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07. Las Corrientes del Espacio

La historia ocurre durante el ascenso de Trántor desde ser una gran potencia regional hasta convertirse en un Imperio Galáctico, unificando millones de planetas. Esta historia ocurre alrededor del año 11.000 d. C. (inicialmente 34.500 d. C., según la cronología a principios de los años 1950), cuando el Imperio Trantoriano abarca aproximadamente la mitad de la Vía Láctea.

La historia ocurre durante el ascenso de Trántor desde ser una gran potencia regional hasta convertirse en un Imperio Galáctico, unificando millones de planetas. Esta historia ocurre alrededor del año 11.000 d. C. (inicialmente 34.500 d. C., según la cronología a principios de los años 1950), cuando el Imperio Trantoriano abarca aproximadamente la mitad de la Vía Láctea.

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-Déjeme hablar con él primero.<br />

-Yo creo que no haría ningún daño hacerle algunas preguntas, Fife -intervino Abel suavemente-. Si se muestra<br />

reacio a la cooperación o indigno de confianza, podemos tener en cuenta su demanda de extradición.<br />

Terens, que hasta entonces había permanecido concentrado en el estudio de sus 'dedos entrelazados, levantó<br />

la vista. Junz se volvió hacia él y le dijo:<br />

-Rik estuvo en su ciudad desde que lo encontraron, ¿verdad?<br />

-Sí.<br />

-¿Y estuvo usted todo el tiempo en la ciudad? Es decir . ¿no salió con alguna misión durante algún tiempo?<br />

-Los ediles no cumplen misiones en el campo. Su trabajo radica en la ciudad.<br />

-Perfectamente. Ahora tranquilícese, y no se ofenda. Imagino que debe formar parte de su trabajo estar al<br />

corriente de cualquier Noble que fuese de la ciudad¡ ¿no es eso?<br />

-Seguro. Cuando vienen.<br />

-¿Y vienen?<br />

-Una o dos veces -dijo Terens-. Pura rutina, se lo aseguro. Los Nobles no se ensucian las manos con el kyrt. El<br />

kyrt sin elaborar, quiero decir .<br />

-¡Sea respetuoso! -bramó Fife.<br />

Terens le dirigió una larga mirada y le dijo:<br />

-¿Puede usted conseguirlo?<br />

-Dejemos esto entre este hombre y el doctor Junz, Fife -intervino Abel conciliador-. Usted y yo somos<br />

espectadores.<br />

Junz sentía un destello de placer por la insolencia de Terens, pero dijo:<br />

-Conteste mis preguntas sin comentarios superfluos, por favor. Ahora bien, ¿quiénes fueron exactamente los<br />

Nobles que visitaron su ciudad durante el pasado año?<br />

-¿Cómo quiere que lo sepa? -respondió Terens con altivez-. No puedo contestar a esa pregunta. Los Nobles son<br />

Nobles y los indígenas son indígenas. Yo puedo ser un Edil, pero sigo siendo un indígena para ellos. No los<br />

recibo en las puertas de la ciudad y les pregunto sus nombres. Recibo un mensaje, eso es todo; Viene dirigido al<br />

«Edil». Dice que habrá una inspección' de los Nobles talo cual día y que tengo que tomar las disposiciones<br />

pertinentes. Entonces tengo que ocuparme de que los obreros lleven sus mejores ropas, que el molino esté<br />

limpio y en buen funcionamiento, que el suministro de kyrt sea vasto, que todo el mundo parezca contento y<br />

satisfecho, que las casas estén limpias y las calles en orden, que haya algunos bailarines a mano por si se da el<br />

caso de que los Nobles quieran disfrutar de algún baile indígena, que quizás alguna linda mucho.<br />

-Eso no interesa ahora, Edil -dijo Junz.<br />

-A usted no le ha interesado nunca eso. A mí sí. Después de su experiencia con los florinianos <strong>del</strong> Servicio Civil,<br />

Junz encontraba al Edil refrescante como un vaso de agua fresca. Tomó la decisión de que cualquier influencia<br />

que el CAEI pudiese aportar tenía que emplearse para impedir la entrega <strong>del</strong> Edil a los Nobles.<br />

En un tono más pausado, Terens siguió su relato:<br />

-De todos modos, ése es mi papel. Cuando vienen, lo arreglo todo con los demás. No sé quiénes son ni hablo<br />

con ellos.<br />

-¿Hubo alguna de esas inspecciones la semana antes de que el doctor de la Ciudad Alta encontrase la muerte?<br />

Supongo que sabe usted qué semana ocurrió...<br />

-Me parece que oí algo de eso en el noticiario de la radio. No creo que hubiese ninguna inspección por aquel<br />

tiempo. No podría jurarlo.<br />

-¿A quién pertenece su tierra? Terens hizo un gesto de desprecio con los labios.<br />

-Al señor de Fife.<br />

Steen intervino: rompiendo el diálogo con sorprendente rapidez.<br />

-¡Oh, oiga, de veras! ¡Con este interrogatorio está usted siendo un juguete en manos de Fife, doctor Junz! ¿No<br />

ve usted que no llegará a ninguna parte? ¿Imagina usted que si Fife quisiese montar una guardia alrededor de<br />

ese hombre se tomaría la molestia de hacer viajes a Florina para vigilarlo? ¿Para qué están los patrulleros? ¡De<br />

veras!<br />

-En un caso como éste -dijo Junz, al parecer perplejo-, con toda la economía mundial y acaso su propia<br />

seguridad física residiendo en el contenido <strong>del</strong> cerebro de un hombre, es natural que el autor de la psicoprueba<br />

no quisiese dejar su custodia a los patrulleros.<br />

-¿Incluso después de haber borrado todos los recuerdos de esa mente, por si acaso? -intervino Fife.<br />

Abel avanzó su labio inferior y frunció el ceño. Veía su última jugada caer en manos de Fife como todas las<br />

demás.<br />

-¿Había algún patrullero o grupo de patrulleros que estuviese ya en pie? -intentó nuevamente Junz, vacilando.<br />

-No lo sé. Para mí no son más que uniformes.<br />

Junz se volvió hacia Valona, produciendo el efecto de un súbito empujón. Un momento antes se había puesto de<br />

una palidez mortal y sus ojos se abrieron sin ver. A Junz no se le había escapado.<br />

-¿Y qué hay de ti, muchacha? -le preguntó.<br />

Pero ella se limitó a mover la cabeza, sin decir una palabra.<br />

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