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Un rey golpe a golpe

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56de los mejores amigos de Sofía, con quien la afinidad ideológica y de carácter se manifestó desde elcomienzo. A Franco le parecían bien los dos, porque eran buenos franquistas. Y a Don Juantambién, porque además eran monárquicos. <strong>Un</strong>a combinación nada infrecuente en aquel ambiente.De manera que los dos apoyaron los nombramientos. A lo largo de la décadada de los sesenta, elpríncipe visitaba a Franco una vez al mes como media, una o dos horas cada vez. Y, por otro lado,Franco estaba bien informado de todo lo que sucedía en La Zarzuela a través del personal de lacasa, muy especialmente de Alfonso Armada, que no le escondía ninguna gestión ni ninguna visita.Pero aunque aparentemente todo iba por el buen camino, de la pareja real nunca se pudo deciraquello de que fueron felices y comieron perdices. No hacía ni un año que estaban casados cuandoen Atenas --nunca en España, naturalmente-- la prensa comenzó a decir que no se llevaban bien yque era mucho más que probable que se separaran. Los rumores incluso llegaron al Parlamentogriego, donde el diputado Elias Bredimas quiso saber qué pasaría con la dote de la princesa si serompía el matrimonio.Dos hijas y un herederoComo las bodas, los hijos de la realeza son una cuestión de Estado. Y quizás por esto la primerapersona a quien los príncipes anunciaron el primero embarazo de Sofía fue Laureano López Rodó.La infanta Helena nació el 20 de diciembre de 1963 en la clínica privada Nuestra Señora de Loreto,lo más lejos posible de la Seguridad Social. Pero pese a la enorme expectación que había despertadoel acontecimiento, más en el círculo político que en el familiar, todo el entusiasmo se derrumbó depronto. No solamente por el hecho de que fuese una niña. La recién llegada difícilmente podría serconsiderada heredera alguna vez, con ley sálica o sin ella. Aun así, hubo celebraciones. Y para elbautizo, el 23 de diciembre, incluso vinieron de Estoril los condes de Barcelona, si bien no lesdejaron entrar en Madrid y se alojaron en Algete, en la finca de Soto, del duque de Alburquerque.Cuando tuvo lugar el segundo embarazo, los círculos políticos de los tecnócratas del Opus yaestaban escarmentados y, por lo general, el tema tuvo un tratamiento mucho menos entusiasta y másdiscreto por parte de la prensa, por si las moscas. Apenas hay información sobre el nacimiento de lasegunda niña, Cristina, que siempre ha pasado bastante desapercibida, cosa que seguramente haagradecido. Ésta sí que nació sana, pero se trataba de otra niña, por lo que el acontecimientotampoco era para echar demasiados cohetes.Cuando llegó el tercer embarazo, los príncipes ya estaban sinceramente preocupados. Sofía teníamiedo de que, por las dificultados que había tenido en los partos anteriores, no pudiera tener máshijos. Para acabarlo de rematar, el período de gestación estuvo rodeado de noticias tan malas paraellos como la pérdida del trono de su hermano Constantino de Grecia, que tuvo que huir con lopuesto a Roma, donde Juan Carlos tuvo el detalle de enviarle un poco de ropa suya para ir tirando.La cuestión de la sucesión era más complicada de lo que nadie habría podido prever.

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