119lo que le habían dicho... Insistió en que el <strong>rey</strong> tenía que promulgar unos decretos que disolvieran lasCortes, que Milans tenía que estar en el Gobierno, que nada de comunistas. Y, naturalmente, no sepusieron de acuerdo. A la 1:20 de la madrugada Tejero daba por finalizada la conversación conArmada, y ordenaba a dos guardias que lo condujeran a la salida e impidieran que volviera a entrarsin su permiso. Y Armada salió del Congreso desolado. ¡Quién sabe qué le debía pasar por lacabeza en aquel momento...!Adentro, Tejero se quedó comentando la conversación con sus oficiales, lleno de ira. Manifestó queestaba dispuesto a no darse por vencido e improvisaron un manifiesto. Intentarían que se difundierapor radio, pero los militares del exterior consiguieron evitarlo. A la 1:23 se emitió el mensaje del<strong>rey</strong> por televisión. En La Zarzuela todavía no sabían que el plan de Armada había fracasado enaquel momento. Armada ni siquiera había podido seguirlo. Según sus declaraciones, le es imposibleconcretar dónde estaba en aquel instante preciso: "Yo debía de estar hablando con Tejero en elCongreso", "creo que estaba en el Hotel Palace, cuando se emitió", "me parece que debió darse elmensaje por televisión cuando yo iba en el coche del gobernador civil". En efecto, éste fue elrecorrido que hizo al salir. Del Congreso fue directamente a rendir cuentas al Palace de lo que habíapasado, y de allí fue conducido al Ministerio del Interior (donde se había constituido una comisiónde secretarios de Estado y subsecretarios, el siguiente grado por debajo de los ministros, unorganismo civil que tuvo un valor más simbólico que otra cosa, puesto que en toda la noche notomaron ninguna decisión sin consultarla con La Zarzuela). Fue desde Interior que Armada hablócon la Casa Real por primera vez. Pero el mensaje sí que lo habían visto millones de ciudadanos,que esperaban despiertos y expectantes. Entendieron lo único que podían entender: que el <strong>golpe</strong>había sido abortado por el monarca.¿A quién se le podía ocurrir pensar en un desenlace "constitucional" tan rocambolesco como el quehabían previsto en realidad? La mayor parte de la población se sintió aliviada y se fue a dormir.Pero en La Zarzuela se echaban las manos a la cabeza pensando "y ahora… ¿qué hacemos?" Conlos insurrectos no se había pactado nada para que depusieran su actitud por las buenas, ni se habíantomado medidas militares para reducirlos. El comandante Pardo Zancada, que no quería ni podíaaceptar que todo se quedara así, salió de la División Acorazada Brunete con una columna de 113hombres hacia las Cortes para apoyar a Tejero, como primera reacción al fracaso de Armada. Nadieinterceptó la marcha y entró en el Congreso sin dificultad. <strong>Un</strong> poco más tarde, todavía llegó elcapitán de navío Menéndez Tolosa, con la misma intención. Y tampoco tuvo problemas para entrar.A las 2 de la madrugada, cuando ya todos los implicados estaban bien enterados del fracaso deArmada, los golpistas de la rama dura seguían insistiendo. Todavía pensaban que, si se sumabanmás batallones del Ejército a la insurrección, se podría forzar la situación. Y reclamaban que el <strong>rey</strong>tomara la iniciativa, apoyándolos abiertamente y nombrando presidente a Armada por anticipado ya riesgo suyo, sin Constitución ni hostias. Pero el Borbón siempre ha sabido medir muy bien losriesgos. La experiencia de un <strong>golpe</strong> de este estilo ya la había tenido su abuelo, Alfonso XIII, conPrimo de Rivera... y no le había salido bien. Además, aquello no era lo que querían los americanos.No, no podía ser. Como le dijo a Milans, ya era demasiado tarde, ya no se podía hacer nada. Tejerohabía abortado el <strong>golpe</strong> de Estado que él mismo había iniciado. A Milans parecía que no le llegabael mensaje de que tenía que retirar sus tropas y ordenar a Tejero que se rindiera sin más historias, demanera inmediata. En un momento determinado, incluso pensó que si el <strong>rey</strong> no se ponía de partesuya, tendría que abdicar e irse. Pero lo cierto es que, gracias a la cautelosa gestión desde LaZarzuela, no contaba con los suficiente apoyos en las capitanías generales. Juan Carlos, que casinunca había sabido imponerse verbalmente en una discusión, y prefería recurrir a Sabino o a unanota escrita, se lo transmitió por télex:
