13Para poder dar a luz este libro, hemos tenido mucho cuidado de ser escrupulosamente respetuososcon las informaciones que se han utilizado. Todo lo que se afirma está contrastado, y muchas veceshay pruebas tangibles de su veracidad. Además, hemos buscado confirmación bibliográfica siemp<strong>rey</strong> cuando ha sido posible, limitándonos a las versiones ya divulgadas en caso de duda, por lo cual –esperamos– contamos con ciertas garantías de que podemos decir lo que decimos. En consecuencia,gran parte de lo que aquí se explica ya ha sido publicado alguna vez, y no nos duele en prenda elreconocerlo. Sí que existe un acuerdo tácito, un “pacto entre caballeros” para no publicar nada queperjudique a la Corona, firmemente consolidado entre periodistas y escritores, bajo la atenta miradade los editores, que deciden en última instancia lo que se publica y lo que no. La prensa extranjeraha llegado incluso alguna vez a atribuir una base formal, y habla de un acuerdo presuntamentefirmado en 1976 entre el Gobierno y la Federación de Prensa, respecto a la privacidad de la familiareal. El pacto de silencio se ha justificado por el alejamiento popular respecto al sistemamonárquico durante la Transición, que obligaba a protegerlo frente a críticas peligrosas que habríande ser inevitables en un sistema de completa libertad de prensa.Pero se han publicado más cosas, desperdigadas aquí y allá, de lo que se podría pensar en unprincipio. Aparte de valientes aportaciones recientes, como la del periodista Jesús Cacho, autor dellibro El negocio de la libertad (que apareció gracias a la osadía de su editor, Ramón Akal), otrosautores han tenido una manera curiosa de difundir informaciones interesantes, incluyéndolas enobras que de otra manera no se presentaban como fustigadoras de la imagen del monarca.Jaime Peñafiel, el más atrevido a la hora de hablar de cotilleos sobre los Borbones actuales, insertaun comentario simpático en el capítulo sobre “la cólera real” (o cuando el <strong>rey</strong> se enfada y esmaleducado), de su libro ¡Dios salve... también al <strong>rey</strong>! : “Don Juan Carlos se dejó llevar, comocualquier ser humano, por ese desahogo que es la cólera, no sólo propia de hombres sino hasta deDios. ¿No existe acaso la cólera divina? ¿No se apoderó de Cristo frente a los mercaderes queinvadieron el templo?”Sin llegar a estos extremos retóricos, Pilar Urbano hace un estudio concienzudo sobre losacontecimientos del 23-F (en su libro Con la venia... yo indagué el 23 F), en el que aporta datossuficientes sobre la contribución del monarca, para llegar al final, tras 270 páginas, y dedicar todauna sección a argumentar “una verdad de Perogrullo”, en palabras suyas: “si el Rey hubiese estadode acuerdo cono el <strong>golpe</strong>, el <strong>golpe</strong> necesariamente habría triunfado”. E inmediatamente después, enel siguiente apartado, Urbano vuelve a explicar que, de todos modos, el <strong>golpe</strong> sí que triunfó en másde un sentido.También el Don Juan, de Luis María Ansón, es un primoroso ejemplo de habilidad dialéctica paradecir y no decir al mismo tiempo. El propio autor sostiene que “las razones a favor de la Repúblicalas comprende cualquiera. Las razones a favor de la Monarquía hereditaria requieren un estudioriguroso, así como una considerable disciplina mental”. Después explica, aportando numerosostestimonios y pruebas, que el <strong>golpe</strong> de Estado del 18 de julio de 1936 tenía como objetivo restaurarla monarquía de los Borbones; aunque los conjurados no se cargaron la República de 1931 porquela monarquía funcionara mejor, sino porque la República era “de ideología revolucionaria”, esdecir, de izquierdas; además, demuestra que la realidad de fondo en la contienda entre Franco y DonJuan no se debía a cuestiones ideológicas, sino a una lucha por el poder puro y duro; que JuanCarlos decepcionó y traicionó a su padre... Y todo ello envuelto en un discurso fogoso, que no sealeja lo más mínimo de la ortodoxia monárquica más recalcitrante. Ansón termina el libro conpárrafos altisonantes sobre “la Monarquía de todos”, “la política profunda de don Juan”, “suimpresionante estatura moral”, “la justicia histórica”... En fin, un despropósito total, aunque muybien documentado.
