75cabeza de la Casa de Borbón. Aunque hubiera reconocido la renuncia de su padre al trono, que noera el caso, esto no tendría por qué haber supuesto una renuncia implícita también a este otro honor,que le correspondía como primogénito de Alfonso XIII. Como una cosa era Franco y otra cosa elbúnquer, él y su familia política continuaron intrigando para desplazar a Juan Carlos durante losmeses escasos que le quedaban al decrépito dictador, que vivía su último otoño. Y como estaba tanenfermo que pasaba inconsciente la mayor parte del tiempo, Juan Carlos volvió a preocuparse porsu suerte, ante la posibilidad de que el aparato del Pardo o los falangistas dieran un <strong>golpe</strong> de timón aúltima hora."¿Qué debo decirle a Franco?", le preguntó Juan Carlos al doctor Pozuelo, sin saber lo que tenía quehacer. Y el médico del Pardo le sugirió, sobre todo, que le tratara con afecto. "Dígale que le quieremás que a su padre, porque su padre quiere quitarle el reino y él, en cambio, quiere dárselo". Ytambién, mientras Sofía asentía con la cabeza: "Juegue usted mejor sus cartas, Alteza. ¿No se dacuenta de que los hijos del duque de Cádiz se pasan aquí todo el día llamándole abu, abu, sin parar?Yo le recomiendo que venga usted todos los días, aunque sea un rato, y que traiga a sus hijos paraque estén con él, para que sienta el afecto que le tenéis". Obediente, Juan Carlos visitó al Caudillomás a menudo con los niños y dejó para la historia escenas entrañables de toda la familia unidaacudiendo al Pazo de Meirás a ver al "abuelito". Cuando hubo entablado la última y decisivabatalla, venció a su primo sin demasiados problemas.Sin embargo, como si realmente hubiera logrado la Corona de Francia --que era otra de suspretensiones como Borbón, después heredada por su hijo Luis Alfonso-, Alfonso de Borbón yDampierre tuvo el honor de morir decapitado por un cable que se interpuso en su camino mientrasesquiaba en Beaver-Creak, Colorado, el 30 de enero de 1989.Rey interinoAntes de que Franco acabara de morir, cosa que le llevó varios meses de agonía, el príncipe tuvoocasión de establecerse interinamente en el puesto de <strong>rey</strong> durante un tiempo y, de este modo,demostrar, a él mismo y a todos los españoles, de lo que era capaz.La primera vez fue en julio de 1974, cuando el Caudillo se puso enfermo por una flebitis en lapierna derecha y tuvo que ser ingresado. Ya veía venir la parca y comenzó a decir: "Esto es elprincipio del fin". Llamó al presidente Arias y mandó que se preparara el Decreto bisiesto depoderes para aplicar el artículo 9 de la Ley orgánica... "por si acaso".Y antes de que se hiciera el trámite mencionado, el 18 de julio, Juan Carlos le sustituyó presidiendoen La Granja la recepción que Franco acostumbraba a ofrecer cada año para conmemorar una fechagolpista tan importante, y que aquel año, entre las atracciones, contaba con un montaje sobre la vidade Boquerini en la corte de los Borbones, escrito por Antonio Gala para la ocasión.
76Los días siguientes, Franco no mejoraba. Y Juan Carlos, probablemente aconsejado por quien sabíamás, era contrario a asumir la interinidad. "Contentáos con esperar", le decían los de su entorno, quemovieron todos los hilos para intentar retrasarlo tanto como pudieron. Se preparaban para algo másimportante: aprovechar la enfermedad del Caudillo para declarar directamente <strong>rey</strong> a Juan Carlos, yque fuese <strong>rey</strong> del todo, un <strong>rey</strong> con las manos libres. Pío Cabanillas, entonces ministro deInformación y Turismo, fue uno de los que participaron en aquel contubernio, y la cabeza de turcoque pagó la maniobra monárquica con su cargo, del cual fue cesado en octubre.Juan Carlos iba a ver al Caudillo al hospital todos los días y le decía amablemente que suenfermedad no era lo bastante grave para justificar el traspaso de poderes. Pero no pudo ser. <strong>Un</strong> díaFranco fue víctima de una fuerte hemorragia y los médicos que le cuidaban se mostraron pesimistas.Era necesario actuar ya. Y el príncipe, el 20 de julio de 1974, decidió asumir la jefatura del Estado,aunque fuera de manera interina. "¡Vaya, buen servicio que has hecho a ese niñato de Juan Carlos!",le dijo enfadado Villaverde al doctor Gil cuando se enteró. Todo el "búnquer" estaba que mordía.Aquel mismo día, el príncipe llevó a cabo el primer acto oficial de su mandato interino: la firma deuna declaración conjunta para prorrogar el tratado de ayuda mutua con los Estados <strong>Un</strong>idos. Y sucargo ya no dio mucho más de sí. No le gustó nunca renunciar a sus vacaciones y no se perdería elveraneo en Mallorca sólo porque fuera jefe del Estado en funciones. Franco salió del hospital el 30de julio y volvió al Pardo, donde Juan Carlos fue en visita relámpago desde las islas Baleares, parapresidir un consejo de ministros el 8 de agosto.Después, a mediados de mes, Franco se reunió con su familia en el Pazo de Meirás para pasar laconvalecencia. Y otra vez tuvo que ir volando Juan Carlos, esta vez un poco más lejos, a Galicia,para presidir otro consejo el día 30. Cuando visitó al Caudillo, lo encontró francamente recuperado,paseando por el jardín, pero tan sólo consiguió que le dijera: "Alteza, creedme, lo estáis haciendomuy bien. Continuad". Aquella misma noche el príncipe cogió el avión hacia Palma de Mallorca.Pero Cristóbal Martínez-Bordiú, marqués de Villaverde, que además de marqués era doctor, habíaformado un equipo de médicos muy bien elegidos para garantizar que el Caudillo se curaseinmediatamente a cualquier precio. Y no tardaron en conseguirlo. Menos de 50 días (43exactamente) fue lo que duró el cargo de <strong>rey</strong> interino, antes de que el aparato del Pardo consiguieraque dieran el alta a Franco y éste llamara de nuevo a Arias para anunciarle: "Arias, ya estoy curado.Prepara los papeles". La mayor parte del tiempo Juan Carlos se lo había pasado de vacaciones en laplaya. De todos modos, aquello de la recuperación milagrosa de Franco no se lo c<strong>rey</strong>ó nadie, ni élmismo. En la primavera de 1975 visitó España el general Walters, un peso pesado de la CIA. Sereunió con el Generalísimo y, tras hablar un rato de cosas intranscendentes, Franco le preguntóabiertamente: "¿Usted viene a saber qué pasará en España el día que yo muera? Pues voy adecírselo: reinará el príncipe don Juan Carlos, que es lo establecido, y se hará lo que el puebloespañol quiera. De los políticos no me fío". Walters también se reunió con personal de La Zarzuela,concretamente con Armada, que le aseguró que, igual que el aparato había funcionado para lainterinidad, funcionaría después. <strong>Un</strong> poco más adelante visitó España el presidente Ford. <strong>Un</strong>asvisitas tan reiteradas de los norteamericanos desvelaban que el final no podía estar muy lejos.Utrera Molina, que era el ministro secretario general del Movimiento, un día osó decirle a Francoque el príncipe podría no estar "sinceramente identificado" con la continuidad del Régimen. Anteeste comentario, Franco cambió de color, abrió los ojos desmesuradamente y con un desagrado
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