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Un rey golpe a golpe

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187intentó sin éxito que el <strong>rey</strong> la recibiera en La Zarzuela; pero, tras numerosas gestiones, no loconsiguió. Si la situación continuaba, De la Rosa advertía que rompería su silencio. Pero nadiemovía ni un dedo por él. Cuando el financiero catalán salió de prisión el 22 de febrero de 1995, trasdepositar una fianza de 1.000 millones de pesetas, pesaba 22 kilos menos y estaba muy enfadado:"Lo que han hecho conmigo no tiene nombre. Les he convertido en ricos a todos y el que acaba enel talego soy yo. ¡No te jode!"Las gestiones de De la Rosa a partir de este momento fueron múltiples y diversas. Por ejemplo, sereunió con un alto cargo policial del Ministerio de Justicia e Interior, Gabriel Fuentes, enviado porel ministro Belloch, un par de semanas después de salir de prisión, en un conocido restaurantegallego de Barcelona. Después, siguieron en contacto a través de otros mediadores (Alfredo Fraile,por parte de De la Rosa). De la Rosa amenazaba con revelar supuestos favores prestados a políticosy empresarios, con una explosiva carta que había escrito en prisión. También entró en contacto conMario Conde, que no se perdía ni una y no podía faltar en este lío. Entre diciembre de 1994 y enerode 1995, Javier de la Rosa le explicó el asunto de los 100 millones de dólares que Manuel Pradohabía cobrado de KIO. Más tarde, cuando ya estaba fuera, se lo confirmó enseñándole losdocumentos de la cuenta suiza que demostraban el ingreso. Como ya hemos explicado en otrocapítulo, Conde hizo gestiones para poner al <strong>rey</strong> al corriente del caso, sin conseguir que el monarcatomara medidas contra su ex-embajador.Prado, a su vez, también estaba dedicado en cuerpo y alma a hacer gestiones para librarse de lasimputaciones que se le hacían, y de una manera bastante marrullera, por cierto. Entre sus brillantesiniciativas, sostuvo una conversación telefónica de más de seis horas con el emirato kuwaití. Lespedía documentación con la que pudiera inculpar definitivamente a Javier de la Rosa, ya fuese enlos juzgados o en la prensa. En concreto hablaba de El País, que citaba como el único diariodecente. En estos momentos Prado ya estaba en el bando de Felipe González y Polanco. Pero no sesabe cómo las grabaciones acabaron en manos de Javier de la Rosa, que también estaba negociandoa título individual con los de Kuwait. Y el financiero catalán, en su habitual estilo desbocado, hizocircular las cintas por medio mundo. También las pasó al Ministerio del Interior, cuyos laboratorioscertificaron que la voz que se escuchaba era realmente la de Manuel Prado y Colón de Carvajal. Enaquellas conversaciones, en perfecto francés, Prado apelaba al <strong>rey</strong>, denominándolo "mon patron","mon ami le patron", "sa majesté", "il connais tout"... Además, detallaba la existencia de unascuentas comprometedoras en Liechtenstein; y citaba la numeración (letras y números). Y tambiéndecía que el Gobierno del PSOE estaba al corriente.Javier de la Rosa "ofreció" las cintas al <strong>rey</strong> Juan Carlos, pero el <strong>rey</strong> no las quiso. Seguía junto aPrado. Lo que hizo, en cambio, fue pedir al príncipe Felipe que escribiera una carta dirigida alpríncipe heredero de Kuwait, en la que se comentara la necesidad de "arreglar las cosas entrenuestros dos pueblos hermanos...", misiva de la cual, al parecer , dio cuenta la televisión kuwaití.Luis María Ansón, que es otro que tampocose pierde ni una, tuvo también la oportunidad deescuchar las cintas y pensó que hacía falta prever la posibilidad de que el escándalo, si llegaba aestallar, se llevara por delante a don Juan Carlos I. Viajó a Sevilla para entrevistarse con Prado yconminarle a que firmara un documento que al parecer el periodista había redactado, una especie dedeclaración o manifiesto a la nación que si era necesario se haría público. Se separaban susnegocios de las finanzas de la Casa Real, y Prado se hacía personalmente responsable de lo quehabía pasado, eximiendo al monarca de toda responsabilidad. Además, pretendía que Prado

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