14Pero si lo poco que se ha publicado en España siempre ha estado volcado hacia la alabanza más omenos engañosa de la Corona, ha pasado lo mismo en buena parte de la prensa extranjera. En elverano de 1992, El Mundo se hacía eco de lo que previamente había publicado la revista francesaPoint de Vue con respecto a los amores del <strong>rey</strong> con la decoradora catalana Marta Gayá. Y trascendióque la Casa Real se había irritado enormemente no por el contenido de la información difundida,sino porque el diario de Madrid había omitido los “elogios y valoraciones positivas” en torno al <strong>rey</strong>que incluía el texto de la revista francesa.La revista italiana Oggi siempre ha seguido el mismo estilo laudatorio que Point de Vue acostumbraa utilizar con los temas monárquicos. Por ejemplo, tras publicar, en un reportaje de 1988 sobre lafamilia real española, informaciones que aquí son absolutamente tabú, como “La infanta Elenanació enferma, como muchos de sus antepasados, y hoy todavía tiene que someterse a continuasterapias”, añadía comentarios compensatorios como los “50 años [del <strong>rey</strong> Juan Carlos] son unejemplo de fidelidad: a la familia, a España, a los valores de la democracia...” En otro desus curiosos artículos, en el que Oggi revelaba el asunto de la presunta hija ilegítima del <strong>rey</strong> deEspaña con la condesa italiana Olghina Robiland (también en 1988), el texto del reportaje matizaba:“Con la lealtad y honestidad que han caracterizado siempre su comportamiento, en cualquiercircunstancia, y que le han permitido conquistar la confianza de los españoles, Juan Carlos adviertea Olghina, desde el primero beso, que el suyo es un amor imposible”.Por ello, si alguien se sorprende por algún dato en particular de este libro que le parezcaespecialmente escandaloso, es necesario que tenga en cuenta que es muy probable que hayaaparecido antes en alguna otra fuente impresa, ocultada por la prensa española. Si nadie se hamolestado, hasta ahora, en poner dificultades a autores como Luis María Ansón, Pilar Urbano,Jaime Peñafiel o José Luis Villalonga, entre otros muchos, podemos presumir que no nos laspondrán ahora a nosotros al tratar de los mismos asuntos, tan sólo porque no hayamos endulzado lahistoria con una capa de “juancarlismo”. Queremos manifestar nuestro agradecimientoa los autores de las obras consultadas –y utilizadas aquí como parte imprescindible de ladocumentación–, las cuales recogemos por orden alfabético en la bibliografía al final del libro. Sihemos preferido evitar las referencias puntuales, párrafo a párrafo, aun cuando no sea nada correcto,ha sido con el objeto de no facilitar la tarea de las personas que tienen espíritu censor, cosa quepondría en peligro el compromiso de confidencialidad con los informadores que han colaborado connosotros.Aparte de fuentes bibliográficas, entrevistas con colaboradors anónimos desinteresados, y algunostextos legales (sentencias, denuncias, sumarios...), facilitados por la persona correspondiente encada caso, también hemos contado con cantidades ingentes de información procedente dehemerotecas, nacionales y extranjeras, merced a la inestimable ayuda de nuestros documentalistas.La mayoría de las referencias que salen a lo largo del libro a las diversas intervenciones delGobierno de los Estados <strong>Un</strong>idos y de la Comisión Trilateral en la vida política del Estado Español,se han recogido del estudio del profesor Garcés Soberanos e intervenidos –una magníficainvestigación sobre documentos desclasificados del Gobierno norteamericano, cuya lecturarecomendamos encarecidamente.Bien, este es un libro que creemos proporciona la información posible, la que entra dentro de loslímites de lo que se puede asumir delante de los tribunales. El resto queda para una ocasión mejor.O para los tribunales, si fuera requerida ante éstos.
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