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Campbell, Joseph – El Heroe De Las Mil Caras (241p) - el cine signo

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puercoespín siguió subiendo. Miró hacia abajo y vio a sus amigos llamándola e insistiendo<br />

[58] en que bajara; pero como ya estaba bajo la influencia d<strong>el</strong> puerco espín y tuvo miedo de la<br />

gran distancia entre <strong>el</strong>la y <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o, continuó subiendo, hasta que se convirtió en una mancha<br />

para aqu<strong>el</strong>los que la veían desde abajo, y junto con <strong>el</strong> puerco espín finalmente alcanzó <strong>el</strong><br />

ci<strong>el</strong>o. 6<br />

Dos sueños serán suficientes para ilustrar la aparición espontánea de la figura d<strong>el</strong><br />

heraldo en la psique que está madura para su transformación. <strong>El</strong> primero es <strong>el</strong> sueño de un<br />

joven que busca <strong>el</strong> camino que ha de orientarlo hacia un nuevo mundo: “Estoy en una<br />

pradera verde donde pacen muchas ovejas. Es la tierra de las ovejas. En la tierra de las ovejas<br />

se yergue una mujer desconocida y señala <strong>el</strong> camino.” 7 <strong>El</strong> segundo es <strong>el</strong> sueño de una joven<br />

cuya amiga íntima ha muerto recientemente de consunción; <strong>el</strong>la teme contagiarse de la<br />

enfermedad: “Estaba en un jardín lleno de flores, <strong>el</strong> sol iba a ponerse con un brillo color de<br />

sangre. Entonces apareció ante mí un caballero negro, de aspecto noble, que me habló con<br />

una voz seria, profunda y aterradora: ‘¿Quieres ir conmigo?’ Sin esperar mi respuesta me<br />

tomó de la mano y me llevó con él.” 8<br />

Ya sea sueño o mito, hay en estas aventuras una atmósfera de irresistible fascinación<br />

en la figura que aparece repentinamente como un guía, para marcar un nuevo período, una<br />

nueva etapa en la biografía. Aqu<strong>el</strong>lo que debe enfrentarse y que es de alguna manera<br />

profundamente familiar al inconsciente —aunque a la personalidad consciente sea<br />

desconocido, sorprendente y hasta aterrador— se da a conocer, y lo que anteriormente estaba<br />

lleno de significados se vu<strong>el</strong>ve extrañamente vacío de valores: como <strong>el</strong> mundo de la hija d<strong>el</strong><br />

rey, con la rápida desaparición de la p<strong>el</strong>ota de oro dentro de la fuente. <strong>De</strong> aquí que aun<br />

cuando <strong>el</strong> héroe vu<strong>el</strong>va por un tiempo a sus ocupaciones familiares, puede encontrarlas<br />

infructuosas. Una serie de <strong>signo</strong>s de fuerza creciente se hará visible entonces, hasta [59] que<br />

las llamadas ya no puedan desoírse, como en la siguiente leyenda de “<strong>Las</strong> cuatro señales”<br />

que es <strong>el</strong> ejemplo más c<strong>el</strong>ebrado de la llamada a la aventura en la literatura mundial.<br />

<strong>El</strong> joven príncipe Gautama Sãkyamũni, <strong>el</strong> Futuro Buddha, había sido protegido por<br />

su padre de todo conocimiento de la vejez, de la enfermedad, de la muerte y d<strong>el</strong> monacato,<br />

porque temía despertar en él pensamientos de renunciación a la vida, pues había sido<br />

profetizado a su nacimiento que sería <strong>el</strong> emperador d<strong>el</strong> mundo o un Buddha. <strong>El</strong> rey,<br />

prejuiciado en favor de la vocación real, dio a su hijo tres palacios y cuarenta mil bailarinas<br />

para conservar su mente apegada al mundo. Pero esto sólo sirvió para ad<strong>el</strong>antar lo<br />

inevitable, porque cuando era r<strong>el</strong>ativamente joven, su juventud consumió todos los campos<br />

de los goces carnales y maduró para la otra experiencia. Cuando <strong>el</strong> príncipe estuvo<br />

preparado, los heraldos aparecieron automáticamente:<br />

“Cierto día <strong>el</strong> Futuro Buddha deseó ir al parque y le dijo a su cochero que alistara la<br />

carroza. <strong>El</strong> hombre trajo una carroza <strong>el</strong>egante y suntuosa y después de adornarla ricamente,<br />

colocó en los arneses cuatro hermosos caballos de la sangre de Sindhava, tan blancos como<br />

los pétalos de los lotos blancos, y anunció al Futuro Buddha que todo estaba preparado. <strong>El</strong><br />

Futuro Buddha subió a la carroza que era como un palacio para los dioses y se dirigió al<br />

parque.<br />

‘<strong>El</strong> momento de la iluminación d<strong>el</strong> príncipe Siddhartha se acerca —pensaron los<br />

dioses— debemos hacerle una señal’, y convirtieron a uno de <strong>el</strong>los en un anciano decrépito,<br />

con los dientes rotos, <strong>el</strong> cab<strong>el</strong>lo gris, <strong>el</strong> cuerpo torcido e inclinado, que se apoyaba en un<br />

6<br />

George A. Dorsey and Alfred L. Kroeber, Traditions of the Arapaho (Fi<strong>el</strong>d Columbia Museum,<br />

Publication 81, Anthropological Series, Vol. V: Chicago, 1903), p. 300. Reproducido en la obra de Stith<br />

Thompson Tales of the North American Indians (Cambridge, Mass., 1929), p. 128.<br />

7<br />

C. G. Jung, The Integration of Personality (Nueva York y Toronto; Farrar and Rinehart, Inc., 1939), p.<br />

128.<br />

8<br />

Wilh<strong>el</strong>m Stek<strong>el</strong>, Die Sprache des Traumes (Wiesbaden: Verlag von J. F. Bergmann, 1911), p. 352. <strong>El</strong> Dr.<br />

Stek<strong>el</strong> señala la r<strong>el</strong>ación entre <strong>el</strong> color rojo sangre y <strong>el</strong> pensamiento de la sangre que expectoran los<br />

tuberculosos.<br />

39

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