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07. Las Corrientes del Espacio

La historia ocurre durante el ascenso de Trántor desde ser una gran potencia regional hasta convertirse en un Imperio Galáctico, unificando millones de planetas. Esta historia ocurre alrededor del año 11.000 d. C. (inicialmente 34.500 d. C., según la cronología a principios de los años 1950), cuando el Imperio Trantoriano abarca aproximadamente la mitad de la Vía Láctea.

La historia ocurre durante el ascenso de Trántor desde ser una gran potencia regional hasta convertirse en un Imperio Galáctico, unificando millones de planetas. Esta historia ocurre alrededor del año 11.000 d. C. (inicialmente 34.500 d. C., según la cronología a principios de los años 1950), cuando el Imperio Trantoriano abarca aproximadamente la mitad de la Vía Láctea.

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un rostro pálido y el cabello de arena. Se darían órdenes a todos los patrulleros auténticos. Se ofrecerían<br />

recompensas. Quizá no hubiese más de un indígena por ciento capaz de poner en duda la legitimidad de un<br />

uniforme, pero este uno bastaba.<br />

De manera que tenía que dejar de ser un patrullero.<br />

Este era un punto. Ahora otro: A partir de ahora no estaría seguro en ninguna parte de Florina. Matar a un<br />

patrullero era el más negro de los crímenes y dentro de cincuenta años, si fuese capaz de eludir la captura<br />

durante tanto tiempo; la persecución seguiría con el mismo calor. De manera que tenía que marcharse de<br />

Florina.<br />

¿Cómo? Bien, se daba un día más de vida. Era un cálculo generoso. Esto suponía atribuir a los patrulleros un<br />

máximo de estupidez ya él un máximo de suerte. En cierto sentido, era una verdadera ventaja. Sólo veinticuatro<br />

horas de vida no eran algo muy arriesgados. Significaba que podía correr riesgos que ningún hombre en su<br />

sano juicio se atrevería a correr.<br />

Se levantó. Jacof levantó la vista de su papel.<br />

-No he terminado todavía -dijo-. Escribo con mucho cuidado.<br />

-Déjame ver lo que has escrito. Miró el papel que le había tendido.<br />

-Ya basta. Si vienen otros patrulleros no pierdas el tiempo diciéndoles que has hecho ya una lista. Haz lo que te<br />

digan. ¿Viene alguno, ahora?<br />

-No, señor -dijo la chiquilla desde la ventana-. ¿Salgo a la calle a mirar?<br />

-No es necesario. Veamos. ¿Dónde está el más próximo ascensor?<br />

-A un cuarto de milla hacia la izquierda. Saliendo de la casa... -Bien, bien. Voy a salir. Un grupo de patrulleros<br />

desembocó en la calle en el momento en que el ascensor se detenía en el suelo <strong>del</strong>ante <strong>del</strong> Edil. Su corazón<br />

latió con fuerza. La busca sistemática había empezado y estaban ya sobre sus talones.<br />

Un minuto más tarde, latiéndole todavía con fuerza el corazón, el ascensor se detenía al nivel <strong>del</strong> suelo de<br />

Ciudad Alta. Allí no había abrigo. Ni pilares, ni techo cementoide encima de él. Tenía la impresión de ser un<br />

punto negro que se moviese entre el resplandor de los suntuosos edificios. Le parecía que era visible desde dos<br />

millas en todas las direcciones, y desde cinco desde el cielo. Era como si grandes flechas le señalasen.<br />

No había patrulleros a la vista. Los Nobles que pasaban la miraban con indiferencia. Si un patrullero era motivo<br />

de terror para un floriniano, no era absolutamente nada para un Noble. Si algo podía salvarle era aquello.<br />

Tenía una vaga idea de la geografía de Ciudad Alta. Por alguna parte de aquella sección estaba Ciudad Jardín.<br />

El paso más lógico era preguntar direcciones, el segundo entrar en el primer edificio de moderada altura y<br />

asomarse desde una de las diversas terrazas. La primera era irrealizable; un patrullero no pregunta direcciones.<br />

Lo segundo, demasiado arriesgado. En el interior de un edificio un patrullero sería mucho más conspicuo.<br />

Demasiado...<br />

Echó sencillamente a andar siguiendo la dirección que la memoria le dictaba por los mapas que había visto, Era<br />

indudablemente Ciudad Jardín la que encontró cinco minutos más tarde.<br />

Ciudad Jardín era una extensión verde y cultivada de unos cien acres de extensión. En Sark, la Ciudad Jardín<br />

tenía una exagerada reputación de que se la destinaba a diversos usos, desde la bucólica paz a las orgías<br />

nocturnas. En Florina, los que habían oído hablar vagamente de esta la imaginaban de diez a cien veces su real<br />

extensión y de cien a mil veces su auténtica lujuria.<br />

La realidad era bastante agradable. Con el templado clima de Florina, el jardín estaba todo el año verde; tenía<br />

zonas de césped, arbolado y grutas rocosas. En el centro había un gran estanque con peces decorativos en el<br />

que los chiquillos podían jugar. Por las noches era artísticamente iluminado con luces de colores hasta que<br />

empezaba la suave lluvia. Entre el crepúsculo y la lluvia el parque alcanzaba su máximo de animación. Había<br />

baile, espectáculos tridimensionales y parejas que se perdían por los senderos.<br />

Terens no había entrado nunca en él. Al entrar lo encontró de una artificialidad repelente. Sabía que las rocas<br />

que pisaba, el agua y los árboles que veía a su alrededor, todo reposaba sobre Un suelo de cementoide yeso le<br />

contrariaba. Pensaba en los campos de kyrt, vastos y llanos y las cordilleras montañosas <strong>del</strong> sur. Despreciaba<br />

toda aquella artificialidad construida en medio de un paisaje de magnificencia.<br />

Durante media hora Terens anduvo errante al azar por los paseos. Lo que tenía quehacer, tenía que hacerlo en<br />

Ciudad Jardín. Incluso aquí podía ser imposible. En otro lugar, era imposible de verdad.<br />

Nadie le vio. Nadie advirtió su presencia. De eso estaba seguro. Preguntaba a los muchachos nobles que<br />

pasaron por su lado: «¿Habéis visto a un patrullero en el parque ayer?» Lo mismo hubiera podido preguntar si<br />

habían visto una oruga cruzar el camino.<br />

El parque estaba demasiado tranquilo. Empezó a notar que su pánico aumentaba. Bajó un camino y finas<br />

escaleras hasta llegar a una hondonada circular formada por una serie de curvas destinadas a albergar a las<br />

parejas sorprendidas por la lluvia de la noche. (Eran más las sorprendidos por otras causas que la casualidad.)<br />

Y entonces vio la que estaba buscando. ¡Un hombre! ¡Un Noble, mejor dicho! Un Noble andando arriba y abajo,<br />

fumando la colilla de un cigarro con fuertes chupadas y tirándolo finalmente al suelo, donde se apagó. Miró su<br />

reloj.<br />

No había nadie más en la hondonada. Era un sitio hecho para la tarde y la noche. Aquel hombre esperaba a<br />

alguien. Eso era obvio. Terens miró hacia atrás. Nadie le seguía. Podía quizás encontrar otra oportunidad, desde<br />

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