poco<br />

después de la salida d<strong>el</strong> sol, cerca de Dsilnaotil, vieron que salía humo d<strong>el</strong> su<strong>el</strong>o. Fueron al<br />

lugar de donde <strong>el</strong> humo se levantaba, y descubrieron que salía de un hoyo de una cámara<br />

subterránea. [71] Una escalera, negra a fuerza de humo, se proyectaba dentro d<strong>el</strong> agujero. Se<br />

asomaron a la cámara y vieron una vieja, la Mujer Araña, que los miró y dijo: ‘Bienvenidos,<br />

niños. Entrad. ¿Quiénes sois y de dónde venís caminando juntos?’ <strong>El</strong>los no respondieron,<br />

pero bajaron la escalera. Cuando alcanzaron <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o, <strong>el</strong>la habló de nuevo, preguntando:<br />

‘¿Adónde vais caminando juntos?’ ‘A ningún lugar en particular —contestaron—; llegamos<br />

aquí, porque no teníamos adónde ir.’ <strong>El</strong>la repitió la pregunta cuatro veces y cada vez recibió<br />

una respuesta similar. Entonces dijo: ‘¿Tal vez vais en busca de vuestro padre?’ ‘¡Sí! —<br />

contestaron <strong>el</strong>los—. Si sólo supiéramos <strong>el</strong> camino de su casa...’ ‘¡Ah! —dijo la mujer—, <strong>el</strong><br />

camino de la casa de vuestro padre, <strong>el</strong> Sol, es largo y p<strong>el</strong>igroso. Muchos monstruos habitan<br />

entre aquí y allá, y tal vez, cuando lleguéis, vuestro padre no os reciba con agrado y quizá os<br />

castigará por haber ido. <strong>De</strong>béis pasar por cuatro lugares de p<strong>el</strong>igro: las rocas que aplastan al<br />

viajero, las cañas que lo cortan en pedazos, los cactos que lo arañan hasta despedazarlo y las<br />

26 Abreviado de <strong>Las</strong> mil y una noches, ed. cit, vol. I, pp. 1072-1082.<br />

27 Bruno Gutmann, Volksbuch der Wadschagga (Leipzig, 1914), p. 114.<br />

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