120"Confirmando conversación telefónica acabamos de tener, te hago saber con toda claridad losiguiente: 1. Afirmo mi rotunda decisión de mantener el orden constitucional dentro de la legalidadvigente; después de este mensaje ya no puedo volverme atrás. 2. Cualquier <strong>golpe</strong> de Estado nopuede escudarse en el Rey, es contra el Rey. 3. Hoy más que nunca estoy dispuesto a cumplir eljuramento de la bandera muy conscientente, pensando únicamente en España; te ordeno que retirestodas las unidades que hayas movido. 4. Te ordeno que digas a Tejero que deponga su actitud. 5.Juro que no abdicaré de la Corona ni abandonaré España; quien se subleve está dispuesto a provocaruna guerra civil y seré responsable de ella. 6. No dudo del amor a España de mis generales; porEspaña primero, y por la Corona después, te ordeno que cumplas cuanto te he dicho". Al poco derecibirlo, Milans comunicó a La Zarzuela que cumpliría sus órdenes. Ya no había salida. Peroadvirtió que el teniente coronel Tejero no le obedecía y la situación del Congreso era muy peligrosa.A las 4 de la madrugada, las tropas se retiraban de las calles de Valencia y se dictaba un bando queanulaba el anterior. A dos cuartos de set Milans se retiraba de su tabla de mando y se iba a dormirsin preocuparse demasiado por la situación en que quedaba Tejero, que todavía estaba encerrado enlas Cortes. De todos modos, el teniente coronel de la Guardia Civil empezaba a comprenderlo.Hasta el comandante de la División Acorazada que había ido a apoyarle cuando ya todo estabaperdido, Pardo Zancada, le aconsejaba que se rindiera, mientras sus guardias huían por las ventanas.Por la mañana, todos veían tan claro el final, que el mismo líder de Alianza Popular, Manuel Fraga,se puso de pie en el hemiciclo y lanzó un memorable discurso antigolpista: "¡Quiero salir porqueesto es un atentado contra la Democracia y la Libertad!... ¡Esto no favorece ni al <strong>rey</strong>, ni a España, nia la Guardia Civil!... ¡Prefiero morir con honra que vivir con vilipendio!” Lo secundaron losdiputados Óscar Alzaga, Fernando Alvarez de Miranda e Iñigo Cavero, que se abrieron laschaquetas de par en par: "¡Dispárenme a mí!" Todo un show como fin de fiesta.Antes de entregarse, Tejero exigió la presencia de Armada. Sólo pactaría la rendición con él. <strong>Un</strong>gesto entre militares y en su lenguaje, para dejar patente su traición y humillarlo públicamente. A launa menos cuarto del 24 de febrero, tras hablarlo con el <strong>rey</strong>, Armada firmó a la puerta de las Cortes,sobre el capó de un coche, la "nota de capitulación" con las condiciones de Tejero. Los guardias quetodavía quedaban dentro subieron a sus vehículos y salieron hacia los acuartelamientos respectivos.Después salieron los diputados, rodeados de cámaras y micrófonos de periodistas. A las dos ymedia del mediodía, el jefe del Estado Mayor del Ejército, general Gabeiras, telefoneó a Milans delBosch y le ordenó que acudiera inmediatamente a Madrid. A las siete en punto de la tarde, Milansentró en el Ministerio de Defensa, donde fue detenido inmediatamente. Aquella misma tarde, laJunta de Defensa, reunida en La Zarzuela, con Suárez todavía de presidente en funciones, ordenabaa Gabeiras que también arrestara a Armada. Gabeiras giró la cabeza hacia el <strong>rey</strong>, entre sorprendidoy alarmado, e hizo exclamar a Suárez: "¡No mire al <strong>rey</strong>, míreme a mí!"Maquillaje moradoLa inmensa mayoría de los casi 300 guardias civiles y más de 100 soldados que ocuparon elParlamento nunca fueron juzgados. En total, sólo fueron encarcelados y procesados 32 militares yun civil, y ni siquiera todos resultaron condenados después. El juicio empezó en febrero de 1982, enun antiguo almacén de papel del Servicio Geográfico del Ejército, habilitado para la ocasión, en lazona militar madrileña de Campamento.
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