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Un rey golpe a golpe

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169Pero volviendo a su amistad con Juan Carlos... Desde que en 1987 Conde se hizo cargo de lapresidencia del Banesto --elegido por las familias propietarias para hacer frente a los tradicionalescompetidores del Bilbao y del Vizcaya, que habían intentado absorber el banco--, dio un paso másen su camino hacia La Zarzuela. <strong>Un</strong>o de sus hombres de confianza, y vicepresidente del Banesto,era Ricardo Gómez Acebo ("Ricky"), marqués de Deleitosa, cuñado de la hermana mayor del <strong>rey</strong> yasesor financiero de la familia real desde hacía años. También en estos años Conde llegó a laFundación de Ayuda contra la Droga (FAD), presidida por la reina. <strong>Un</strong> curioso club que algunaspersonas han calificado de "poder en la sombra", del cual formaban parte los prohombres másinfluyentes del Estado, muchos de ellos íntimamente conectados con La Zarzuela (entre otros JoséMaría López de Letona, Ricardo Martí Fluxá, Eduardo Serra, Plácido Arango, José MaríaEntrecanales y Manuel Prado), a los cuales se irían uniendo los nuevos ricos del PSOE (EnriqueSarasola, Jesús Polanco, etc.). Y precisamente en una reunión del patronato, Conde conoció aManuel Prado, el amiguísimo del <strong>rey</strong>, con el que más tarde hizo negocios.El objetivo de Mario Conde durante estos años no era ganar dinero. O, al menos, no era sólo ganardinero. Lo que quería era poder. Su ambición se puso de manifiesto en las conocidos operacionesque llevó a cabo para conseguir influencia en los medios de comunicación. Intentó entrar en elaccionariado de Prensa Española (editora de ABC), para lo cual recurrió a la ayuda de Don Juan.Pero, a pesar de los pesares, Ansón no permitió ni siquiera que se aproximara. También tuvo escasoéxito en sus intentos de hacerse con La Vanguardia. En lugar de esto, adquirió acciones de lo quepudo: de E1 Mundo (oficialmente, alrededor del 4% del capital del diario), y de Época (elsemanario derechista por excelencia, en el que consiguió ejercer el control mayoritario). Bueno, élpersonalmente no. Mario Conde no era un capitalista chapado a la antigua. Más bien utilizaba elcapital para sus operaciones, que es como en los últimos tiempos se hacen las cosas en los círculosde poder económico: quien manda es el directivo, no necesariamente el propietario de un granpaquete de acciones. Se juega con los dineros de otras personas (los pequeños accionistas), que sonquienes al final pagan el pato cuando hay un descalabro. Por otro lado, como sabía que el grupo másimportante y poderoso era Prisa --y allí sí que no tenía ninguna posibilidad de entrar--, hizo todo loposible para aproximarse a Jesús Polanco. "Si no puedes con ellos, únete a ellos", como dice elrefrán. Y, en su momento, le hizo algunos favores. Pese a que era uno de los hombres máspoderosos de todo el Estado, Polanco no tenía relaciones con el <strong>rey</strong>, ni buenas ni malas, hasta queen 1990 Mario Conde le introdujo en palacio. Pero, como le pasa a casi todo el mundo, Mario nosupo comprender la confusa relación de Prisa con el PSOE, en la cual no es fácil distinguirrealmente quién manda más. Conde pensaba ingenuamente que podría llegar a aliarse con Polanco,incluso contra Felipe González, y su osadía acabó costándole cara.El banquero y el <strong>rey</strong> se solían reunir a menudo en La Zarzuela o en casa de Paco Sitges paraintercambiar impresiones. Charlaban, se tuteaban, se decían que se apreciaban e incluso se lesescapaba alguna lagrimita cuando, ya tras muerte, recordaban al malagueño Don Juan. "Todo miafecto pasado hacia Don Juan es hoy para el <strong>rey</strong>", dijo a Juan Carlos, llevado por la emoción, suamigo Mario, en una de las primeras entrevistas que mantuvieron tras el fallecimiento del conde.Pero todo esto no era un mero entretenimiento. Lo que la amistad del <strong>rey</strong> podía ofrecer a Conde era,sobre todo, información. Juan Carlos recibía a todo el mundo y después se lo contaba todo a Conde.Si Narcís Sierra estaba a favor del relevo de Solchaga, si Felipe González estaba pensando endisolver las cortes y convocar elecciones, si sus relaciones con la reina iban de mal en peor... Elpeligro consistía en el hecho de que, igual que se lo contaba todo a él, cuando salía por la puertatambién largaba todo a quien viniera después: "Mario me ha dicho...", "Mario opina...", "Marioquiere...". Y le iba colocando, sin darse cuenta muy bien de lo que hacía, en su estilo habitual, en

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