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Observatorio del Caribe, Nº2, Otoño Sur 2010 - CAEI

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<strong>Observatorio</strong> <strong>del</strong> <strong>Caribe</strong>, Número 2, Año I, Otoño <strong>Sur</strong> <strong>2010</strong>instaba al Gobierno de Cuba a liberar de forma inmediata e incondicional a todos los presos políticos y,como corolario, la cámara europea se opuso a la normalización de las relaciones económicas, financieras ycomerciales con Cuba. Entre las reacciones de condena al gobierno cubano se sumaron a la de la UE la <strong>del</strong>gobierno de Estados Unidos y Chile, la condena de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, deAmnistía Internacional y de Reporteros sin Fronteras, entre otras. Por su parte Lula da Silva, presidente deBrasil, al igual que José Mujica y Evo Morales, presidentes de Uruguay y Bolivia respectivamente, y RafaelCorrea de Ecuador, brindaron su apoyo a Cuba y defendieron el derecho de la nación caribeña a resolversus problemas de política interna sin intromisión externa.Lo que interesa aquí no es adherir a alguna de las dos posturas que se enfrentan en el debate, sino intentardilucidar cómo afectan los discursos hasta ahora esgrimidos por las partes a los derechos humanos ya que,después de todo, de derechos se trata. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, en su defensa deCuba, subrayó la doble moral de Washington y Bruselas en el caso al referirse a un enorme número desituaciones trágicas en las que personas murieron en condiciones iguales o similares a las <strong>del</strong> cubanoZapata Tamayo, pero a las cuales los medios le negaron la cobertura mediática que sí se le brindó a esteúltimo.Las implicaciones de semejante afirmación nos permiten, y en parte nos obligan a, plantearnos la cuestiónde ¿cuándo y bajo qué condiciones un caso que supone y/o reporta una violación de los derechos humanoscalifica para ser considerado por los medios de comunicación masiva e incluso amerita el surgimiento decampañas a nivel internacional? La respuesta puede no ser difícil de encontrar aunque sí compleja en sudescripción. De una manera u otra los medios de comunicación responden a intereses y, la política exteriorque llevan a cabo los Estados, también. La evidente relación nos permite afirmar con cierta seguridad quepara que una violación de los derechos humanos repercuta en los medios de la forma en la que lo hizo lamuerte de Zapata Tamayo es condición necesaria que ésta pueda reportar algún tipo de beneficio para losobjetivos de política exterior de un Estado.El problema es, sin embargo, que los derechos humanos no son –ni deberían ser considerados bajo ningúnconcepto– una simple herramienta discursiva para la consecución de objetivos políticos. En el debate actualentre los que podrían ser llamados pro-castristas y anti-castristas en materia de derechos humanos noexiste una verdad y mucho menos la verdad. El argumento que en no pocas ocasiones ha esgrimido Fi<strong>del</strong>Castro y que tiene como estandarte al sistema de salud cubano es tan válido como el esgrimido por laoposición castrista de que sin libertad de expresión no se puede vivir. Sin embargo, esto no significa que losCastro ni cualquier otro dirigente en el mundo puedan decir que las deficiencias en los derechos sociales,políticos, civiles y económicos se vean compensadas por un excelente sistema de salud ni por ningún otroelemento. El actual debate puede resumirse en la indeseable frase de «mis derechos humanos son mejoresque los tuyos» e inevitablemente se espera que alguien triunfe y que alguien pierda, la apuesta se presentaen términos de todo o nada, como un juego de suma cero. Desde cualquiera de los dos lados se ve al otrocomo al enemigo, al malo, al tirano que hay que vencer, aun cuando se es consciente de que ese tiranotiene logros que, como mínimo, podrían calificarse de envidiables.Se conciben a los derechos humanos como universales e inalienables, interdependientes e indivisibles,iguales y no discriminatorios, pero sin embargo a algunas violaciones se les otorga mayor protagonismoque a otras y, aunque el reporte de utilidad que brinda tal apreciación pueda ser suficiente para lasaspiraciones de los diferentes poderes en disputa, lo cierto es que tanto para el estudioso de las relacionesinternacionales, como para cualquier persona interesada en el desarrollo y evolución de los derechoshumanos, no debe ser suficiente. Si permitimos la libre elección de cuáles derechos respetar y cuáles no, siotorgamos mayor importancia a las violaciones en Cuba que a las que tienen lugar en China, Turquía, India,Israel, Italia, Estados Unidos, Argentina, o en cualquier otro país <strong>del</strong> mundo, estaríamos permitiendo que sehaga de los derechos humanos un estandarte que puede ser elevado a la hora de batallar contra elenemigo pero que, cuando pierde su utilidad, es relegado a las sombras. Si aceptamos las denuncias porviolación de los derechos humanos en Cuba sin exigir la misma cobertura mediática y atención por parte deTodos los derechos reservados. - Pág. 132

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