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Campbell, Joseph – El Heroe De Las Mil Caras (241p) - el cine signo

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En su forma viva, <strong>el</strong> individuo es necesariamente sólo una fracción y una distorsión<br />

de la imagen total d<strong>el</strong> hombre. Está limitado, ya sea hembra o varón; también lo está en<br />

cualquier período de su vida, como niño, como joven, como adulto o como anciano; y no sólo<br />

eso, sino que en su vida está necesariamente especializado como artesano, comerciante,<br />

sirviente o ladrón, sacerdote, líder, esposa, monja o prostituta; no puede serlo todo. <strong>De</strong> aquí<br />

que la totalidad, la plenitud d<strong>el</strong> hombre, no esté en un miembro aparte, sino en <strong>el</strong> cuerpo de<br />

la sociedad como un todo; <strong>el</strong> individuo puede sólo ser un órgano. <strong>De</strong> su grupo ha tomado las<br />

técnicas de vida, <strong>el</strong> lenguaje en que piensa, las ideas por las cuales lucha; los genes que han<br />

construido su cuerpo descienden d<strong>el</strong> pasado de esa sociedad. Si pretende aislarse, ya sea en<br />

hechos, pensamientos o sentimientos, sólo logra romper las r<strong>el</strong>aciones con las fuentes de su<br />

existencia.<br />

<strong>Las</strong> ceremonias tribales d<strong>el</strong> nacimiento, la iniciación, <strong>el</strong> matrimonio, <strong>el</strong> entierro, la<br />

adquisición de un estado social, etc., sirven para trasladar las crisis y hechos de la vida d<strong>el</strong><br />

individuo a formas clásicas e impersonales. Estas formas tienen por objeto mostrarlo a sí<br />

mismo, no como esta personalidad o la otra, sino como <strong>el</strong> guerrero, la desposada, la viuda, <strong>el</strong><br />

sacerdote, <strong>el</strong> jefe; al mismo tiempo se representa para <strong>el</strong> resto de la comunidad la vieja<br />

lección de las etapas arquetípicas. Todos participan en <strong>el</strong> ceremonial de acuerdo con su rango<br />

y su función. La sociedad entera se hace visible como una unidad viva e imperecedera. Pasan<br />

generaciones de individuos como células anónimas de un cuerpo vivo; pero permanece la<br />

forma [338] sustentante e intemporal. Por una ampliación de la visión para abarcar a este<br />

superindividuo, cada uno se descubre a sí mismo engrandecido, enriquecido, apoyado y<br />

magnificado. Su pap<strong>el</strong>, aunque no sea nada impresionante, se ve como intrínseco a la b<strong>el</strong>la<br />

imagen festiva d<strong>el</strong> hombre, la imagen potencial pero necesariamente inhibida que está<br />

dentro d<strong>el</strong> individuo.<br />

Los deberes sociales continúan la lección d<strong>el</strong> festival en la existencia diaria y normal y<br />

se le da más validez al individuo. Por <strong>el</strong> contrario, la indiferencia, las revoluciones o <strong>el</strong> exilio<br />

rompen las conexiones vitales. <strong>De</strong>sde <strong>el</strong> punto de vista de la unidad social, <strong>el</strong> individuo<br />

aislado no es sino una nada, un desperdicio. <strong>De</strong> aquí que <strong>el</strong> hombre o la mujer que puedan<br />

decir honestamente que han vivido su pap<strong>el</strong> —ya sea <strong>el</strong> de sacerdote, prostituta, reina o<br />

esclavo— se refieren al sentido completo d<strong>el</strong> verbo ser.<br />

Los ritos de la iniciación y de la adquisición de una situación, pues, muestran la<br />

lección de la unidad esencial d<strong>el</strong> individuo y <strong>el</strong> grupo; los festivales de las estaciones abren<br />

un horizonte mayor. Así como <strong>el</strong> individuo es un órgano de la sociedad, así es la tribu o la<br />

ciudad —así es la humanidad entera—, sólo una fase d<strong>el</strong> poderoso organismo d<strong>el</strong> cosmos.<br />

Ha sido costumbre describir los festivales de las estaciones de los llamados pueblos<br />

primitivos como esfuerzos para dominar a la naturaleza. Ésta es una representación<br />

equivocada. Hay mucha voluntad de dominio en todos los actos d<strong>el</strong> hombre, y<br />

particularmente en aqu<strong>el</strong>las ceremonias mágicas que se supone han de traer la lluvia, curar<br />

las enfermedades o detener las inundaciones; sin embargo, <strong>el</strong> motivo dominante en <strong>el</strong><br />

ceremonial de todas las r<strong>el</strong>igiones verdaderas (oponiéndolas a la magia negra) es la sumisión<br />

a lo inevitable d<strong>el</strong> destino, y en los festivales de las estaciones este motivo es particularmente<br />

evidente.<br />

No se ha registrado ningún mito tribal que intente postergar la llegada d<strong>el</strong> invierno;<br />

al contrario: los ritos preparan a la comunidad para soportar, junto con <strong>el</strong> resto de la<br />

naturaleza, la estación d<strong>el</strong> frío tremendo. Y en la primavera, los ritos no intentan obligar a la<br />

naturaleza a producir de inmediato maíz, frijol y calabazas para la comunidad debilitada;<br />

por <strong>el</strong> contrario, los ritos dedican a todo <strong>el</strong> pueblo a la obra de la estación de la naturaleza. <strong>El</strong><br />

maravilloso ciclo d<strong>el</strong> año es c<strong>el</strong>ebrado con todos sus [339] contratiempos y períodos de<br />

júbilo, y es bosquejado y representado como una continuidad d<strong>el</strong> ciclo vital d<strong>el</strong> grupo<br />

humano.<br />

Muchas otras simbolizaciones de esta continuidad llenan <strong>el</strong> mundo de la comunidad<br />

mitológicamente instruida. Por ejemplo, los clanes de las tribus cazadoras norteamericanas<br />

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