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10. Hacia la Fundación

En Hacia la Fundación, Isaac Asimov continúa narrando la biografía de Hari Seldon, que empezó a relatar en Preludio a la Fundación. El libro comienza en Trántor, la capital del Imperio Galáctico, 8 años después de los sucesos ocurridos en Preludio a la Fundación. En esta novela se muestra como Seldon desarrolló su teoría de la psicohistoria desde el concepto hipotético hasta una aplicación práctica a los sucesos del Imperio Galáctico.

En Hacia la Fundación, Isaac Asimov continúa narrando la biografía de Hari Seldon, que empezó a relatar en Preludio a la Fundación. El libro comienza en Trántor, la capital del Imperio Galáctico, 8 años después de los sucesos ocurridos en Preludio a la Fundación. En esta novela se muestra como Seldon desarrolló su teoría de la psicohistoria desde el concepto hipotético hasta una aplicación práctica a los sucesos del Imperio Galáctico.

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Seldon se sentó y dio unas palmaditas sobre su regazo.<br />

-Ven, Wanda.,Siéntate aquí y cuéntame tus problemas.<br />

La niña obedeció y se removió durante unos momentos hasta estar cómoda.<br />

-Tengo miedo.<br />

Seldon <strong>la</strong> rodeó con un brazo.<br />

-Te aseguro que tu viejo abuelo es de lo más inofensivo.<br />

Manel<strong>la</strong> torció el gesto.<br />

-No tendrías que haber usado esa pa<strong>la</strong>bra.<br />

Seldon alzó los ojos hacia el<strong>la</strong>.<br />

-¿Cuál? ¿Abuelo?<br />

-No. Viejo.<br />

Aquello pareció romper el dique, y Wanda se echó a llorar.<br />

-Eres viejo, abuelo.<br />

-Sí, supongo que sí. Tengo sesenta años. -Seldon se inclinó para acercar su rostro al<br />

de Wanda-. A mí tampoco me gusta demasiado, Wanda, por eso me alegro de que tú sólo<br />

tengas siete años y vayas a cumplir ocho.<br />

-Tienes los cabellos b<strong>la</strong>ncos, abuelo.<br />

-No siempre los tuve. Se me volvieron b<strong>la</strong>ncos hace poco.<br />

-Los cabellos b<strong>la</strong>ncos quieren decir que te vas a morir, abuelo.<br />

Seldon puso cara de sorpresa.<br />

-¿A qué viene todo esto? -preguntó volviéndose hacia Manel<strong>la</strong>.<br />

-No lo sé, Hari. Son ideas que se le han ocurrido de repente.<br />

-Tuve una pesadil<strong>la</strong> -dijo Wanda.<br />

Seldon carraspeó para ac<strong>la</strong>rarse <strong>la</strong> garganta.<br />

-Todos tenemos pesadil<strong>la</strong>s de vez en cuando, Wanda. Es bueno que <strong>la</strong>s tengamos. Los<br />

sueños nos libran de los malos pensamientos, y cuando nos hemos librado de ellos nos<br />

sentimos mejor.<br />

-Soñé que te morías, abuelo.<br />

-Lo sé, lo sé... Se puede soñar con <strong>la</strong> muerte, pero eso no significa que el sueño tenga<br />

ninguna importancia. Mírame. ¿No ves lo vivo que estoy? Estoy contento..., mira, me río...<br />

i¿engo aspecto de estar muriendo? Venga, responde.<br />

-N-no.<br />

-Bueno, pues deja de preocuparte. Ahora sal a jugar y olvida todo esto. Celebraré mi<br />

cumpleaños y todo el mundo lo pasará en grande. Anda, querida, ve a jugar.<br />

Wanda se marchó con cara de estar más tranqui<strong>la</strong>, pero Seldon le hizo una seña a<br />

Manel<strong>la</strong> pidiéndole que se quedara.<br />

2<br />

-¿De dónde crees que puede haber sacado semejante idea? -preguntó Seldon.<br />

-Vamos, Hari... Tenía un gecko salvaniano que murió, ¿recuerdas? El padre de una<br />

amiguita suya murió en un accidente y ve muertes en <strong>la</strong> holovisión continuamente. Ningún<br />

niño puede estar lo bastante protegido como para ignorar que <strong>la</strong> muerte existe y,<br />

francamente, no me gustaría que mi hija estuviese tan protegida. La muerte forma parte<br />

esencial de <strong>la</strong> vida, y Wanda tiene que hacerse a <strong>la</strong> idea.<br />

-No me refería a <strong>la</strong> muerte en general, Manel<strong>la</strong>. Me refería a mi muerte en particu<strong>la</strong>r.<br />

¿Quién le ha metido esa idea en <strong>la</strong> cabeza?<br />

Manel<strong>la</strong> vaciló. Quería mucho a Hari Seldon. «¿Quién podría no quererle? -pensó-.<br />

¿Cómo puedo decírselo?» Pero... Tenía que decírselo, ¿no?<br />

-Hari, tú mismo se <strong>la</strong> metiste en <strong>la</strong> cabeza -murmuró.<br />

-¿Yo?

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