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Un rey golpe a golpe

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160Conde. Y el <strong>rey</strong> habló personalmente con el banquero, que dijo que no tenía nada que ver. El <strong>rey</strong>también telefoneó a su amigo Giovanni Agnelli, presidente de Fiat y máximo accionista del grupoRizzoli, propietario de la revista Oggi y del 45% del accionariado del Mundo. Y Agnelli habló conel presidente de Rizzoli, y éste con <strong>Un</strong>idad Editorial, matriz empresarial del diario El Mundo,pidiendo la cabeza de Pedro J.. El director del diario madrileño salvó la piel de milagro, en unacomida de conciliación entre Conde y el <strong>rey</strong>, en la que el mismo Pedro J. llegó cuando estaban a lospostres, el 12 de septiembre de 1992. Para que la Casa Real le perdonara, Pedro J. Ramírez, ainstancias de Mario Conde, se vio obligado a asegurar que en realidad quien había filtrado lainformación había sido Sabino Fenández Campo, cosa que después sirvió a Conde para insistir enrecomendar al <strong>rey</strong> que lo cesara del cargo. Conde también pudo evitar que los socios italianosvendieran su paquete de acciones y abandonaran El Mundo. Y todo quedó solucionado, aunquenada se aclaró, porque después, el 24 de septiembre, la revista italiana Oggi todavía volvió apublicar un completo reportaje en el que explicaba otra vez toda la historia de Marta Gayá: "El <strong>rey</strong>de los juegos olímpicos es sorprendido en fuera de juego". Citaba a Point de Vue y adornaba eltexto con numerosos comentarios críticos, sobre un monarca que estaba siendo "poco reflexivo","menos diligente en sus obligaciones", "tan enamorado que parece un niño", etc. Está claro que laprensa extranjera no se rige por las mismas normas. Aquí, los artículos de El Mundo sobre el <strong>rey</strong> noaparecieron en el suplemento resumen de los principales temas publicados en los cinco primerosaños de vida del diario y, desde luego, la aventura de publicar insensateces sobre el monarca no serepitió nunca jamás. Tribuna, a su vez, sustituyó al director, Julián Lago, por Fernando GarcíaRomanillos, que entendió que los temas de la Casa Real no hacían incrementar el número delectores y, en cambio, le hacían perder publicidad. Y Sabino Fernández Campo salió por la puertafalsa de La Zarzuela muy poco después.Historia de un chantajeBárbara Rey, reapareciendo como Olghina de un pasado esta vez no tan lejano, en 1997 protagonizóotro de los episodios más oscuros en la complicada trama de las aventuras amorosas del <strong>rey</strong>. Lahistoria ya se ha publicado, dividida en diferentes partes, en libros y revistas diversos. Si bien todoslos autores, atendiendo a las dificultades de un tema del cual en España sencillamente es mejor nohablar, han preferido no identificar a la vez a los dos protagonistas: o bien se hablaba de "el <strong>rey</strong> y lavedette ", o bien de "Bárbara Rey y una alta personalidad del Estado". <strong>Un</strong>a precaución que no hacesino poner en evidencia la escasez de libertades en que nos vemos obligados a movernos, y lahipocresía de un poder que establece normas ridículas de censura encubierta que no engañan anadie. Aun cuando sea vox populi y, sin duda, todos los medios de comunicación dispongan deinformación sobrada, llena de pruebas y testigos, no por ello se publica. La historia de Bárbara Reycon el monarca comenzó en los primeros tiempos de la Transición. Se hicieron "amigos" por mediode Adolfo Suárez, en una etapa en que la vedette apoyaba al líder de UCD como mejor sabía(pidiendo el voto para la formación política en las campañas electorales). A Juan Carlos siempre lehabían gustado las mujeres de rompe y rasga y, al parecer, aparte de sus largas piernas, disfrutabaespecialmente de las delicias culinarias que la valenciana le preparaba en la barbacoa de su chalé.La relación había continuado de manera intermitente a lo largo de los años, hasta que un buen día,el mes de junio de 1994, el <strong>rey</strong>, con frases amables, le hizo saber que la historia había acabado. PeroBárbara no estaba dispuesta a pasar página tan fácilmente. Para lo cual disponía de todo un arsenalde grabaciones, filmaciones y fotografías obtenidas en varios encuentros. Por alguna razóndesconocida, la vedette siempre había tenido la afición de dejar constancia de las conversacionesprivadas con sus parejas. En la televisión, una vez (a primeros de marzo del año 2000, en elprograma en directo Crónicas Marcianas), ya salió en antena la grabación de una discusión entre

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