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07. Las Corrientes del Espacio

La historia ocurre durante el ascenso de Trántor desde ser una gran potencia regional hasta convertirse en un Imperio Galáctico, unificando millones de planetas. Esta historia ocurre alrededor del año 11.000 d. C. (inicialmente 34.500 d. C., según la cronología a principios de los años 1950), cuando el Imperio Trantoriano abarca aproximadamente la mitad de la Vía Láctea.

La historia ocurre durante el ascenso de Trántor desde ser una gran potencia regional hasta convertirse en un Imperio Galáctico, unificando millones de planetas. Esta historia ocurre alrededor del año 11.000 d. C. (inicialmente 34.500 d. C., según la cronología a principios de los años 1950), cuando el Imperio Trantoriano abarca aproximadamente la mitad de la Vía Láctea.

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autonomía continental y tened la seguridad de que no hay mejor defensor de ella que yo. Esto en circunstancias<br />

ordinarias. Pero éstas no lo son: ¿Lo veis así?<br />

Más o menos a regañadientes, porque la autonomía continental no era cosa para abandonarse a la ligera, lo<br />

vieron así.<br />

Entonces -dijo Fife-, esperaremos la segunda jugada.<br />

Eso había ocurrido un año antes. Fue el fracaso más extraño y completo que pudo caer sobre el Señor de Fife<br />

durante su moderadamente larga y algo más que moderadamente audaz carrera.<br />

No hubo segunda jugada. Ninguno de ellos volvió a recibir carta alguna. El analista <strong>del</strong> espacio siguió perdido<br />

mientras Trantor proseguía su inútil investigación. No hubo ni rastro de apocalípticos rumores en Florina, y el<br />

cultivo y recolección <strong>del</strong> kyrt siguió su apacible curso.<br />

El Señor de Rune adquirió la costumbre de llamar a Fife cada semana.<br />

-Fife-solía decir-. ¿Hay algo nuevo? -Toda su masa grasienta se estremecía por la risa que salía difícilmente de<br />

su garganta,<br />

Fife se tomaba la cosa con calma. ¿Qué podía hacer? Una y otra vez pesaba los hechos. Era inútil. Faltaba<br />

algo. Faltaba algún factor vital.<br />

Y entonces todo estalló a la vez y no hubo contestación. Sabía que no había contestación y fue lo que él no<br />

había esperado. Convocó una nueva reunión y el cronómetro marcaba las dos veintinueve.<br />

Empezaban a aparecer. El primero Bort, después Steen, con el rostro lavado y limpio de pintura, ofreciendo un<br />

pálido y malsano aspecto. BaIle, indiferente y cansado, las mejillas hundidas, el brazo en su mullido sillón, un<br />

vaso de leche caliente a su lado. El último Rune, con dos minutos de retraso, los labios húmedos y siempre en la<br />

oscuridad. Esta vez la luz era tan tenue que no parecía más que una vaga sombra sentada en un cubo de<br />

sombras que las luces de Fife no hubieran podido iluminar aunque hubiesen tenido la fuerza <strong>del</strong> sol de Sark.<br />

-¡Señores! -comenzó Fife-. El año pasado especulé sobre un lejano y complicado peligro. Al hacerlo, caí en una<br />

trampa. El peligro existe, pero no es distante, es cercano, muy cercano. Uno de Vosotros sabe lo que quiero<br />

decir. Los otros lo sabrán en breve.<br />

-¿Qué quieres decir? -preguntó Bort secamente. -¡Alta traición! -exclamó Fife.<br />

10<br />

El fugitivo<br />

Myrlyn Terens era un hombre de acción. Se decía esto a sí mismo como excusa, porque mientras abandonaba<br />

el puerto espacial se sentía paralizado.<br />

Tenía que mantener su paso cuidadosamente. No demasiado despacio porque podría parecer que ganduleaba.<br />

No demasiado de prisa porque podría parecer que corría. Pausadamente, como andaría un patrullero, un<br />

patrullero que estuviese de servicio y fuese a tomar su coche terrestre.<br />

¡Si tan sólo pudiese tomar uno! Pero conducir no entraba dentro de la instrucción de un floriniano, ni siquiera de<br />

un Edil floriniano, de manera que trató de no pensar en ello y siguió andando despacio y en silencio.<br />

Y se sentía casi demasiado débil para caminar. Podía no ser un hombre de acción, pero durante un día, una<br />

noche y parte de otro día había obrado activamente. Había agotado toda su reserva de energía.<br />

Y sin embargo no se atrevía a detenerse. Si hubiese sido de noche hubiera encontrado algunas horas para<br />

pensar antes de decidir el nuevo paso a dar. Pero no disponía más que de sus piernas.<br />

Si pudiese pensar. Ahí estaba todo. Si pudiese pensar...<br />

Si pudiese suprimir todo movimiento, toda acción... Si pudiese dar orden al universo de que se detuviese por<br />

unos instantes, mientras él profundizaba la situación... Debía haber alguna manera.<br />

Penetró en las acogedoras sombras de Ciudad Baja. Seguía caminando como se lo había visto hacer a los<br />

patrulleros. <strong>Las</strong> calles estaban desiertas. Los indígenas se habían refugiado en sus cabañas. Tanto mejor.<br />

El Edil eligió su casa cuidadosamente, Era mejor elegir una de las buenas, con plástico de colores en las<br />

paredes y cristal polarizado en las ventanas. Siguió un corto sendero hasta la casa. Estaba un poco hundida en<br />

la calle, otro signo de calidad. Sabía que no tendría necesidad de golpear en la puerta ni de romperla. Mientras<br />

subía la rampa se había producido un visible movimiento en una de las ventanas. (Generaciones de necesidad<br />

habían capacitado a un floriniano para saber cuándo se aproximaba un patrullero.) La puerta se abriría, y la<br />

puerta se abrió.<br />

La abrió una muchacha joven con un círculo blanco alrededor de los ojos. Iba vestida con un traje cuyos adornos<br />

demostraban el esfuerzo de sus padres por elevar su categoría por encima <strong>del</strong> ordinario «vulgo floriniano». Se<br />

apartó un poco para dejarle pasar, jadeando ligeramente.<br />

El Edil le hizo signo de que cerrase la puerta.<br />

-¿Está en casa tu padre, muchacha?<br />

-¡Pa...! -gritó la chiquilla. Y, jadeante, añadió-: Sí, señor.<br />

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