10.07.2015 Views

Un rey golpe a golpe

Un rey golpe a golpe

Un rey golpe a golpe

SHOW MORE
SHOW LESS
  • No tags were found...

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

40La guerra de familias la iba ganando la Falange, hasta que Carrero Blanco, considerado laeminencia gris de la dictadura, empezó a ganar cada vez más terreno en el Pardo y consiguió, enfebrero de 1957, que Franco desatara una crisis de gobierno que incorporó a los suyos a los círculosde poder... La euforia entre los monárquicos fue enorme.Torcuato Fernández Miranda actuó desde el comienzo como el ideólogo de la operación, por decirlode alguna manera. Igual que Carrero Blanco, no pertenecía al Opus pero estaba próximo a éste. Susplanes preveían la necesidad de llevar a cabo ciertas reformas de apertura para romper elaislamiento de España y la autarquía, pero siempre "dentro de un orden" y desde la coherencia totalcon el Régimen. Más tarde, a la verdadera historia se añadió una infinidad de pretensiones, matices,justificaciones... y, en estudios recientes, se ha intentado presentar aquellos planes como algo quenunca existió, como si aquel grupo de poder, que sólo pretendía consolidarse a sí mismo, hubieratenido en mente una reforma democrática. En realidad, para Fernández Miranda la sucesión en lapersona de Juan Carlos representaba la garantía constitucional de la continuidad, sobre la queescribiría en múltiples ocasiones. En el año 1966 todavía escribía en el diario Arriba que el futuro<strong>rey</strong> "tiene que ser de estirpe real. Pero, además, tiene que ser encarnación de la legitimidadhistórico-nacional que el Estado español, surgido del 18 de julio, encarna". Más que claro, lo teníaclarísimo: "Las leyes fundamentales del Estado español", escribió, "exigen un Rey comprometidocon la continuidad histórica de la legitimidad nacional surgida del 18 de julio, como fechairreversible".¿Cómo vivía Juan Carlos todo esto? Pues a bastante distancia, e incluso inadvertido, se dedicaba aotras cosas. Todo el mundo le trataba como a un niño y, esencialmente, se comportaba como tal,poco consciente de lo que pasaba a su alrededor hasta límites insospechados. En aquella épocaestaba en la Academia de Zaragoza, y los viernes y sábados se lo llevaba a dormir al Gran Hotelpara que se relajara y la vida militar no se le hiciera tan dura. En mayo o junio conoció a AntonioGarcía Trevijano (más popular como Trevijano, a secas), que ejercía de notario de Albarracín yfrecuentaba el mismo hotel los fines de semana, muy posiblemente porque era el mejor de la ciudady el que más visión de futuro le podía dar. Está claro que Juan Carlos no supo quién era hasta unoscuantos meses después. Con la misma candidez que había deslumbrado a aquellos señorestan serios y católicos, acostumbrados a planificar el futuro de la patria, Juan Carlos tomó aTrevijano por un potentado mexicano, sólo porque traía un sombrero de paja de ala ancha, hablabacon acento andaluz y lucía un gran bigote negro. Y ni sus tutores ni el avispado notario le sacaronde su error; ¿para qué? <strong>Un</strong> día Juan Carlos se había quedado petrificado contemplando el coche deTrevijano, un espectacular descapotable Pegaso, primer premio mundial de elegancia en laexposición de París. Y sin pensárselo dos veces se acercó a Trevijano con interés y timidez almismo tiempo. "¿Eres mejicano?", "Sí, sí", y entonces le preguntó si le llevaba a dar una vuelta,pero que antes tenía que pedir permiso. “¿Y cómo tienes que ir a pedir permiso, tan alto comoeres?”, le vaciló Trevijano, que estaba disimulando, como si no supiese quién era él. El príncipeJuan Carlos se acercó a un grupo de generales y volvió emocionado: "Que sí, que sí puedo ir. Me hadicho el jefe que sí". "Pues venga, sube". Y el notario incluso le dejó conducir un rato. Al díasiguiente, además, aceptó llevarlo de vuelta a la Academia, con lo cual satisfizo los deseos delpríncipe de llegar en coche. Quería que sus compañeros le vieran y presumir un poco delante deellos para rehacerse de todas las bromas respecto a su padre que tenía que aguantar. Más de una vezse había tenido que pelear, citándose por la noche en el picadero de la Academia, para ajustarcuentas con alguien a puñetazos. Y varias veces había salido de estos encuentros con un ojo a lafunerala.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!