10. Hacia la Fundación
En Hacia la Fundación, Isaac Asimov continúa narrando la biografía de Hari Seldon, que empezó a relatar en Preludio a la Fundación. El libro comienza en Trántor, la capital del Imperio Galáctico, 8 años después de los sucesos ocurridos en Preludio a la Fundación. En esta novela se muestra como Seldon desarrolló su teoría de la psicohistoria desde el concepto hipotético hasta una aplicación práctica a los sucesos del Imperio Galáctico.
En Hacia la Fundación, Isaac Asimov continúa narrando la biografía de Hari Seldon, que empezó a relatar en Preludio a la Fundación. El libro comienza en Trántor, la capital del Imperio Galáctico, 8 años después de los sucesos ocurridos en Preludio a la Fundación. En esta novela se muestra como Seldon desarrolló su teoría de la psicohistoria desde el concepto hipotético hasta una aplicación práctica a los sucesos del Imperio Galáctico.
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-No. Quiero casarme con el<strong>la</strong> porque <strong>la</strong> amo.<br />
Raych acabó saliéndose con <strong>la</strong> suya, pero después de <strong>la</strong> ceremonia Manel<strong>la</strong> se volvió<br />
hacia él.<br />
-Puede que tu madre haya asistido a <strong>la</strong> boda porque tú insististe en ello, Raych, pero<br />
su rostro me recordaba a uno de esos nubarrones de tormenta que dejan sueltos de vez<br />
en cuando para que naveguen por debajo de <strong>la</strong> cúpu<strong>la</strong>.<br />
Raych se rió.<br />
-Mi madre no tiene el tipo de facciones que te puede hacer pensar en un nubarrón de<br />
tormenta. Son imaginaciones tuyas.<br />
-Nada de eso. ¿Cómo conseguiremos convencer<strong>la</strong> de que nos dé una oportunidad?<br />
-Tendremos que armarnos de paciencia. Ya se irá acostumbrando.<br />
Pero Dors Venabili no se acostumbró a <strong>la</strong> nueva situación.<br />
Wanda nació dos años después de <strong>la</strong> boda. Manel<strong>la</strong> y Raych no tuvieron nada que<br />
reprochar a <strong>la</strong> actitud de Dors hacia <strong>la</strong> niña, pero para <strong>la</strong> madre de Raych, <strong>la</strong> madre de<br />
Wanda siguió siendo «esa mujer».<br />
6<br />
Hari Seldon estaba luchando con <strong>la</strong> me<strong>la</strong>ncolía. Dors, Raych, Yugo y Manel<strong>la</strong> se<br />
habían turnado para sermonearle, y todos habían co<strong>la</strong>borado en el esfuerzo común de<br />
asegurarle que los sesenta años no eran <strong>la</strong> ancianidad.<br />
No lo entendían. Cuando se le presentó el primer atisbo de <strong>la</strong> psicohistoria Seldon tenía<br />
treinta años, treinta y dos cuando pronunció su famosa conferencia en <strong>la</strong> Convención<br />
Decenal, y a partir de aquel momento todo pareció ocurrirle a <strong>la</strong> vez. Después de su breve<br />
entrevista con Cleón tuvo que huir por todo Trantor y conoció a Demerzel, Dors, Yugo y<br />
Raych, por no mencionar a los habitantes de Micógeno, Dahl y Wye.<br />
Tenía cuarenta años cuando fue nombrado primer ministro y cincuenta cuando<br />
presentó su dimisión. Ahora tenía sesenta años.<br />
Había invertido treinta años en <strong>la</strong> psicohistoria. ¿Cuántos años más le exigiría?<br />
¿Cuántos años más viviría? ¿Sería posible que acabara muriendo y dejara el proyecto de<br />
<strong>la</strong> psicohistoria inacabado después de todos sus esfuerzos?<br />
Fue a ver a Yugo Amaryl. Durante los últimos años el proyecto de <strong>la</strong> psicohistoria no<br />
había parado de crecer y complicarse, y Amaryl y Seldon se habían distanciado un poco.<br />
Durante sus primeros años en Streeling todo se reducía a Seldon y Amaryl trabajando<br />
juntos, sin nadie más.<br />
Ahora...<br />
Amaryl ya casi tenía cincuenta años, había dejado muy atrás su juventud, y parecía<br />
haber perdido su contagioso entusiasmo. Durante todos aquellos años no se había<br />
interesado por nada que no fuese <strong>la</strong> psicohistoria: esposa, compañera, aficiones,<br />
actividades secundarias..., todo aquello no figuraba en su vida.<br />
Amaryl alzó <strong>la</strong> cabeza hacia Seldon y parpadeó. Seldon no pudo evitar percatarse de<br />
los cambios producidos en su apariencia. Una parte de ellos quizá se debieran a que<br />
Yugo se había arreg<strong>la</strong>do los ojos. Veía perfectamente, pero los nuevos ojos tenían un<br />
aspecto vagamente artificial y tendía a parpadear muy despacio, dando <strong>la</strong> impresión de<br />
que estaba adormi<strong>la</strong>do.<br />
-¿Qué opinas, Yugo? -preguntó Seldon-. ¿Se ve alguna luz al final del túnel?<br />
-¿Luz? Bien, de hecho... Sí -dijo Yugo-. Tamwile E<strong>la</strong>r, el nuevo... Ya le conoces,<br />
naturalmente.<br />
-Oh, sí. Yo le contraté. Muy vigoroso y agresivo, ¿no? ¿Qué tal le van <strong>la</strong>s cosas?<br />
-Bueno, Hari, <strong>la</strong> verdad es que no me siento muy cómodo cuando estoy con él. Su risa<br />
ensordecedora me crispa los nervios, pero es muy bril<strong>la</strong>nte. El nuevo sistema de