10. Hacia la Fundación
En Hacia la Fundación, Isaac Asimov continúa narrando la biografía de Hari Seldon, que empezó a relatar en Preludio a la Fundación. El libro comienza en Trántor, la capital del Imperio Galáctico, 8 años después de los sucesos ocurridos en Preludio a la Fundación. En esta novela se muestra como Seldon desarrolló su teoría de la psicohistoria desde el concepto hipotético hasta una aplicación práctica a los sucesos del Imperio Galáctico.
En Hacia la Fundación, Isaac Asimov continúa narrando la biografía de Hari Seldon, que empezó a relatar en Preludio a la Fundación. El libro comienza en Trántor, la capital del Imperio Galáctico, 8 años después de los sucesos ocurridos en Preludio a la Fundación. En esta novela se muestra como Seldon desarrolló su teoría de la psicohistoria desde el concepto hipotético hasta una aplicación práctica a los sucesos del Imperio Galáctico.
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Agis se interrumpió de repente como si acabara de comprender que a Seldon no le<br />
importaban en lo más mínimo los p<strong>la</strong>nes de los rebeldes o <strong>la</strong> Universidad de Santanni...,<br />
al menos en aquellos momentos.<br />
-Hari, si le hace sentirse mejor recuerde que su hijo murió defendiendo el conocimiento.<br />
Raych no luchó y murió por el Imperio, sino por <strong>la</strong> Humanidad.<br />
Seldon alzó <strong>la</strong> cabeza y sus ojos llenos de lágrimas se c<strong>la</strong>varon en <strong>la</strong> holopantal<strong>la</strong>.<br />
-¿Y Manel<strong>la</strong> y <strong>la</strong> pequeña Bellis? -preguntó con un hilo de voz-. ¿Qué ha sido de ellos?<br />
¿Habéis logrado averiguar algo sobre el Arcadia VII?<br />
-Todas mis investigaciones han resultado infructuosas, Hari. El Arcadia VII salió de<br />
Santanni como le dijeron, pero parece haber desaparecido. Es posible que fuera<br />
secuestrado por rebeldes o quizás haya tenido que desviarse por alguna emergencia...,<br />
de momento no sabemos nada.<br />
Seldon asintió.<br />
-Gracias, Agis. Me habéis comunicado noticias trágicas, pero por lo menos ahora sé<br />
algo de lo ocurrido. No saber nada era mucho peor. Sois un verdadero amigo.<br />
-Le dejo con esas noticias, amigo mío..., y con sus recuerdos -dijo el emperador.<br />
Su imagen se desvaneció de <strong>la</strong> pantal<strong>la</strong>. Hari Seldon apoyó los brazos sobre el<br />
escritorio, inclinó <strong>la</strong> cabeza y lloró.<br />
30<br />
Wanda Seldon ajustó el cinturón de su unitraje y lo dejó un poco más apretado.<br />
Después cogió una azada y empezó a cortar los hierbajos que habían brotado en el<br />
pequeño jardín que había creado de<strong>la</strong>nte del Edificio Psicohistoria de Streeling. Wanda<br />
solía pasar <strong>la</strong> mayor parte de su tiempo trabajando con el primer radiante en su despacho.<br />
Su precisa elegancia estadística <strong>la</strong> aliviaba, y aquel<strong>la</strong>s ecuaciones invariables parecían<br />
tranquilizar<strong>la</strong> al asegurarle que aún existía algo sólido en aquel Imperio enloquecido.<br />
Pero cuando los recuerdos de sus seres queridos -su padre, su madre y su hermana<br />
pequeña- se volvían imposibles de soportar, cuando ni siquiera sus investigaciones<br />
podían apartar su mente de <strong>la</strong>s horribles pérdidas sufridas, Wanda siempre acababa por<br />
encontrarse en el jardín, hurgando en el suelo terraformado como si el insuf<strong>la</strong>r vida a unas<br />
cuantas p<strong>la</strong>ntas pudiese disminuir su dolor mínimamente.<br />
Había transcurrido un mes desde <strong>la</strong> muerte de su padre y <strong>la</strong> desaparición de Manel<strong>la</strong> y<br />
Bellis. Wanda, que siempre había sido bastante delgada, no habia parado de perder peso.<br />
Unos meses atrás, <strong>la</strong> pérdida repentina de su apetito habría preocupado terriblemente a<br />
Seldon, pero ahora estaba tan absorto en su pena que parecía no darse cuenta.<br />
Hari y Wanda Seldon y los escasos co<strong>la</strong>boradores que seguían trabajando en el<br />
proyecto psicohistoria, habían sufrido un gran cambio. Hari parecía haberse rendido<br />
definitivamente. Pasaba <strong>la</strong> mayor parte del tiempo sentado en un sillón en el so<strong>la</strong>rio de<br />
Streeling, contemp<strong>la</strong>ndo el recinto universitario y absorbiendo el calor emitido por <strong>la</strong>s<br />
bombil<strong>la</strong>s que bril<strong>la</strong>ban sobre su cabeza. De vez en cuando los miembros del proyecto le<br />
decían a Wanda que su guardaespaldas, un hombre l<strong>la</strong>mado Stettin Palver, había logrado<br />
convencerle de que diera un paseo por debajo de <strong>la</strong> cúpu<strong>la</strong> o que había intentado<br />
arrastrarle a una discusión sobre <strong>la</strong> dirección que seguiría el proyecto en el futuro.<br />
Wanda se había concentrado en el estudio de <strong>la</strong>s fascinantes ecuaciones del primer<br />
radiante. Podía sentir cómo el futuro por el que su abuelo había luchado durante tanto<br />
tiempo al fin cobraba forma, y sabía que Seldon estaba en lo cierto. Los enciclopedistas<br />
serían <strong>la</strong> <strong>Fundación</strong> y debían insta<strong>la</strong>rse en Terminus.<br />
Y <strong>la</strong> sección 33A2D17... Siempre que <strong>la</strong> repasaba, Wanda podía ver en el<strong>la</strong> el germen<br />
de aquello a lo que Seldon l<strong>la</strong>maba <strong>la</strong> segunda <strong>Fundación</strong> o <strong>la</strong> <strong>Fundación</strong> secreta.<br />
Pero... ¿Cómo conseguir que llegara a convertirse en realidad? Sin el interés activo de<br />
Seldon, Wanda no sabía cómo seguir ade<strong>la</strong>nte, y el dolor provocado por <strong>la</strong> destrucción de