Campbell, Joseph – El Heroe De Las Mil Caras (241p) - el cine signo
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descendió d<strong>el</strong> cénit a implorarle que se convirtiera en <strong>el</strong> maestro de los dioses y de los<br />
hombres. <strong>El</strong> Buddha fue así persuadido a mostrar <strong>el</strong> camino. 38 Y regresó a las ciudades de los<br />
hombres, donde vivió entre los ciudadanos d<strong>el</strong> mundo otorgándoles <strong>el</strong> inestimable bien d<strong>el</strong><br />
conocimiento d<strong>el</strong> camino. 39<br />
<strong>El</strong> Antiguo Testamento registra un hecho comparable en su leyenda de Moisés, quien<br />
al tercer mes de la partida d<strong>el</strong> pueblo de Isra<strong>el</strong> de las tierras de Egipto, llegó con toda su<br />
gente al Monte Sinaí y allí Isra<strong>el</strong> levantó sus tiendas contra las laderas de la montaña. Y<br />
Moisés fue hacia Dios [39] y <strong>el</strong> Señor lo llamó de la montaña. <strong>El</strong> Señor le dio las Tablas de la<br />
Ley y le ordenó que volviera con <strong>el</strong>las a Isra<strong>el</strong>, <strong>el</strong> pueblo d<strong>el</strong> Señor. 40<br />
La leyenda popular judía dice que durante <strong>el</strong> día de la rev<strong>el</strong>ación diversos ruidos se<br />
escucharon desde <strong>el</strong> Monte Sinaí. “R<strong>el</strong>ámpagos, acompañados por un estrépito de cuernos<br />
siempre mayor, aterrorizaron al pueblo y lo hicieron temblar. Dios inclinó los ci<strong>el</strong>os, movió<br />
la tierra y sacudió <strong>el</strong> centro d<strong>el</strong> mundo, de manera que las profundidades temblaron y los<br />
ci<strong>el</strong>os se atemorizaron. Su esplendor pasó los cuatro portales d<strong>el</strong> fuego, d<strong>el</strong> temblor, de la<br />
tempestad y d<strong>el</strong> granizo. Los reyes de la tierra temblaron en sus palacios. La tierra misma<br />
pensó que había llegado <strong>el</strong> momento de la resurrección de los muertos y que tendría que dar<br />
cuenta de la sangre que había absorbido, de los asesinatos, y de los cuerpos de las víctimas<br />
que había cubierto. La tierra no entró en calma hasta que escuchó las primeras palabras d<strong>el</strong><br />
<strong>De</strong>cálogo.<br />
Los ci<strong>el</strong>os se abrieron y <strong>el</strong> Monte Sinaí, libertado de la tierra, se levantó en <strong>el</strong> aire<br />
hasta que su cumbre se perdió en los ci<strong>el</strong>os, mientras que una espesa nube cubrió sus laderos<br />
y tocó los pies d<strong>el</strong> Trono Divino. A un lado de Dios aparecieron veintidós mil áng<strong>el</strong>es con<br />
coronas para los levitas, la única tribu que había permanecido fi<strong>el</strong> a Dios, mientras que <strong>el</strong><br />
resto adoraba al Becerro de Oro. En <strong>el</strong> segundo lado había sesenta miriadas tres mil<br />
quinientos cincuenta áng<strong>el</strong>es y cada uno llevaba una corona de fuego para cada uno de los<br />
isra<strong>el</strong>itas. En <strong>el</strong> tercer lado había <strong>el</strong> doble de este número de áng<strong>el</strong>es y en <strong>el</strong> cuarto los áng<strong>el</strong>es<br />
eran sencillamente innumerables. Porque Dios no apareció en una dirección, sino en todas<br />
simultáneamente, lo que, sin embargo, no impedía que su gloria abarcara tanto <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o como<br />
la tierra. A pesar de estas innumerables multitudes, no estaba lleno <strong>el</strong> Monte Sinaí, no había<br />
tumulto, había sitio para todos.” 41<br />
Como veremos, la aventura d<strong>el</strong> héroe, ya sea presentada con las vastas, casi oceánicas<br />
imágenes d<strong>el</strong> Oriente, o en las vigorosas narraciones de los griegos, o en las majestuosas<br />
leyendas de la Biblia, normalmente sigue <strong>el</strong> mod<strong>el</strong>o de la unidad nuclear arriba descrita; una<br />
separación d<strong>el</strong> [40] mundo, la penetración a alguna fuente de poder, y un regreso a la vida<br />
para vivirla con más sentido. Todo <strong>el</strong> Oriente fue bendecido por <strong>el</strong> don que les entregó<br />
38 <strong>El</strong> problema es que <strong>el</strong> estado de Buddha o Iluminación, no puede ser comunicado sino sólo <strong>el</strong><br />
camino hacia la iluminación. Esta doctrina de la incomunicabilidad de la verdad que está por encima<br />
de los nombres y de las formas es básica a las grandes tradiciones orientales y platónicas. En cuanto<br />
las verdades de la ciencia son comunicables, por medio de hipótesis demostrables racionalmente<br />
fundadas en hechos observables, <strong>el</strong> ritual, la mitología y la metafísica no son sino guías para llegar a la<br />
iluminación trascendental cuyo paso final debe dar cada uno en su propia experiencia silenciosa. <strong>De</strong><br />
aquí que uno de los términos sánscritos para sabio sea mũni (<strong>el</strong> silencioso). Sãkyamũni (uno de los<br />
títulos de Gautama Buddha) significa "<strong>el</strong> silencioso o sabio (mũni) d<strong>el</strong> clan de los Sãkya". Aunque él es<br />
<strong>el</strong> fundador de una r<strong>el</strong>igión mundial, <strong>el</strong> último punto de su doctrina permanece escondido y,<br />
necesariamente, en silencio.<br />
39 Tomado en forma muy abreviada de Jataka, Introducción, I, 58-75 (traducción de Henry Clarke<br />
Warren, Buddhism in Translations; Harvard Oriental Series, 3; Cambridge, Mass., Harvard University<br />
Press, 1896, pp. 56-87) y d<strong>el</strong> Lalitavistara como lo ha interpretado Ananda K. Coomaraswamy, Buddha<br />
and the Gosp<strong>el</strong> of Buddhism (Nueva York, G. P. Putnam's Sons, 1916), pp. 24-38.<br />
40 Éxodo, 19:3-5.<br />
41 Louis Ginzberg, The Legends of the Jews, vol. III, pp. 90-94 (The Jewish Publication Society of America,<br />
Filad<strong>el</strong>fia, 1911).<br />
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