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con el cuerpo y a abrir espacios para identificar aquello que descubre la propia
fortaleza de las mujeres participantes. A nivel programático es importante identificar
cómo pensamos a las mujeres. Sabemos que somos muchas y muy distintas, con
diversidad de orientaciones sexuales e identidades de género. Pero, ¿cómo miramos
sus diversos devenires?, ¿les reconocemos sus capacidades de agencia?, ¿les
aplaudimos y celebramos sus históricas estrategias de resistencia, o por el contrario,
a través de programas y políticas públicas, reinstalamos discursos normativizantes
que tienen el efecto de desvalorizar y reducir así sus capacidades para alcanzar
metas personales? A partir de estos resultados también se ve necesario incorporar
a las intervenciones las pruebas del VIH y otras ITS. Por el estigma asociado a las
infecciones de transmisión sexual, una de las barreras principales para hacerse las
pruebas es el miedo al resultado (Fortenberry, McFarlane, Bleakley, Bull, Fishbein,
Grimley, Malotte, Stoner, 2002; Lynskey, 2007). En un ambiente de confianza,
seguridad y acompañamiento por otras mujeres y por las facilitadoras, este acto
de prevención resulta menos amenazador. Esta integración hace las pruebas
más accesibles a la diversidad de mujeres, en especial a mujeres bisexuales,
transexuales y transgénero, que históricamente han sido excluidas de los servicios
de salud. La integración también garantiza que la prestación del servicio se
lleve a cabo de manera adecuada por un personal sensible y adiestrado, sobre
todo, al dar un resultado positivo. Por nuestra experiencia, la actividad en la que
las mujeres se hicieron la prueba de VIH fue una actividad potenciadora de sus
propias capacidades. Muchas de ellas invitaron a sus parejas sexuales y a jóvenes
conocidas, rebasando así nuestras expectativas y, más aún, quebrantando el
manto de secretividad, vergüenza y miedo que tradicionalmente ha acompañado
la realización de estas pruebas.
A modo de conclusión, y reconociendo las complejidades organizativas de las
diversas agencias tanto gubernamentales como no gubernamentales, ponemos a
su consideración los siguientes aspectos que deben ser tenidos en cuenta ante la
decisión de replicar el modelo curricular de Arte con Salud:
}}
Recursos Humanos: ¿Cuánta apertura e interés tiene el personal de la
entidad para acoger esta intervención?
}}
Arte: ¿Qué experiencias previas tiene el personal con el manejo de las
artes? ¿Con qué manifestación artística se identifican más las mujeres?
(Pintura, dibujo, baile, poesía…).
}}
Género y Sexualidad: ¿Qué experiencia tiene el personal y cuáles han
sido las intervenciones en temas de género y sexualidad, su impacto en lo
psíquico, y en la prevención de VIH y otras ITS?
}}
Metodologías participativas: ¿Qué experiencias tiene el personal con la
educación popular?
}}
Evaluación: ¿Qué nivel de dominio tiene el personal con la evaluación/
investigación con enfoques cualitativos y cuantitativos?
}}
Financiación: Dado que cada sesión de Arte con Salud requiere diversos
materiales de arte y de salud sexual, así como por la propia complejidad
del diseño, se requiere como mínimo una facilitadora y una asistente.
¿Qué apoyo financiero y humano tiene la entidad para implantar la
intervención? Y por último,
}}
Compromiso organizativo: ¿Cuál es la ética de trabajo de la organización?
¿Qué políticas circunscriben su trabajo? La implantación del currículo de
Arte con Salud requiere de un trabajo colaborativo y de apoyo continuo a
las facilitadoras de la intervención desde el interior de la organización. Las
formas solidarias de vinculación interna potencian las capacidades del
Concurso “Buenas prácticas y abordajes innovadores sobre género, mujeres jóvenes y VIH en América Latina”
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