10. Hacia la Fundación
En Hacia la Fundación, Isaac Asimov continúa narrando la biografía de Hari Seldon, que empezó a relatar en Preludio a la Fundación. El libro comienza en Trántor, la capital del Imperio Galáctico, 8 años después de los sucesos ocurridos en Preludio a la Fundación. En esta novela se muestra como Seldon desarrolló su teoría de la psicohistoria desde el concepto hipotético hasta una aplicación práctica a los sucesos del Imperio Galáctico.
En Hacia la Fundación, Isaac Asimov continúa narrando la biografía de Hari Seldon, que empezó a relatar en Preludio a la Fundación. El libro comienza en Trántor, la capital del Imperio Galáctico, 8 años después de los sucesos ocurridos en Preludio a la Fundación. En esta novela se muestra como Seldon desarrolló su teoría de la psicohistoria desde el concepto hipotético hasta una aplicación práctica a los sucesos del Imperio Galáctico.
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preparándose para el ataque, pero Palver fue más rápido y también les derribó sin darles<br />
tiempo para comprender qué les había ocurrido.<br />
El incidente había terminado casi tan deprisa como había empezado. Seldon se había<br />
hecho a un <strong>la</strong>do, y se apoyaba pesadamente en su bastón mientras temb<strong>la</strong>ba al pensar<br />
en lo cerca que habían estado de salir malparados.<br />
Palver, jadeando ligeramente a causa del esfuerzo, miró rápidamente a su alrededor.<br />
Sus tres agresores yacían inconscientes sobre <strong>la</strong> acera desierta bajo <strong>la</strong> cúpu<strong>la</strong> que se iba<br />
oscureciendo.<br />
-lVenga, salgamos de aquí lo más deprisa posible! -volvió a apremiarle Palver, pero<br />
esta vez no era de los atacantes de quien huirían.<br />
-Stettin, no podemos marcharnos -dijo Seldon, y movió una mano seña<strong>la</strong>ndo a los<br />
inconscientes aspirantes a atracadores-. No son más que unos críos... Puede que estén<br />
muriendo. ¿Cómo podemos darles <strong>la</strong> espalda y marcharnos? Sería inhumano..., sí, sería<br />
inhumano, y <strong>la</strong> humanidad es justo lo que he intentado proteger durante todos estos años.<br />
Seldon golpeó el suelo con <strong>la</strong> punta de su bastón como queriendo dar más énfasis a<br />
sus pa<strong>la</strong>bras, y una plena convicción brilló en sus ojos.<br />
-Tonterías -replicó Palver-. Lo que es inhumano es el que atracadores como éstos<br />
puedan atacar a ciudadanos inocentes como usted. ¿Cree que habrían tenido algún<br />
miramiento? Le habrían c<strong>la</strong>vado un cuchillo en <strong>la</strong>s tripas para robarle hasta el último<br />
crédito sin dudarlo un instante..., iy luego le habrían dado unas cuantas patadas antes de<br />
salir huyendo! No tardarán en recobrar el conocimiento y se <strong>la</strong>rgarán para <strong>la</strong>merse <strong>la</strong>s<br />
heridas, o alguien les encontrará y l<strong>la</strong>mará a <strong>la</strong> central de seguridad.<br />
»Pero tiene que pensar en sí mismo, Hari. Después de lo ocurrido <strong>la</strong> última vez, si<br />
vuelven a re<strong>la</strong>cionarle con otro incidente violento puede tener muchos problemas. Por<br />
favor, Hari... iHemos de irnos lo más deprisa posible!<br />
Palver le cogió del brazo y Seldon se dejó llevar después de <strong>la</strong>nzar una última mirada<br />
hacia atrás.<br />
Los ecos de <strong>la</strong>s pisadas de Seldon y Palver se debilitaron rápidamente hasta perderse<br />
en <strong>la</strong> lejanía, y una silueta emergió de detrás de los árboles que le habían servido como<br />
escondite.<br />
-Bien, profesor, no creo que sea <strong>la</strong> persona más indicada para explicarme lo que está<br />
bien y lo que está mal -murmuró el joven de ojos taciturnos mientras dejaba escapar una<br />
risita.<br />
Después giró sobre sus talones para avisar a los agentes de seguridad.<br />
26<br />
-¡Orden! iQuiero orden en <strong>la</strong> sa<strong>la</strong>! -gritó <strong>la</strong> juez Tejan Popjens Lih.<br />
La comparecencia pública del profesor «Cuervo» Seldon y su joven co<strong>la</strong>borador Stettin<br />
Palver había creado un gran revuelo entre <strong>la</strong> pob<strong>la</strong>ción de Trantor. Aquí estaba el hombre<br />
que había predicho <strong>la</strong> caída del Imperio, <strong>la</strong> decadencia de <strong>la</strong> civilización, que había pedido<br />
regresar a <strong>la</strong> época dorada de <strong>la</strong> cortesía y el orden..., y según un testigo ocu<strong>la</strong>r era el<br />
mismo hombre que había ordenado que tres jóvenes trantorianos recibieran una paliza<br />
brutal sin ninguna provocación aparente. Ah, sí, <strong>la</strong> comparecencia prometía ser realmente<br />
espectacu<strong>la</strong>r, y no cabía duda de que tendría como resultado un juicio todavía más<br />
espectacu<strong>la</strong>r.<br />
La juez pulsó un botón disimu<strong>la</strong>do en un panel de su estrado y el estrepitoso retumbar<br />
de un gong resonó en <strong>la</strong> atestada sa<strong>la</strong> del tribunal.<br />
-Quiero orden en <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> -repitió <strong>la</strong> juez contemp<strong>la</strong>ndo a <strong>la</strong> multitud algo más cal<strong>la</strong>da-.<br />
Si es necesario ordenaré que despejen <strong>la</strong> sa<strong>la</strong>. Es una advertencia, y no voy a repetir<strong>la</strong>.<br />
Su túnica escar<strong>la</strong>ta convertía a <strong>la</strong> juez en una presencia imponente. Lih había nacido<br />
en Listena, un mundo exterior, y su tez tenía un imperceptible matiz azu<strong>la</strong>do que se