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Un rey golpe a golpe

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66sobre todo para sus acompañantes. En una localidad cercana a Valladolid, a la que fue escoltadopor el ministro de Agricultura, la gente les lanzó patatas cuando pasaron en coche. El ministroestaba horrorizado y el príncipe se vio obligado a tranquilizarlo: "Cálmese, señor ministro, a quiense las tiran es a mí, no a usted". Otro día, en Valencia, cuando iba andando por la calle con elcapitán general de la región, vio a un hombre que se los acercaba a salto de mata. Instintivamente,en lugar de andar más rápido, el príncipe dio un paso atrás y el <strong>golpe</strong> de tomate fue a parar alcapitán general, que se había quedado en medio. "Gajes del oficio, como hubiera dicho mi abuelodon Alfonso XIII", le dijo Juan Carlos para consolarlo. También le lanzaron tomates cuando visitóGranada. Y en un viaje oficial a Canarias, el sucesor de Franco se quedó bloqueado durante variosminutos a medio discurso, porque no entendía la letra de quien se lo había escrito. Fue al presidentedel Ayuntamiento, que había tenido que negociar la presencia del príncipe con comunistas ysocialistas, todavía en la clandestinidad, quién tuvo que aguantar el chaparrón.Eso sí, donde no se podían permitir tonterías era en los viajes al extranjero, y muy especialmente enlos Estados <strong>Un</strong>idos. Cuando en enero de 1971 fue invitado por Nixon, con motivo del despegue delApolo-14, durante la retransmisión en directo por televisión fue capaz de improvisar, sin papel y enun inglés perfecto, ante las preguntas de un periodista de la televisión norteamericana,supuestamente por sorpresa: "La influencia que tiene en las generaciones contemporáneas laconcepción del universo obliga a los hombres a salir de su aldea y procurarse una visión de la vidamás amplia que la que tuvieron las gentes de épocas anteriores". La actuación brillante del príncipese destacó en la prensa como prueba inequívoca de que no era tan tonta como parecía, cosa que nole fue nada mal para lavar su imagen. Ya estaba bastante quemado, e incluso había dicho: "Ya estoyharto de que aquí venda todo el mundo a chuparme el culo y luego me consideren tonto".Preparando el terrenoMientras Juan Carlos esquivaba tomates y visitaba los edificios vacíos de los ministerios, loshombres de la "Operación Lolita" continuaban la dura empresa de preparar el terreno para lo quevendría tras Franco. La decisión del dictador de nombrarlo sucesor a lo grande había sido fruto deltrabajo tenaz de Laureano López Rodó. A partir de 1969, él y los demás continuaron su estrategiapor otros caminos. Para liberalizar la economía y poner fin a la autarquía, tenían que pasarnecesariamente por una sensible apertura a las libertades políticas, y eran perfectamente conscientesde ello. El mismo López Redondo votó a favor de la Ley para la Reforma Política de 1976 y a favorde la Constitución de 1978. Para trabajar en este terreno, necesitaban algo más que un sucesorcolocado en La Zarzuela. Hacía falta que Franco, al menos, se desprendiera de la función depresidente del Gobierno en favor de una persona que asegurara la entronización política de JuanCarlos cuando muriera el dictador. Sobraban argumentos para hacerlo a la mayor brevedad posible,sobre todo cuando ETA empezó a actuar, en 1968, matando en agosto al guardia civil José Pardinesy al policía Melitón Manzanas, primeros de una larga lista que el Régimen no consiguió frenar. Acomienzos de los años setenta, se sucedían las movilizaciones de protesta en Euskadi y los juiciosdel Tribunal Militar de Burgos contra nacionalistas vascos. También fue un impulso el derramecerebral que inmovilizó al dictador portugués Oliveira Salazar, al caer de una silla, el 7 deseptiembre de 1968. El caso era para tomar nota. Aquí podría pasar algo parecido en cualquiermomento. Aunque estaba muy aferrado al poder, Franco acabó cediendo en junio de 1973,designando como presidente del Gobierno a su asesor, el almirante Luis Carrero Blanco. Fernández

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