61designado para firmar la entrevista y distribuirla a la prensa. La posición del príncipe quedaba clara:lo aceptaba todo y, si Franco le nombraba, sería sucesor a título de <strong>rey</strong> tras jurar los Principios delMovimiento Nacional y las Leyes Fundamentales. Se publicó en varias revistas y en el diarioPueblo, en portada y con grandes titulares: "Declaraciones a tumba abierta". En La Zarzuela serecibieron más de 20.000 felicitaciones.La designaciónTodo estaba ya más que dispuesto para cuando Franco quisiera dar el paso último y definitivo.Apenas quedaban cuatro cositas, cuatro condiciones previas, que no tardaron más de un año encumplirse. El 5 de enero de 1968, el que todavía era considerado príncipe de España (en cuantoheredero de Don Juan) cumplía 30 años, la edad fijada por la Ley de 1947 para poder ser designadosucesor a título de <strong>rey</strong>. Pocos días después visitó a Franco, que le recomendó: "Tenga muchatranquilidad, alteza. No se deje atraer por nada. Todo está hecho". Antes de que acabara el mes,el día 30, nació su primero hijo varón, Felipe. Ya había heredero. Segundo problema resuelto. Perotodavía quedaban un par de detalles. Franco temía tanto la intransigencia de la ex-reina como la delfrustrado <strong>rey</strong> que nunca lo fue, sobre todo de cara al exterior, si se negaban a asumir la irregularidadque se produciría en la línea sucesoria, y no quería dejar cabos sueltos. Tenía que garantizar quetendrían una reacción razonable, por el modo que fuese.El caso de Victoria Eugenia se resolvió apenas unos meses después, de la manera más natural. Semurió el 15 de abril de 1969. Cuando paseaba con sus perros por los alrededores de Vielle Fontaine,su casa de Lausana, cayó y se hizo una herida en la cabeza. Tenía 81 años. Don Juan se dio cuentaenseguida de las repercusiones que podía tener aquello y adoptó una actitud abiertamente ariscahacia su hijo. No se lo comunicó hasta tres días más tarde, después del entierro; y cuandofinalmente se vieron, lo único que hicieron fue discutir. Lo cierto era que tenían poca cosa quedecirse tras las declaraciones de la Agencia EFE. Juan Carlos insistió en el hecho de que, si estabaen España, era para aceptar lo que había. Y Don Juan le replicó categórico: "Sí, pero no parasuplantarme a mí". El príncipe volvió a Madrid al día siguiente, para asistir junto con Franco a otrofuneral por la ex-reina. Se celebró en San Francisco el Grande, se cantó la Misa de Perosi y Francoentró en el templo bajo palio, como privilegio suyo otorgado por la Iglesia española al Caudillo dela Cruzada Nacional Católica.De todos modos, las cosas no podían quedar así con su padre. La misión de Juan Carlos eraconseguir, en la medida de lo posible, su apoyo. Y con este objetivo le pidió a Alfonso Armada quele acompañara a Estoril --nunca se las había arreglado bien solo--, para explicar al conde deBarcelona cómo estaban las cosas una vez más. Armada le habló de la España oficial, del punto devista del Ejército, de las presiones de un grupo importante de ministros (Carrero, López Rodó,Alonso Vega, López Bravo, etc.)... Y acabó diciéndole que tenía el convencimiento personal de queFranco nombraría sucesor a su hijo. Pero Don Juan no se lo c<strong>rey</strong>ó. "Juanito", le dijo el conde deBarcelona, "si te nombran, puedes aceptar; pero puedes estar seguro de que esto no sucederá". En lamisma línea, el 8 de mayo, Don Juan, incauto al máximo, escribió una carta a Franco en la que leproponía una reunión para tratar "sobre aquellos puntos en donde convergen nuestros desvelos porEspaña. Y con esta mira tan alta, ¿no parece evidente, mi General, la conveniencia nacional de quehablemos con sosiego y corazón abierto?" No hubo respuesta.
