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Arte con Salud utiliza el arte como vehículo para conectar con el propio cuerpo.
Cuando nos referimos al cuerpo aludimos al cuerpo físico que, como sabemos, es
terreno de grandes batallas. Nos parece que sobre ese cuerpo se inscriben discursos
que afectan a las mujeres cuando ese cuerpo no responde a los estándares de
belleza y a las normas sociales establecidas, a juzgar por los epítetos referidos al
cuerpo físico, como barrigona, gorda, fea, bembona, chumba y plana, entre otros.
Si te alejas de las normas vinculadas a la heteronormatividad escuchas términos
como “pata sucia” (‘pata’ en Puerto Rico es una expresión despectiva para lesbiana),
“puta” o “no vales nada”, entre otros muchos, articulados por familiares, amistades,
parejas o vecinos y vecinas, entre otras personas del entorno. En la intervención
aludimos a un cuerpo psíquico, donde se alojan los efectos psicológicos y
emocionales en forma de malestares, incomodidades y disconformidades
producidos por las continuas y permanentes comparaciones entre ese cuerpo
idealizado y el percibido. Ante la introyección de ese ideal de belleza y frente a
esas comparaciones es cuando las mujeres sienten que no les gustan sus pies, sus
piernas, sus nalgas, se piensan feas, flacas, “putas”, desconfían de sus capacidades
o se sienten inseguras frente a un otro.
El arte pone de relieve las incomodidades y disconformidades que de ahí se derivan
y hace conscientes esas tensiones y malestares. El arte en la intervención fue utilizado
con fines psico-educativos y no terapéuticos, y cuando era necesario un trabajo de
acompañamiento y de mayor profundidad, la psicóloga clínica atendía en sesiones
individuales a las participantes.
Cada sesión se iniciaba con un ejercicio llamado “Ritual con la silueta”, facilitado por
la psicóloga clínica que consistía en una visualización cuyo objetivo era prepararlas
para el trabajo en las sesiones. Se les pedía que se sentaran frente a su silueta y
trataran de concentrar su atención en conectar con la silueta mientras respiraban.
Debían mirar la silueta como si fuera un espejo y observar: (1) su pelo, (2) sus ojos,
(3) su nariz, (4) sus orejas, (5) su boca y dientes, (6) sus senos, (7) su barriga, (8) sus
caderas y nalgas y (9) se detenían en la vulva. Se les sugería que se la imaginaran
por dentro. Luego continuaban con el recorrido: (10) sus piernas (muslos, pantorrillas)
y sus pies. Se hacía mención también del color de piel y altura, y a continuación
compartían sus experiencias de la visualización y se iniciaba la sesión.
Sesión 1: Presentación del proyecto
En esta sesión se presentaba el proyecto AcS, se administraba la prueba previa
(cuestionario que medía las variables de la intervención) y se enseñaban las técnicas
de expresión visual. El objetivo de esta primera sesión era motivar a las mujeres a
formar parte del proyecto AcS.
Sesiones 2 y 3: ¿Quién soy? Huellas en mi cuerpo y en mi persona
En ambos talleres se identificaban los mensajes sobre sus cuerpos que han recibido
las mujeres durante su vida (infancia, juventud y edad adulta). La razón de ser
del ejercicio era que, en la medida en que las mujeres se sienten incómodas, se
sienten menos, se ven inseguras, avergonzadas de su cuerpo, y les será más difícil
protegerse. Los mensajes eran escritos en una silueta y, con esa conciencia de los
mensajes alojados en el cuerpo, se pasaba al trabajo con el arte. En la sesión tres
recortaban imágenes de las revistas que representaran los discursos que habían
recibido que les hacían sentir bien y de esta manera iban poblando su silueta.
Sesión 4: Conociendo mi vulva
En esta sesión ellas exploraban la anatomía de la vulva y los indicadores físicos de
las ITS, y como estrategia de prevención se les enseñaba a hacerse el autoexamen
Concurso “Buenas prácticas y abordajes innovadores sobre género, mujeres jóvenes y VIH en América Latina”
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