10. Hacia la Fundación
En Hacia la Fundación, Isaac Asimov continúa narrando la biografía de Hari Seldon, que empezó a relatar en Preludio a la Fundación. El libro comienza en Trántor, la capital del Imperio Galáctico, 8 años después de los sucesos ocurridos en Preludio a la Fundación. En esta novela se muestra como Seldon desarrolló su teoría de la psicohistoria desde el concepto hipotético hasta una aplicación práctica a los sucesos del Imperio Galáctico.
En Hacia la Fundación, Isaac Asimov continúa narrando la biografía de Hari Seldon, que empezó a relatar en Preludio a la Fundación. El libro comienza en Trántor, la capital del Imperio Galáctico, 8 años después de los sucesos ocurridos en Preludio a la Fundación. En esta novela se muestra como Seldon desarrolló su teoría de la psicohistoria desde el concepto hipotético hasta una aplicación práctica a los sucesos del Imperio Galáctico.
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
-Sí, envíelo.<br />
No era el momento más adecuado para ver a Gruber, pero Seldon había accedido en<br />
un momento de debilidad al percibir <strong>la</strong> inquietud del jardinero.<br />
Un primer ministro no debería tener semejantes momentos de debilidad, pero Seldon<br />
había sido Seldon mucho tiempo antes de convertirse en primer ministro.<br />
-Entre, Gruber -dijo amablemente.<br />
Gruber se p<strong>la</strong>ntó de<strong>la</strong>nte de él e inclinó <strong>la</strong> cabeza en un movimiento mecánico mientras<br />
sus ojos se desp<strong>la</strong>zaban velozmente en todas direcciones. Seldon estaba casi seguro de<br />
que el jardinero nunca había estado en ninguna habitación amueb<strong>la</strong>da con tanta<br />
magnificencia, y sintió el perverso impulso de decir: «¿Te gusta? Bueno, pues hazme el<br />
favor de quedárte<strong>la</strong>... No <strong>la</strong> quiero para nada.» Pero no lo dijo.<br />
-¿Qué ocurre, Gruber? ¿Por qué está tan abatido?<br />
No hubo ninguna respuesta inmediata, y Gruber se limitó a mirarle con una sonrisa<br />
vacua en los <strong>la</strong>bios.<br />
-Siéntese, Gruber -dijo Seldon-. Ahí mismo, en esa sil<strong>la</strong>.<br />
-Oh, no, primer ministro. No sería correcto. La ensuciaría y...<br />
-Si <strong>la</strong> ensucia no costará mucho limpiar<strong>la</strong>. Haga lo que le digo, vamos... lBien! Y ahora,<br />
tómese un par de minutos de descanso y ponga algo de orden en sus pensamientos.<br />
Dígame lo que le ocurre cuando le parezca que está un poco más calmado.<br />
Gruber guardó silencio durante unos momentos, y de repente <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras empezaron<br />
a brotar a chorros de sus <strong>la</strong>bios.<br />
-Primer ministro, he de ser jefe de jardineros... El bendito emperador en persona me lo<br />
dijo.<br />
-Sí, ya me he enterado, pero no será eso lo que le tiene tan preocupado, ¿verdad? Su<br />
nuevo puesto es algo por lo que hay que felicitarle, y le felicito. Puede que incluso haya<br />
contribuido un poquito a que lo consiga, Gruber. Nunca he olvidado el valor de que dio<br />
muestra cuando estuvieron a punto de asesinarme, y puede estar seguro de que le hablé<br />
de ello a Su Majestad Imperial. Es una recompensa adecuada, Gruber, y en cualquier<br />
caso se merece el ascenso: su historial pone de manifiesto que reúne todas <strong>la</strong>s<br />
cualificaciones necesarias para ser jefe de jardineros. Bien, ahora que nos hemos<br />
ocupado de eso, cuénteme qué es lo que le preocupa.<br />
-Primer ministro, lo que me preocupa es precisamente el puesto y el ascenso. No estoy<br />
cualificado, no podré enfrentarme a...<br />
-Tenemos el convencimiento de que sí lo está.<br />
Gruber se puso aún más nervioso.<br />
-Tendré que estar sentado en un despacho, ¿no? No lo soportaría. No podría moverme<br />
al aire libre y trabajar con <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>ntas y los animales. Sería como si estuviera en una<br />
prisión, primer ministro.<br />
Seldon abrió mucho los ojos.<br />
-Nada de eso, Gruber. No tiene por qué permanecer en el despacho ni un segundo<br />
más de lo estrictamente necesario. Podría ir y venir por los jardines supervisándolo todo.<br />
Disfrutará del aire libre cuanto quiera, con <strong>la</strong> única diferencia de que se ahorrará el trabajo<br />
duro.<br />
-Quiero trabajar duro, primer ministro, y no me dejarán salir del despacho. He visto lo<br />
que le ocurre al actual jefe de jardineros. Nunca podía salir de su despacho por mucho<br />
que lo deseara... Hay demasiado trabajo administrativo, demasiado papeleo. Si quiere<br />
enterarse de lo que ocurre tenemos que ir a su despacho para contárselo. Ve <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>ntas<br />
y los animales en <strong>la</strong> holovisión... -Gruber pronunció <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra con un desprecio infinito-.<br />
¡Como si se pudiera saber algo sobre <strong>la</strong>s cosas vivas que crecen a través de <strong>la</strong>s<br />
imágenes! Eso no es para mí, primer ministro.<br />
-Vamos, Gruber, no se comporte como si fuera un niño... No está tan mal. Se<br />
acostumbrará al nuevo puesto. Se irá adaptando poco a poco.