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07. Las Corrientes del Espacio

La historia ocurre durante el ascenso de Trántor desde ser una gran potencia regional hasta convertirse en un Imperio Galáctico, unificando millones de planetas. Esta historia ocurre alrededor del año 11.000 d. C. (inicialmente 34.500 d. C., según la cronología a principios de los años 1950), cuando el Imperio Trantoriano abarca aproximadamente la mitad de la Vía Láctea.

La historia ocurre durante el ascenso de Trántor desde ser una gran potencia regional hasta convertirse en un Imperio Galáctico, unificando millones de planetas. Esta historia ocurre alrededor del año 11.000 d. C. (inicialmente 34.500 d. C., según la cronología a principios de los años 1950), cuando el Imperio Trantoriano abarca aproximadamente la mitad de la Vía Láctea.

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Estaba, pues, sentado detrás de su mesa de trabajo y, a excepción de su hija, sus sirvientes personales y,<br />

cuando estaba en vida, su esposa, nadie le había visto nunca en otra posición.<br />

Allí parecía el hombre que era, con su enorme cabeza de amplia boca casi sin labios, su dilatada nariz y su<br />

partida y avanzada barbilla que podía parecer alternativamente benigna o inflexible. Llevaba el cabello echado<br />

hacia atrás y, prescindiendo de la moda, le caía hasta casi los hombros con tonalidades negro-azuladas sin el<br />

menor toque de gris. Una sombra azulada marcaba los lugares de sus mejillas, labios y barbilla donde el barbero<br />

floriniano ejercía sus funciones dos veces al día.<br />

El Señor adoptaba una actitud estudiada y lo sabía. Había aprendido a controlar su rostro y mantenía sus manos<br />

de cortos dedos apoyadas en la superficie de la mesa completamente desnuda. No había sobre ella un papel,<br />

un tubo de comunicación, ni un adorno. Por esta misma simplicidad la presencia <strong>del</strong> Señor quedaba realzada.<br />

Hablaba con su pálido secretario, de un blanco de pez, en el tono especial y sin vida que reservaba a los<br />

empleados civiles de Florina.<br />

-¿Presumo que han aceptado?<br />

No le cabía duda acerca de la respuesta. En el mismo tono sin vida, el secretario respondió:<br />

-El Señor de Bort ha declarado que la urgencia de asuntos anteriores le impedía acudir antes de las tres.<br />

-¿Y qué le ha dicho usted...?<br />

-Le he dicho que la naturaleza de este asunto hacía desaconsejable cualquier retraso.<br />

-¿El resultado?<br />

-Estará aquí, señor. Los demás han aceptado sin reservas.<br />

Fife sonrió. Media hora antes o después no tenía importancia; era una cuestión de principios, nada más. Los<br />

Grandes Señores eran demasiado susceptibles en cuestión de independencia y esta independencia había que<br />

mantenerla.<br />

Ahora esperaba. La habitación era grande. Los lugares para los demás estaban preparados. El voluminoso<br />

cronómetro, cuya diminuta chispa de radiactividad no había fallado desde hacía mil años, marcaba las dos<br />

veintiún minutos.<br />

¡Qué explosión durante los dos últimos días! El viejo cronómetro podía ahora ser testigo de acontecimientos<br />

iguales a los <strong>del</strong> pasado.<br />

Y sin embargo, el cronómetro había visto muchas cosas durante su vida. Cuando contó sus primeros minutos,<br />

Sark era un nuevo mundo de flamantes ciudades con dudosos contactos con otros mundos más antiguos. El<br />

instrumento estaba entonces colgado en la pared <strong>del</strong> viejo edificio de ladrillos que hoy estaban reducidos a<br />

polvo. Había lanzado incluso su voz durante tres cortos «imperios» sarkitas, cuando los indisciplina dos<br />

soldados de Sark conseguían gobernar durante períodos más o menos largos media docena de mundos<br />

circundantes. Sus átomos radiactivos habían hecho explosión durante dos períodos, en que las flotas de los<br />

mundos vecinos dictaron su política sobre Sark.<br />

Hacía quinientos años, había marcado el tiempo cuando Sark descubrió que el mundo más cercano a él,<br />

Florina, poseía en su suelo un tesoro. Marcó pausadamente los minutos durante dos guerras victoriosas y<br />

señaló la hora <strong>del</strong> restablecimiento de la paz. Sark había abandonado el imperio, absorbido estrechamente<br />

Florina y alcanzado el poderío de una forma que ni siquiera Trantor podía igualar.<br />

Trantor anhelaba poseer Florina y otras potencias la habían anhelado también. Los siglos habían definido<br />

Florina como un mundo hacia el cual se tendían codiciosas todas la manos en el espacio. Pero había sido Sark<br />

el mundo que lo había agarrado y Sark, antes que soltar su presa, aceptaría una guerra en la Galaxia.<br />

¡Trantor lo sabía! ¡Trantor lo sabía!<br />

Era como si el silencioso cronómetro entonase una canción de cuna en el cerebro <strong>del</strong> Señor.<br />

Eran las dos veintitrés.<br />

Hacía cerca de un año que los cinco Grandes Señores de Sark se habían reunido. Entonces, como ahora, se<br />

reunieron en el gran vestíbulo. Entonces como ahora, los Señores, diseminados por la faz <strong>del</strong> planeta, cada cual<br />

en su propio continente, se habían reunido en personificación trifásica.<br />

En sentido lato, equivalía a una televisión tridimensional de tamaño natural con sonido y color. El duplicado<br />

podía encontrarse en cualquier casa acomodada de Sark. Donde iba más allá de lo ordinario era en la carencia<br />

de todo receptor visible. A excepción de Fife, los Señores presentes lo estaban en todos los sentidos, salvo en el<br />

de la realidad tridimensional.<br />

El cuerpo <strong>del</strong> Señor de Rune estaba sentado en las Antípodas, el único continente en el cual en aquellos<br />

momentos era de noche. El área cúbica que rodeaba inmediatamente su imagen en el despacho de Fife tenía el<br />

frío y blanco brillo de la luz artificial, atenuado por la brillante luz <strong>del</strong> día que la rodeaba.<br />

Reunidos en una habitación, en cuerpo o en imagen, estaba todo Sark. Era una curiosa y no demasiado heroica<br />

personificación <strong>del</strong> planeta. Rune era calvo y colorado, mientras BaIle era arrugado y gris. Steen iba empolvado<br />

y pintado y tenía la desesperada sonrisa <strong>del</strong> hombre agotado que pretende aparentar una fuerza que no tiene<br />

ya, y Bort <strong>del</strong>ataba su indiferencia hacia las comodidades humanas con su barba de dos días y sus uñas sucias.<br />

Y sin embargo, eran los cinco Grandes Señores.<br />

Eran las cumbres de tres categorías de poderes reinantes en Sark. El más bajo era, desde luego, el Servicio<br />

Civil de Florina, que permanecía estático ante todas las vicisitudes que marcaban el alza y baja de las nobles<br />

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