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Un rey golpe a golpe

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126CAPÍTULO 13: EL REY DE LOS SOCIALISTASEncantado con los dirigentes del PSOECuando en 1982 el PSOE accedió al poder, empezó una etapa de gran prosperidad para lamonarquía. El presidente Felipe González, sobre todo en los tres primeros años de mandato, llegó atener una íntima amistad con Juan Carlos, fascinado por su gracia andaluza. Aunqueinstitucionalizaron despachar todos los martes, hablaban por teléfono y cambiaban o ampliaban susencuentros muchas veces. A menudo los dos matrimonios salían a cenar juntos y después veíanpelículas en La Zarzuela hasta la madrugada. Al final, Felipe se pasaba por La Zarzuela cuandoquería, sin avisar. El presidente se desvivía por atender los deseos del <strong>rey</strong>, con un planteamientogubernamental que se podría resumir en la recomendación siguiente: "Señor, no se preocupe,nosotros nos ocupamos de todo: ¡diviértase Vuestra Majestad!". Y Juan Carlos estaba encantadocon los socialistas, capaces de llegar hasta la frivolidad o el derroche para proporcionarle cualquiercapricho: aviones, helicópteros, barcos, automóviles, la práctica de los deportes más caros, viajes alos sitios de moda internacional… y, sobre todo, vacaciones, muchas vacaciones. El día de su santose celebraron grandes saraos en los jardines del Campo del Moro, con más de 4.000 invitados de labeautiful people, esta nueva casta social de "isabelitas p<strong>rey</strong>sler" y ministros del nuevo Régimen quehabían ido a más, bien nutridos por el mamoneo del PSOE.En el terreno estrictamente político, apenas había desavenencias. Quizás la única situación críticaentre el <strong>rey</strong> y Felipe González derivó de las declaraciones que Juan Carlos hizo a Jim Hoagland, delWashington Post, en 1986, como adelanto del viaje oficial que tenía que hacer a los Estados<strong>Un</strong>idos. El jefe del Estado discrepaba de la forma en que el Gobierno español llevaba lasnegociaciones para desmantelar las bases militares norteamericanas, y se alineaba sin reservas conel dispositivo de defensa de Washington. Daba la impresión de que el <strong>rey</strong> enviaba mensajes alpresidente a través de la prensa norteamericana, cosa que no era correcta en absoluto. Más bien setrataba de que los norteamericanos enviaban el mensaje a través del monarca al Gobierno socialista,y éstos lo captaron inmediatamente.Las fricciones entre la Casa Real y La Moncloa no llegaron más allá. Por lo general, había unasintonía perfecta entre ellos, hasta el punto de que en mayo de 1983, en el transcurso de una visitaoficial de Su Majestad al Brasil, éste pronunció un discurso ante la cámara legislativa de laRepública Federativa prácticamente idéntico a un artículo que había publicado Felipe González enLe Monde Diplomatique, en la edición en lengua española para Iberoamérica, el mismo mes. Laconferencia del <strong>rey</strong>, que trataba sobre los valores democráticos, había sido unánimemente alabadapor toda la prensa: "El Rey Juan Carlos explicó como en España, con independencia del partido quegobierne, la proyección americana es uno de los objetivos fundamentales de la política exterior, uncompromiso encarnado por la Corona que está reflejado en la Constitución", decía la crónica deDiario 16. Sin embargo, no se tardó en descubrir que se habían repetido párrafos literales delartículo del presidente González. En total, ocho partes del discurso del <strong>rey</strong> se correspondíanexactamente, incluso en los puntos suspensivos, con ocho partes del artículo de Felipe, y a la prensale faltó tiempo para criticarlo. "Bochornoso patinazo", "metedura de pata", "refrito", "desliz",fueron algunas de las expresiones con que se calificó el hecho. Eso sí, apuntando directamente al

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