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Un rey golpe a golpe

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55es que estuvieron cinco meses de viaje, visitando "casas de amigos". Comenzaron en aguas griegas,a bordo del yate que el armador Niarchos les había dejado. Después, tuvieron la deferenciade pasarse por Madrid a visitar al Caudillo, para lo cual se puso a su disposición un avión de lasFuerzas Armadas. El encuentro fue breve. Comieron en el Pardo y al día siguiente continuaron elviaje de novios. Pero, por culpa de aquella visita, que no le gustó nada a Don Juan, cesaron al duquede Frías como jefe de la Casa del Príncipe.Las siguientes paradas fueron Roma y el Vaticano, donde fueron recibidos por el papa Juan XXIII.Después, Mónaco, donde visitaron a los príncipes Gracia y Rainiero; Jordania, para ver a su amigoel <strong>rey</strong> Hussein; el Japón, donde saludaron al emperador Hiro Hito; Tailandia; la India; y, finalmente,como fin de fiesta, los Estados <strong>Un</strong>idos, país en el que las principales atracciones fueron la visita alpresidente Kennedy en Washington, y la excursión a Hollywood para ver de cerca y saludar a losfamosos de moda.Cuando volvieron debían de estar agotados, pero todavía tuvieron que continuar la diáspora duranteun tiempo. Primero estuvieron un tiempo en la casa que se les concedió en Grecia. Después seinstalaron en Estoril, en una villa propiedad de Ramón Padilla, la Carpe Diem. Pero el destinodefinitivo fue La Zarzuela, en Madrid. Don Juan no quería que volviera a España, más que por elhecho de estar cerca, por una simple cuestión política. Pero como tenerlo al margen tampoco leservía de mucho y el príncipe no soportaba bien la vida monótona y aburrida de Estoril, en una casapequeña y prestada, Don Juan cedió. Ya no era tiempo de sostener entrevistas con el dictador.Esta vez se conformó con escribirle una carta sencilla, fechada el 8 de febrero de 1963, en la quecontinuaba la línea de pelotilleo que ya había iniciado con la carta del Toisón: " [...] No ha pasadopor mi imaginación suspender la presencia del Príncipe de Asturias en España y, mucho menos, poruna decisión mía”.Aquel mismo mes de febrero volvieron a Madrid y se instalaron en el palacio de La Zarzuela, engran parte a propuesta del Pardo. Las relaciones con Franco se habían deteriorado mucho desde laboda, que había sido a medias entre el rito ortodoxo y el católico, cosa que no podía ser bien vistapor alguien a quien le gustaba pasearse bajo palio a la mínima ocasión. Pero lentamentefueron recuperando el buen tono, merced a la presión de los hombres del Opus, que siempresupieron anteponer lo que realmente importaba a sus convicciones de integrismo católico. Y en granmedida también a los esfuerzos de Sofía, que sabía muy bien por qué estaba en España e hizo todolo posible para irse ganando al dictador. No le faltaron ocasiones para demostrar que era una"profesional" bien capacitada, educada para hacer cualquier sacrificio por una razón de Estado,aunque fuera tragándose la saliva por un marido que se iba de picos pardos a la mínima ocasión.En sustitución del malparado duque de Frías, se encargó de la dirección de la Casa del Príncipe elduque de Alburquerque, aunque siempre realizaba todas sus funciones extraoficialmente NicolásCotoner, el marqués de Mondéjar, que ocupó formalmente su puesto a partir de 1964Casi al mismo tiempo, el propio príncipe reclamaba a Alfonso Armada para el cargo de secretario.Los dos, Mondéjar y Armada, formaban un equipo de militares muy próximos afectivamente alpríncipe desde los tiempos del palacio de Montellano, cuando Juan Carlos preparaba su ingreso enla Academia Militar de Zaragoza. Mondéjar había sido su profesor de equitación y se había idoconvirtiendo, a falta de uno mejor, en un auténtico padre, a quien todos los días, cuando seincorporaba a trabajar con él, antes de nada le daba un beso. Armada con el tiempo llegó a ser uno

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