62No se sabe exactamente con qué anticipación empezó a trabajar el equipo de Juan Carlos para tratarde conseguir la aprobación sin problemas de su nombramiento por parte de las Cortes. Pero desde elmes de noviembre tenían preparada la "Documenta", una especie de currículum, resumen de lasactividades del príncipe, que el día del juramento distribuirían a los procuradores y a la prensa.También con meses de antelación, con el propósito de asegurarse el voto de la Falange, Juan Carlosse reunió con su representante más destacado, Antonio Girón de Velasco, en una comida en elrestaurante Mayte Comodoro. Juan Carlos intentó ser simpático y le preguntó si le podía tratar detú. "Mientras no me insulte, usted me puede llamar como quiera". Girón se desahogó explicándolelas escenas del Movimiento Nacional y, cuando acabó, el príncipe soldado también hizo su párrafo:él era un militar y como militar asumía el patriotismo y muchos de los postulados de Girón. Eso sí,como él no era el Generalísimo Franco, dijo un poco de broma, tenía que ir a mear. Y es que lacontinencia de Franco, que no se movía de la mesa del Consejo de Ministros durante todo unamañana, era uno de los tópicos del Régimen. En definitiva, la reunión fue un éxito. Juan Carlos lehabía caído francamente bien y Girón decidió apoyarle. Al cabo fue fundamental el "sí" rotundo delprimer falangista de España, como motor que arrastró a todos los otros. A mediados de junio, JuanCarlos viajó de nuevo a Portugal para pasar unos días en familia. Antes de marcharse, había pasadopor el Pardo para despedirse del Generalísimo. "Venid a verme cuando regreséis, porque tengo algoimportante que deciros", le había anunciado. Y, todavía antes, había hablado con López Rodó, que,por su parte, le había adelantado que estuviera preparado. Pero en Estoril no dijo nada de estasconversaciones. Bien al contrario, le aseguró a Don Juan que todavía no sabía absolutamente nadade la sucesión y que, si quería, se iba a Portugal con Sofía y los niños, apuntando, eso sí, que siseguía en España y Franco lo proponía como sucesor, no le quedaría otro remedio que aceptarlo,porque si no, Franco nombraría a Alfonso de Borbón y Dampierre.Claro está que, en todo caso, no fue lo suficientemente rotundo porque, una vez en Madrid, JuanCarlos le dijo a López Rodó que no había podido adivinar cuál sería la actitud de su padre cuandose produjera el hecho. El problema siguió así hasta que, en julio, Sainz Rodríguez tuvo latrascendental y decisiva entrevista secreta con Juan Carlos en Madrid, que le aseguró: "No sepreocupe por su padre. De su buena reacción me encargo yo".Apenas unos días después, el 12 de julio de 1969, Juan Carlos recibió la esperada llamada telefónicade Franco. Durante la cita, tras la comida en el Pardo el dictador le comunicó finalmente su decisiónde designarlo como sucesor, así como las fechas previstas a tal objeto. "De acuerdo, mi general,acepto". Franco sonrió imperceptiblemente y le dio un abrazo. Cuando el príncipe salió deldespacho, pudo ver que ya estaba allí el embajador de España en Lisboa, a quien acto seguidoFranco entregaría una carta que ya tenía preparada para Don Juan, para que la llevarainmediatamente a Estoril.No bien Juan Carlos llegó a La Zarzuela, llamó por teléfono a Villa Giralda, pero no se atrevió adecir nada, ni siquiera a su madre, y se limitó a anunciar que Nicolás Mondéjar salía aquella nochepara llevarle una carta a su padre. La carta de Franco para Don Juan, encabezada por "Mi queridoInfante", le anunciaba la decisión y añadía: "Quiero comunicároslo y expresaros mis sentimientospor la desilusión que pueda causaros, y mi confianza de que sabréis aceptarlo, con la grandeza deánimo heredada de vuestro augusto padre D. Alfonso XIII". Y, aparte, se permitía prevenirle"contra el consejo de aquellos seguidores que ven defraudadas sus ambicionas políticas". Cuando laleyó, Don Juan exclamó: "¡Qué cabrón!". Y rápidamente, igual que para todas las misiones
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