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Un rey golpe a golpe

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179negaron que tuvieran nada a ver. Barrionuevo seguramente salió ya de aquella reunión con la ideade que el informe provenía de Perote y Conde. El informe de Perote circuló por los canalesprevistos hasta que llegó a La Moncloa y provocó la ira de Felipe González. Era lo que queríaPerote para preparar el terreno. Felipe tenía que conocer la dimensión de lo que ellos tenían paraavenirse a pactar algo. En un principio, González quiso solucionarlo por la vía expeditiva. Elgeneral Santiago Bastos, jefe de la División de Interior del CESID, se dirigió a Perote con amenazasmás o menos explícitas. Pero entonces el <strong>rey</strong> intervino para que Felipe González recibiera aSantaella, el abogado que habían designado Conde y Perote para llevar el asunto, y para quenegociara con él. El mismo González lo reconoció implícitamente un poco más tarde, cuando, parajustificar su reunión con Jesús Santaella, dijo: "Yo creía que era interesante desde el punto de vistade la seguridad del Estado haber hecho esta reunión. No sólo lo creí yo, sino también personas a lasque tengo mucho respeto" ("personas", en plural). La reunión con Santaella, en La Moncloa, tuvolugar el 23 de junio de 1995. Pero la negociación no fue bien. Felipe González no podía o no queríahacer nada por sus subordinados. Alguien tenía que cargarse el muerto y, desde luego, no sería él.En septiembre las negociaciones con La Moncloa se dieron por rotas y enseguida se volvieron autilizar otros métodos más resolutivos y decididos. El País publicó aquel mes que Mario Conde yJuan Alberto Perote habían pretendido chantajear al Gobierno y al <strong>rey</strong> con información reservadaque el ex-agente había robado del CESID. Se trataba de intentar neutralizar el potencial de ladocumentación que podría meterlos a todos en prisión, convirtiéndola en ilegal. El coronel Peroteingresó en prisión aquel mismo mes, el día 29 (dos años después, en julio de 1997, el TribunalMilitar Central le acabó condenando a siete años de prisión por haber revelado secretos militares).Pero otro de los objetivos de González, no menos importante, era presentar las investigaciones entorno a la trama GAL como una conjura para acabar con el Gobierno... y la monarquía. De paso, sehacía una velada advertencia al monarca --y a todo aquél que pudiera estar interesado en seguir conel asunto--, puesto que nada menos que el <strong>rey</strong> era también susceptible de ser objeto de un chantajecon los papeles del CESID, cosa que daba a entender que estaba involucrado en la trama. Si caíaFelipe, también caería la monarquía. Poco después, el 10 de noviembre, esta vez a través de Diario16, se lanzaría una nueva historia de "Chantaje al <strong>rey</strong>", por parte de Javier de la Rosa y,nuevamente, de Mario Conde, en una segunda entrega de lo que se interpretó como unaconspiración para derrocar al Gobierno y la monarquía, ahora relacionada con escándaloseconómicos.El tema de los papeles del CESID trajo cola unos cuantos años. Pero adelantemos ya que, aunqueacabaron en los medios de comunicación (al menos, una parte importante), no fuerondesclasificados porque podían ser utilizados como prueba en un juicio. Los últimos de la fila deltema GAL no recibieron más ayuda por parte del <strong>rey</strong> que unos cuantos gestos de buena voluntad.Pero cuando la justicia intentara elevar el listón de las responsabilidades, entonces sería distinto. El<strong>rey</strong> ya estaba advertido.El "apagafuegos" real logra poner punto y finalTras la primera ronda de detenciones (Sancristóbal, Álvarez, Planchuelo, Vera, etc.), la cosa seempezó a complicar de verdad. El siguiente que podía caer era el ex-ministro de Interior, JoséBarrionuevo, que ya constituía una pieza de caza mayor. El 12 de octubre de 1995, en la recepciónen el Palacio Real del día de la Hispanidad, el <strong>rey</strong> le cogió del brazo e interrumpió el curso delbesamanos. "Pepe, ¿cómo té encuentras?" Contestó la mujer del ex-ministro: "Bien, Majestad,

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