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10. Hacia la Fundación

En Hacia la Fundación, Isaac Asimov continúa narrando la biografía de Hari Seldon, que empezó a relatar en Preludio a la Fundación. El libro comienza en Trántor, la capital del Imperio Galáctico, 8 años después de los sucesos ocurridos en Preludio a la Fundación. En esta novela se muestra como Seldon desarrolló su teoría de la psicohistoria desde el concepto hipotético hasta una aplicación práctica a los sucesos del Imperio Galáctico.

En Hacia la Fundación, Isaac Asimov continúa narrando la biografía de Hari Seldon, que empezó a relatar en Preludio a la Fundación. El libro comienza en Trántor, la capital del Imperio Galáctico, 8 años después de los sucesos ocurridos en Preludio a la Fundación. En esta novela se muestra como Seldon desarrolló su teoría de la psicohistoria desde el concepto hipotético hasta una aplicación práctica a los sucesos del Imperio Galáctico.

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-Como he dicho, queremos disponer de <strong>la</strong> psicohistoria sin Seldon -prosiguió-. De todas<br />

formas Seldon es un hombre acabado. Cuanto más le estudio más veo a un viejo<br />

estudioso que está viviendo de sus logros pasados. Ha dispuesto de casi treinta años<br />

para desarrol<strong>la</strong>r <strong>la</strong> psicohistoria y no lo ha conseguido. Sin él, y con otras personas al<br />

frente del proyecto, es posible que el desarrollo de <strong>la</strong> psicohistoria avance con más<br />

rapidez.<br />

-Sí, estoy de acuerdo. Y respecto a <strong>la</strong> mujer...<br />

-Bueno, no <strong>la</strong> habíamos tenido en cuenta porque siempre había procurado permanecer<br />

en un discreto segundo p<strong>la</strong>no, pero ahora tengo <strong>la</strong> firme sospecha de que resultará muy<br />

difícil, y quizás imposible, eliminar a Seldon discretamente sin implicar al gobierno<br />

mientras esa mujer siga con vida.<br />

-¿Realmente cree que esa mujer sería capaz de hacernos pedazos si estuviera<br />

convencida de que hemos hecho daño a su esposo? -preguntó el general, y su boca se<br />

frunció en una mueca despectiva.<br />

-Sí, creo que lo haría y que además crearía una rebelión popu<strong>la</strong>r. Todo ocurriría<br />

exactamente como prometió.<br />

-Se está convirtiendo en un cobarde, Linn.<br />

-General, por favor... Estoy intentando ser prudente y seguir los dictados del sentido<br />

común. No me estoy echando atrás. Debemos ocuparnos de <strong>la</strong> mujer tigre. -Se quedó<br />

cal<strong>la</strong>do y pensó durante unos momentos-. De hecho, mis fuentes de información ya lo<br />

habían aconsejado, y admito que hasta el momento había prestado muy poca atención a<br />

este asunto.<br />

-¿Y cómo cree que podemos librarnos de el<strong>la</strong>?<br />

-No lo sé -dijo Linn-. Pero otra persona quizá podría hacerlo -añadió hab<strong>la</strong>ndo muy<br />

despacio.<br />

18<br />

Seldon también había pasado ma<strong>la</strong> noche, y el nuevo día no prometía ser mucho<br />

mejor. Hari casi nunca se enfadaba con Dors, pero esta vez estaba muy enfadado con<br />

el<strong>la</strong>.<br />

-iQué temeridad, qué estupidez! -exc<strong>la</strong>mó-. ¿No bastaba con que estuviéramos<br />

alojados en el hotel? Eso ya era más que suficiente para que un gobernante paranoico<br />

empezara a pensar en alguna c<strong>la</strong>se de conspiración.<br />

-¿Qué c<strong>la</strong>se de conspiración podía haber, Hari? Ibamos desarmados. Era un día<br />

festivo, el toque final a <strong>la</strong> celebración de tu cumpleaños. No suponíamos ninguna<br />

amenaza.<br />

-Sí, pero después tú llevaste a cabo <strong>la</strong> invasión del recinto imperial. Fue<br />

imperdonable... Fuiste corriendo al pa<strong>la</strong>cio para interferir mi entrevista con el general, a<br />

pesar de que había dejado manifestado en varias ocasiones que no quería que estuvieses<br />

allí. Tenía mis propios p<strong>la</strong>nes, ¿sabes?<br />

-Tus deseos, tus órdenes y tus p<strong>la</strong>nes son secundarios con respecto a tu seguridad -<br />

dijo Dors-. Era lo que más me preocupaba.<br />

-No corría ningún peligro.<br />

-No puedo permitirme el lujo de darlo por supuesto. Ya ha habido dos intentos de<br />

acabar con tu vida. ¿Qué te hace pensar que no habrá un tercero?<br />

-Los dos intentos se llevaron a cabo cuando era primer ministro, y supongo que por<br />

aquel entonces era lo bastante importante para que intentaran asesinarme. ¿Quién puede<br />

querer matar a un viejo matemático?<br />

-Eso es justamente lo que quiero averiguar y lo que debemos impedir -dijo Dors-.<br />

Tendré que empezar haciendo algunas preguntas en el proyecto.<br />

-No. Lo único que conseguirás será poner nervioso al personal. Déjales en paz.

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