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07. Las Corrientes del Espacio

La historia ocurre durante el ascenso de Trántor desde ser una gran potencia regional hasta convertirse en un Imperio Galáctico, unificando millones de planetas. Esta historia ocurre alrededor del año 11.000 d. C. (inicialmente 34.500 d. C., según la cronología a principios de los años 1950), cuando el Imperio Trantoriano abarca aproximadamente la mitad de la Vía Láctea.

La historia ocurre durante el ascenso de Trántor desde ser una gran potencia regional hasta convertirse en un Imperio Galáctico, unificando millones de planetas. Esta historia ocurre alrededor del año 11.000 d. C. (inicialmente 34.500 d. C., según la cronología a principios de los años 1950), cuando el Imperio Trantoriano abarca aproximadamente la mitad de la Vía Láctea.

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Encontró la sección 26, pero esperó un momento antes de acercarse. No quería que hubiese cerca de él ningún<br />

Noble, nadie que fuese dueño de un yate vecino <strong>del</strong> suyo y que conociese a Alstare Deamone y pudiese<br />

extrañarse de lo que pudiera hacer un desconocido por allí.<br />

Finalmente, cuando vio los dos lados aparentemente seguros, avanzó. La proa <strong>del</strong> yate asomaba fuera de la<br />

casilla hacia el campo abierto, sobre el cual descansaban los dos lados. Avanzó el cuello para asomarse al<br />

interior. ¿Y ahora?<br />

Había matado a tres hombres durante las últimas doce horas. Había ascendido de Edil floriniano a patrullero, de<br />

patrullero a Noble. Había venido de Ciudad Baja a Ciudad Alta, ya un puerto <strong>del</strong> espacio. Desde todos los puntos<br />

de vista, según todas las normas, era dueño de un yate, una nave suficientemente capaz de llevarle a cualquier<br />

mundo habitado de este sector de la Galaxia.<br />

No había más que un obstáculo:<br />

Era incapaz de tripular un yate <strong>del</strong> espacio.<br />

Estaba cansado hasta los huesos y tenía un hambre feroz. Había llegado hasta allí, y ahora no podía ir más<br />

lejos. Estaba en el borde <strong>del</strong> espacio, pero no había manera de pasar de ese borde.<br />

En aquellos momentos los patrulleros debían haber decidido ya que el fugitivo no estaba en Ciudad Baja. Se<br />

volverían hacia Ciudad Alta en cuanto se hubiesen podido meter en sus duros cerebros lo que era capaz de<br />

hacer un floriniano. Entonces podían encontrar el cuerpo y tomar una nueva orientación. Buscarían a un Noble<br />

impostor. Así estaba. Había llegado al extremo de un callejón sin salida y de espaldas al extremo cerrado sólo<br />

podía esperar a que los débiles rumores de la persecución aumentasen en intensidad y los sabuesos se<br />

arrojasen sobre él.<br />

Treinta y seis horas antes la gran oportunidad de su vida había estado en sus manos. Ahora la oportunidad<br />

había desaparecido y su vida no tardaría en seguir su camino.<br />

11<br />

El capitán<br />

Era la primera vez, verdaderamente, que el capitán Racety se había visto incapaz de imponer su voluntad sobre<br />

un pasajero. De haber sido el pasajero uno de los Grandes Nobles, hubiese incluso podido contar con una<br />

colaboración. Un Gran Señor podía ser todopoderoso en su continente, pero en una nave hubiera tenido que<br />

reconocer que sólo podía haber un dueño, el capitán.<br />

Una mujer era diferente. Cualquier mujer. y una mujer que era hija de un Gran Señor era completamente<br />

imposible.<br />

-Milady -dijo-, ¿cómo puedo permitirle entrevistarlos en privado?<br />

Samia de Fife, echando chispas por los ojos, respondió secamente:<br />

-¿Por que no? ¿Van armados, capitán?<br />

-No, desde luego. No es éste el caso.<br />

Cualquiera puede ver que no son más que dos desgraciados seres asustados. Tienen un miedo cerval.<br />

-La gente asustada puede ser peligrosa, milady. No se puede contar con que obren razonablemente.<br />

-Entonces, ¿por que deja que sigan asustados? -Tenía. un ligero balbuceo cuando estaba irritada-. Tiene usted<br />

tres tremendos marineros armados vigilándoles, pobre gen. te. Capitán, no olvidaré esto.<br />

No, no lo olvidaría, pensó el capitán. Se daba cuenta de que empezaba a ceder.<br />

-Si milady quisiese decirme exactamente qué es lo que desea.<br />

-Es muy sencillo. Ya se lo he dicho. Quiero hablar con ellos. Si son florinianos, como me ha dicho usted, puedo<br />

conseguir de ellos información de gran valor para mi libro. Pero eso es imposible, desde luego, si tienen miedo<br />

de hablar. Si pudiese estar a solas con ellos sería magnífico. ¡Sola, capitán! ¿No puede usted entender esta<br />

palabra? ¡Sola!<br />

-¿Y qué diría su padre, milady, si se enterara de que la he dejado sola y sin protección con dos desesperados<br />

criminales?<br />

-¡Desesperados criminales! ¡Oh, Señor <strong>del</strong> <strong>Espacio</strong>! ¡Dos pobres infelices que tratan de huir de su planeta y no<br />

se les ocurre más que meterse en una nave destinada a Sark! Por otra parte, ¿por qué tiene que saberlo mi<br />

padre?<br />

-Si le hacen daño, lo sabrá.<br />

-¿Y por qué tienen que hacerme daño? -Su diminuto puño se cerraba agitándose amenazador mientras ponía<br />

toda la fuerza de que era capaz en su voz-. ¡Se lo exijo, capitán!<br />

-¿Qué le parece este término medio, milady? -dijo el capitán Racety-. Estaré presente. No seré como tres<br />

marineros armados. Seré sólo un hombre sin armas a la vista. De lo contrario... -ya su vez puso toda su<br />

resolución en la voz-, tengo que negarme.<br />

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