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07. Las Corrientes del Espacio

La historia ocurre durante el ascenso de Trántor desde ser una gran potencia regional hasta convertirse en un Imperio Galáctico, unificando millones de planetas. Esta historia ocurre alrededor del año 11.000 d. C. (inicialmente 34.500 d. C., según la cronología a principios de los años 1950), cuando el Imperio Trantoriano abarca aproximadamente la mitad de la Vía Láctea.

La historia ocurre durante el ascenso de Trántor desde ser una gran potencia regional hasta convertirse en un Imperio Galáctico, unificando millones de planetas. Esta historia ocurre alrededor del año 11.000 d. C. (inicialmente 34.500 d. C., según la cronología a principios de los años 1950), cuando el Imperio Trantoriano abarca aproximadamente la mitad de la Vía Láctea.

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-Bien, esperémoslo. Tiene usted un mal informe, ¿sabe? -Sí, Edil. Le estoy muy agradecida por lo que ha hecho<br />

usted por mí en el pasado.<br />

-No tiene importancia. Siéntese. ¿Quiere comer o beber algo?<br />

-No, gracias, Edil. He comido ya.<br />

Se sentó, se echó atrás en su sillón y movió la cabeza. Era de buena educación entre los habitantes ofrecerse<br />

refrescos. Era de mala educación aceptarlos. Terens lo sabía. No insistió.<br />

-¿Qué ocurre, Valona? ¿Otra vez Rik? -preguntó.<br />

Valona asintió, pero pareció incapaz de dar más explicaciones.<br />

-¿Le pasa algo en el molino?<br />

-No, Edil.<br />

-¿Otra vez las jaquecas?<br />

-No, Edil.<br />

Terens esperó, agudizando la intensidad de su mirada. -Bien, Valona, no pretenderá usted que adivine lo que le<br />

pasa. Hable, o no podré ayudarla. Necesita usted alguna ayuda, supongo...<br />

-Sí, Edil -dijo. Y entonces estalló-. ¿Cómo puedo decírselo, Edil? ¡Si casi parece cosa de locos!<br />

Terens tuvo la tentación de acariciar su hombro, pero sabía que ella sentiría un estremecimiento a su contacto.<br />

Permanecía sentada con sus grandes manos ocultas, como era su costumbre, en su traje. Se fijó en que sus<br />

gruesos dedos se entrelazaban y retorcían.<br />

-Sea lo que sea, la escucharé -dijo él.<br />

-¿Recuerda, Edil, el día que vine a verle y le hablé <strong>del</strong> doctor y de lo que había dicho?<br />

-Sí, muy bien, Valona. Y le dije a usted parcialmente que no tenía que hacer nunca más una cosa así sin<br />

consultarme. ¿Lo recuerda?<br />

Valona abrió los ojos. No necesitaba estímulos para lamentar su error.<br />

-¡Y no volveré a hacerlo nunca más! Edil. Es sólo porque quiero recordarle que me dijo usted que haría cuanto<br />

fuese necesario por ayudarme a conservar a Rik...<br />

-Y lo haré, Valona. Bien, entonces, ¿es que las patrullas han preguntado por él?<br />

-¡Oh, no, Edil! ¿Cree que pueden?<br />

-Estoy seguro de que no -dijo, empezando a perder la paciencia-. Venga, Valona, dígame ya lo que pasa.<br />

-Edil, dice que quiere dejarme -dijo ella entornando los ojos-. Quiero que se lo impida.<br />

-¿Y por qué quiere dejarla?<br />

-Dice que está recordando cosas...<br />

El interés apareció en el rostro de Terens. Se inclinó hacia <strong>del</strong>ante y estuvo a punto de coger su mano.<br />

-¿Recordando cosas? ¿Qué cosas?<br />

Terens recordaba el día en que habían encontrado a Rik. Había visto un grupo de muchachos jóvenes reunidos<br />

cerca de uno de los canales de riego en las afueras <strong>del</strong> pueblo. Lanzaron sus estridentes voces para llamarle.<br />

-¡Edil! ¡Edil! -¿Qué pasa, Rasie? -preguntó al llegar corriendo. Se había propuesto conocer los nombres de<br />

todos los muchachos cuando venía a la ciudad. Rasie parecía contrariado.<br />

-Mire allí, Edil -dijo.<br />

Señalaba algo blanco que se retorcía y era Rik. Los demás chiquillos le daba a gritos confusas explicaciones.<br />

Terens consiguió entender que estaban jugando a un juego que comportaba correr, esconderse y perseguirse.<br />

Le explicaban apasionadamente el nombre <strong>del</strong> juego, cómo se jugaba, el momento en que había sido<br />

interrumpido, con una ligera discusión adicional acerca de cuál era el bando que estaba «ganando». Todo eso<br />

no tenía importancia, desde luego.<br />

Rasie, un muchacho moreno de doce años, había oído sollozar y se acercó cautelosamente. Esperaba<br />

encontrar algún animal, quizás una rata de los campos que hubiera resultado una buena caza y encontró a Rik.<br />

Todos los muchachos se encontraban en un estado de entre fascinación y asco ante la extraña visión. Era un<br />

ser humano casi desnudo, con la barbilla húmeda de baba, gimiendo y gritando débilmente, agitando con<br />

desaliento brazos y piernas. Unos ojos azules y vagos parecían brotar de su rostro cubierto por una pelusa<br />

parda. Por un instante sus ojos parecieron fijarse en los de Terens y levantando lentamente el pulgar se lo metió<br />

en la boca.<br />

-¡Mire, mire, Edil, se chupa el dedo! -gritó uno de los muchachos.<br />

El grito hizo estremecerse a la extraña figura. Su rostro se puso colorado y se contorsionó. Se oía un leve<br />

gemido no acompañado de lágrimas, pero el dedo seguía donde estaba. Aparecía rojo y húmedo en contraste<br />

con el resto de la pringosa mano. Terens trató de salir de su propio asombro ante la visión.<br />

-Bueno, bueno muchachos; estáis corriendo por aquí y vais a pisotear e1 campo de trigo. Estáis estropeando la<br />

cosecha y ya sabéis lo que significa como os pesquen. Seguid vuestro camino y no digáis nada de todo esto. Y<br />

oye, Rasie, corre a casa de Jencus y que venga enseguida.<br />

Jencus era lo más parecido a un doctor que la población disponía. Había pasado algún tiempo haciendo el<br />

aprendizaje con un verdadero doctor de la ciudad y debido a esto había sido relevado de todo trabajo en las<br />

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