19.05.2013 Views

Campbell, Joseph – El Heroe De Las Mil Caras (241p) - el cine signo

Campbell, Joseph – El Heroe De Las Mil Caras (241p) - el cine signo

Campbell, Joseph – El Heroe De Las Mil Caras (241p) - el cine signo

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Oisin no se detuvo hasta que <strong>el</strong> corc<strong>el</strong> tocó tierra de Erín, y siguió ad<strong>el</strong>ante hasta que<br />

llegó a Knock Patrick en Munster, donde vio un hombre pastoreando vacas. En <strong>el</strong> campo<br />

donde las vacas pastaban había una gran piedra plana.<br />

‘¿Quieres venir —le dijo Oisin al pastor— y dar la vu<strong>el</strong>ta a esta piedra?’ ‘Por supuesto<br />

que no —dijo <strong>el</strong> pastor—, pues no podría levantarla ni con la ayuda de veinte hombres más’<br />

Oisin se acercó a la piedra, e inclinándose la cogió con la mano y la volteó. <strong>De</strong>bajo de<br />

la piedra estaba <strong>el</strong> gran cuerno de los fenianos (borabu), que daba vu<strong>el</strong>tas como [205] un<br />

caracol y era de ley que cuando uno de los fenianos de Erín hiciera sonar <strong>el</strong> borabu, los otros<br />

acudirían inmediatamente desde cualquier parte d<strong>el</strong> país donde se encontraran en ese<br />

momento. 21<br />

‘¿Me quieres dar ese cuerno?’ —le preguntó Oisin al pastor. ‘No —dijo <strong>el</strong> pastor—,<br />

porque ni yo ni muchos como yo podrían levantarlo d<strong>el</strong> su<strong>el</strong>o.’<br />

<strong>De</strong>spués de esto Oisin se acercó al cuerno e inclinándose lo tomó con la mano; pero<br />

en su apresuramiento de tocarlo olvidó todo y se dejó resbalar al inclinarse hasta que uno de<br />

sus pies tocó tierra. En un momento desapareció <strong>el</strong> corc<strong>el</strong> y Oisin yacía en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o convertido<br />

en un hombre ciego y viejo.” 22<br />

La equivalencia de un solo año en <strong>el</strong> Paraíso a cien años de existencia terrestre es un<br />

motivo bien conocido para <strong>el</strong> mito. <strong>El</strong> número redondo de cien significa totalidad. En forma<br />

similar significan totalidad los trescientos sesenta grados d<strong>el</strong> círculo; de acuerdo con esto, las<br />

Puranas hindúes representan un año de los dioses como equivalente a trescientos sesenta<br />

años de los hombres. <strong>De</strong>sde <strong>el</strong> punto de vista de los Olímpicos, pasa eón tras eón de historia<br />

terrestre y rev<strong>el</strong>a siempre la armoniosa forma de la redondez total, de modo que donde los<br />

hombres ven sólo cambio y muerte, los <strong>el</strong>egidos contemplan la forma inmutable, <strong>el</strong> mundo<br />

sin fin. Pero ahora <strong>el</strong> problema es mantener este punto de vista cósmico ante <strong>el</strong> rostro d<strong>el</strong><br />

gozo o <strong>el</strong> dolor terrestre e inmediato. <strong>El</strong> sabor de los frutos d<strong>el</strong> conocimiento temporal aparta<br />

la concentración d<strong>el</strong> espíritu d<strong>el</strong> centro d<strong>el</strong> eón y la dispersa hacia la crisis periférica d<strong>el</strong><br />

momento. <strong>El</strong> equilibrio de la perfección se pierde, <strong>el</strong> espíritu vacila y <strong>el</strong> héroe fracasa.<br />

La idea d<strong>el</strong> caballo aislador que evita <strong>el</strong> contacto inmediato d<strong>el</strong> héroe con la tierra y<br />

sin embargo le permite pasearse entre los pueblos d<strong>el</strong> mundo, es un ejemplo vívido de la<br />

precaución básica que generalmente toman los portadores [206] de la fuerza supernormal.<br />

Moctezuma, emperador de México, nunca ponía los pies en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o, sino que era llevado en<br />

hombros de los nobles, y dondequiera que lo bajaban ponían una rica alfombra para que él<br />

caminara. <strong>De</strong>ntro de su palacio, <strong>el</strong> rey de Persia caminaba en alfombras que nadie más podía<br />

pisar; fuera de él, nunca se le veía a pie, sino en carroza o a caballo. Anteriormente, ni los<br />

reyes de Uganda, ni sus madres, ni las reinas podían andar a pie fuera de las espaciosas<br />

habitaciones en que vivían. Cuando salían eran llevados en los hombros de los individuos<br />

pertenecientes al clan d<strong>el</strong> búfalo, un grupo de los cuales acompañaba a estos personajes<br />

reales en sus viajes y los cargaba por turno. <strong>El</strong> rey se montaba en <strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo d<strong>el</strong> que lo llevaba,<br />

con una pierna sobre cada hombro y los pies enganchados en los brazos. Cuando uno de<br />

estos cargadores reales se cansaba, <strong>el</strong> rey pasaba a los hombros d<strong>el</strong> segundo cargador sin que<br />

los pies reales tocaran <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o. 23<br />

Sir James George Frazer, en la siguiente forma gráfica, consigna <strong>el</strong> hecho de que en<br />

todos los países de la Tierra <strong>el</strong> personaje divino no haya de tocar <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o con su pie.<br />

“Aparentemente la santidad, virtud mágica, tabú, cualquier otro ap<strong>el</strong>ativo que pudiéramos<br />

21 Los fenianos eran los hombres de Finn MacCool, todos gigantes. Oisin, que era <strong>el</strong> hijo de Finn MacCool,<br />

había sido uno de <strong>el</strong>los. Pero su época había pasado desde mucho tiempo atrás, y los habitantes d<strong>el</strong> país ya no<br />

eran los grandes de antaño. <strong>Las</strong> leyendas de los gigantes arcaicos son comunes a las tradiciones populares de<br />

todas partes; ver, por ejemplo, <strong>el</strong> mito mencionado supra, (p. 179-181) d<strong>el</strong> rey Muchukunda. A este respecto son<br />

también comparables las vidas de los patriarcas hebreos: Adán vivió novecientos treinta años, Set, novecientos<br />

doce, Enós, novecientos cinco, etc., etc. (Génesis, 5.)<br />

22 Curtin, op. cit., pp. 332-333.<br />

23 Sir James G. Frazer, La rama dorada, p. 668.<br />

129

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!