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Un rey golpe a golpe

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189lugar, que se habían producido o bien "injurias" al <strong>rey</strong>, o bien una intervención ilegítima por suparte, con motivación económica de por medio; en tercer lugar, se había acusado a De la Rosa demaniobrar con la intención de provocar la abdicación del <strong>rey</strong>, cosa que supone un delito de altatraición. Al margen de las informaciones periodísticas, Ruiz Mateos aportaba como indicios otrascosas. Pero el juzgado de la Audiencia Nacional le denegó "la admisión como prueba dedeterminadas grabaciones de conversaciones entre personas cuya identidad no tiene objeto revelaren esta resolución, que decía haber adquirido en un mercadillo". Denegó además que se personaraen el caso, con curiosos fundamentos jurídicos: "Resulta, cuando menos, sorprendente que seaprecisamente el señor Ruiz Mateos quien quiera constituirse en parte procesal acusadora en defensadel honor de Su Majestad el Rey [...]', decía el escrito del 9 de enero del Juzgado Central deInstrucción número 3 de la Audiencia Nacional. "No se discute el abstracto derecho a hacerlo porcualquier ciudadano, pero sí que sea precisamente él, que se encuentra procesado por el tipo dedelito que ahora imputa a otros". ¡Como si un ladrón no tuviera derecho a presentar una denuncia sialguien le roba!Sobre los delitos de De la Rosa, en la misma resolución se aseguraba: "Los pensamientos nodelinquen y los comentarios, aun groseros, en ocasión de la salida de la cárcel de De la Rosa [...]deben quedar en dicho ámbito y al margen de todo reproche penal". El 10 de enero, el juez Buerenresolvió sobreseer y archivar el caso, dictaminando que no se tendría por parte querellante a RuizMateos si no depositaba una fianza de 100 millones de pesetas. Al día siguiente, Carlos Buerendejaba la Audiencia Nacional y se iba a trabajar al bufete de Aurelio Menéndez y Rodrigo Uría,casado con Mónica Prado y Colón de Carvajal, sobrina de Manuel Prado, en la plaza que acababade dejar vacante Jaime Alfonsín al ser nombrado secretario del príncipe Felipe.Pero tras el intento en vano de Ruiz Mateos, todavía quedaban asuntos judiciales que iban a traercola durante varios años. Ya en la etapa del PP, el Gobierno de Aznar colaboró con el <strong>rey</strong> paracortar algunos flecos, sobre todo cuando Sabino Fernández Campo fue llamado a declarar sobre laentrevista que había tenido con De la Rosa. Este episodio llegó a los juzgados porque Javier de laRosa había presentado una querella contra el periodista Ernesto Ekaizer (por un libro, Banqueros derapiña, en el que, entre otras cosas, daba cuenta de aquella entrevista). En noviembre de 1996,Sabino recibió la citación del Juzgado de Primera Instancia número 13 de Madrid para declararcomo testigo e inmediatamente informó al <strong>rey</strong>. <strong>Un</strong>os días después, el ex-jefe de la Casa Real recibióuna llamada telefónica de Francisco Álvarez Cascos para pedirle amablemente que pasara por sudespacho en La Moncloa. Cascos explicó que el presidente había tenido noticia de una citaciónjudicial y que el Gobierno quería ayudarlo "porque el asunto es delicado". Delante del mismoSabino, Cascos telefoneó al abogado del Estado y después le dijo que el letrado opinaba que lomejor era no ir a declarar; que no pasaba nada… en todo caso una multa. Había que ganar un pocode tiempo mientras pensaban cómo podían solucionar el lío. También telefoneó a Sabino RamónRodríguez Arribas, presidente de la Asociación Profesional de la Magistratura (APM), "de parte dela ministra Mariscal de Gante", para insistir en lo mismo: "Nosotros arreglaremos el asunto... Laministra invoca razones de Estado", le dijo Ramón Rodríguez. Fernández Campo acabó por aceptarquedarse en casa y lo justificó con un informe médico de una amenaza de gripe. Naturalmente, hubouna nueva citación (y una nueva llamada telefónica del monarca, un nuevo contacto con elvicepresidente del Gobierno, etc.). Pero se había ganado el suficiente tiempo y, cuando al fin prestódeclaración, admitió que habían estado reunidos, por cuestiones privadas, y la cosa quedó aquí. Eljuez no quiso profundizar en el asunto, y Sabino no tenía nada más que declarar.

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