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Un rey golpe a golpe

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95después, uniéndose con otros en AP; la segunda y fundamental, la aceleración en el ritmo queSuárez estaba imprimiendo a las reformas, impuesto desde los Estados <strong>Un</strong>idos, con el cual muchosfalangistas --aunque favorables al conjunto de la Transición-- no estaban de acuerdo, ni siquiera losmás próximos a la Zarzuela, como Armada o Torcuato Fernández Miranda. Armada se puso dellado de AP, donde era candidato su propio hijo, en el puesto 27 de la lista por Madrid. Suárez, enotra alucinación argumental delante de Armada, le acusó de haber enviado cartas con el sello de laCasa Real en las que pedía el voto para esta formación política, pero no se probó nunca nada. ATorcuato no le valía el liderazgo de Fraga, no le habría aceptado nunca. Pero su ruptura con Suárezya era manifiesta. Y 15 días antes de las elecciones, presentó su dimisión como presidente de lasCortes y del Consejo del Reino y se fue a casa. Preveía que la UCD y Alianza Popular obtendríanun número de votos muy igualado, y que ninguno de los dos conseguiría la suficiente mayoría paragobernar. Y tenía planes para que, como Suárez y Fraga no querían pactar entre ellos, el <strong>rey</strong>encargara a un independiente --él mismo-- la presidencia de un gobierno de centro-derecha. Enaquellos momentos, sí que habría aceptado ser presidente del Gobierno, cargo que había rechazadocuando el <strong>rey</strong> se lo ofreció tras la muerte de Franco. Aun así, esta vez sus proyectos políticos no lesalieron nada bien.La UCD renunciaba a la derecha más dura, y se presentaba como un partido de centro incorporandoa grupos de socialdemócratas, democristianos y liberales. Tuvo el apoyo del <strong>rey</strong>, absolutamentedeslumbrado con los encantos de Suárez que ya se había ganado, de <strong>golpe</strong>, el sitio en el corazón delmonarca que hasta entonces había ocupado su viejo profesor, Torcuato Fernández Miranda. En unprincipio, el proyecto de UCD no fue comprendido por la gran banca franquista, que puso toda clasede dificultades antes de dar el apoyo económico que necesitaba para preparar la campaña. Suárez,con su verborrea, fue el único que consiguió convencer a los representantes de las finanzasespañolas en una cena memorable en casa de Ignacio Torta, el banquero que se acabó suicidándoseunos años más tarde a causa de sus deudas. Pero, además, contaba con otros apoyos. Hay pruebasde que, por lo menos para preparar las elecciones que vendrían a continuación, las municipales, sepidó dinero a los países árabes. A la corte de Teherán, en concreto, llegó una carta del <strong>rey</strong> deEspaña, fechada el 22 de junio de 1977, en la que se pedían 10 millones de dólares para apoyar alpartido de su primer ministro, Adolfo Suárez, en las elecciones que se celebrarían al cabo de seismeses. Quien firmaba la carta, el <strong>rey</strong> Juan Carlos, explicaba a sus "hermanos árabes" que el PSOEcontaba con la ayuda plena de la Internacional Socialista, especialmente de la riquísimasocialdemocracia alemana; y que hacía falta contrarrestar esta situación y buscar apoyos para queun gobierno de centro-derecha, como el de Adolfo Suárez, se pudiera sostener y, así, proteger a lainstitución monárquica de la amenaza marxista. La monarquía saudí (en aquel momento se tratabadel <strong>rey</strong> Halid, y Fahd era el primer ministro), que se sepa, respondió favorablemente con laconcesión de un crédito por un importe de 100 millones de dólares (unos 10.000 millones depesetas), mucho más de lo que se había pedido, que la Casa Real tenía que devolver en un plazo dediez años sin intereses.Respecto a otros grupos legalizados para participar en las elecciones, es preciso señalar que nojugaban en igualdad de condiciones en cuanto a la financiación ni en cuanto a las oportunidades deobtener representación parlamentaria. Merced al sistema proporcional establecido por el Gobiernode Su Majestad, se favorecía a los partidos que obtuvieran más votos, con la intención de dejarfuera del parlamento a la oposición, despreciándola, y favoreciendo el bipartidismo según el modeloyanqui. Además, todos se tuvieron que avenir a varias condiciones previas. Tenían acceso a latelevisión para los breves espacios electorales, igual que hoy día, pero había temas intocables: el<strong>rey</strong>, las Fuerzas Armadas, la bandera y la unidad de España. Para el PSOE, el PCE y el PSP de

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