159al día siguiente en la radio, y dijo literalmente sobre el viaje: "Bueno, lo que yo creo y lo que se meha dicho es que está descansando, un pequeño descanso, descanso de montaña que le viene muybien". La expresión "lo que se me ha dicho" desveló suspicacias de toda clase. Sabino habló porteléfono con el <strong>rey</strong> para que volviera a España a la mayor brevedad posible. Juan Carlos volvióapresuradamente el sábado 20 de junio por la mañana. Despachó con Felipe González antes delmediodía y comió en privado con el presidente de Sudáfrica, Fredierik De Klerk, que estaba enMadrid de visita oficial. Pero, aunque se perdía la celebración familiar del último aniversario deDon Juan, que cumplía 69 años, por la tarde ya estaba de nuevo en Suiza, en una localidad próximaa Saint-Moritz. La reina fue sola a cenar a la residencia del conde de Barcelona en Puerta de Hierro,y al día siguiente presidió, sustituyendo al monarca, la apertura de la Cumbre Iberoamericana. Ensuma, el <strong>rey</strong> fue a Suiza del 15 al 23 de junio, víspera de su santo, que tampoco contó con latradicional celebración en el Campo del Moro. El <strong>rey</strong> no estaba por la labor. Ni siquiera fue a latradicional reunión de la Asociación de la Prensa. Y, encima, el príncipe Felipe tampoco aparecíapor ninguna parte. Según la explicación oficial, se estaba entrenando con el equipo olímpico devela, pese a que otros relacionaban su ausencia con el gran disgusto que le había provocado laruptura con Isabel Sartorius.Y la polémica no se detuvo. Por el contrario, unos cuantos días después El Mundo destacó que,como consecuencia de la escapada, se había incurrido en un presunto delito de falsificación dedocumento público. En efecto, según el BOE el <strong>rey</strong> había firmado una ley en Madrid (la sanciónreal de la ley de creación de la <strong>Un</strong>iversidad de La Rioja) el día que estuvo en Suiza (el 18 de junio)."O el lugar es falso, o la fecha es falsa o la firma es falsa", afirmaba El Mundo. Y además advertíaque, aunque el <strong>rey</strong> no está sujeto a responsabilidad según la Constitución, el presunto delito secorrespondía, atendiendo al Código Penal, con una pena de entre 6 y 12 años de prisión mayor. Elcolumnista Javier Ortiz daba el <strong>golpe</strong> de gracia: "Lo mismo va la gente y se cabrea, y le da miedopensar que tal vez un presidente de la República podría salirle más económico. No sería la primeravez que este país hiciera, por así decirlo, Borbón y cuenta nueva". Cuando parecía que ya todo sehabía calmado, en agosto la revista francesa Point de Vue publicaba la historia del <strong>rey</strong> con MartaGayá. A raíz de lo que había publicado el diario español, Point de Vue había telefoneado a la clínicaen la que el <strong>rey</strong> había estado supuestamente descansando en Suiza y les colgaron el teléfonoapresuradamente. Estirando el hilo del secreto que se quería guardar, citaron fuentes próximas almonarca (del personal de La Zarzuela) para hablar, en concreto, de Marta Gayá como explicacióndel misterio; y también hacían referencia al asunto del príncipe con Sartorius, que "envenena desdehace tres años la atmósfera madrileña". Al día siguiente, lo reproducía El Mundo en una nota deportada, ampliada con más información en el interior. La nueva tormenta política esta vez se centróen la preocupación por descubrir la fuente que había filtrado la historia a la prensa. La cosa se ibaenredando, y se citaban y se culpabilizaban unos a otros.La primera en publicar algo, muy solapadamente, sobre el amor mallorquín del <strong>rey</strong>, había sido larevista Tribuna en 1990; el empujón siguiente lo habían dado Felipe González y El País en junio de1992 y El Mundo se había hecho eco de la polémica; Point de Vue había tirado del hilo, y la historiahabía rebotado de nuevo en el Mundo, y después otra vez en Tribuna... En medio de todo este lío, ycon la mayor rapidez posible, El Mundo eliminó la nota de la primera página en la segunda edición,y también suprimió algunos párrafos de la información del interior, lo que suavizaba y matizaba suscomentarios. Por ejemplo, la referencia de que Point de Vue era "la revista sobre la realeza másprestigiosa de Europa" se convirtió en algo más discreto: "La revista monárquica francesa". PeroPedro J. Ramírez no se libraría así como así de la responsabilidad. De pronto y por sorpresa, el 19de agosto, Diario 16 difundió en su portada que el culpable de las filtraciones había sido Mario
160Conde. Y el <strong>rey</strong> habló personalmente con el banquero, que dijo que no tenía nada que ver. El <strong>rey</strong>también telefoneó a su amigo Giovanni Agnelli, presidente de Fiat y máximo accionista del grupoRizzoli, propietario de la revista Oggi y del 45% del accionariado del Mundo. Y Agnelli habló conel presidente de Rizzoli, y éste con <strong>Un</strong>idad Editorial, matriz empresarial del diario El Mundo,pidiendo la cabeza de Pedro J.. El director del diario madrileño salvó la piel de milagro, en unacomida de conciliación entre Conde y el <strong>rey</strong>, en la que el mismo Pedro J. llegó cuando estaban a lospostres, el 12 de septiembre de 1992. Para que la Casa Real le perdonara, Pedro J. Ramírez, ainstancias de Mario Conde, se vio obligado a asegurar que en realidad quien había filtrado lainformación había sido Sabino Fenández Campo, cosa que después sirvió a Conde para insistir enrecomendar al <strong>rey</strong> que lo cesara del cargo. Conde también pudo evitar que los socios italianosvendieran su paquete de acciones y abandonaran El Mundo. Y todo quedó solucionado, aunquenada se aclaró, porque después, el 24 de septiembre, la revista italiana Oggi todavía volvió apublicar un completo reportaje en el que explicaba otra vez toda la historia de Marta Gayá: "El <strong>rey</strong>de los juegos olímpicos es sorprendido en fuera de juego". Citaba a Point de Vue y adornaba eltexto con numerosos comentarios críticos, sobre un monarca que estaba siendo "poco reflexivo","menos diligente en sus obligaciones", "tan enamorado que parece un niño", etc. Está claro que laprensa extranjera no se rige por las mismas normas. Aquí, los artículos de El Mundo sobre el <strong>rey</strong> noaparecieron en el suplemento resumen de los principales temas publicados en los cinco primerosaños de vida del diario y, desde luego, la aventura de publicar insensateces sobre el monarca no serepitió nunca jamás. Tribuna, a su vez, sustituyó al director, Julián Lago, por Fernando GarcíaRomanillos, que entendió que los temas de la Casa Real no hacían incrementar el número delectores y, en cambio, le hacían perder publicidad. Y Sabino Fernández Campo salió por la puertafalsa de La Zarzuela muy poco después.Historia de un chantajeBárbara Rey, reapareciendo como Olghina de un pasado esta vez no tan lejano, en 1997 protagonizóotro de los episodios más oscuros en la complicada trama de las aventuras amorosas del <strong>rey</strong>. Lahistoria ya se ha publicado, dividida en diferentes partes, en libros y revistas diversos. Si bien todoslos autores, atendiendo a las dificultades de un tema del cual en España sencillamente es mejor nohablar, han preferido no identificar a la vez a los dos protagonistas: o bien se hablaba de "el <strong>rey</strong> y lavedette ", o bien de "Bárbara Rey y una alta personalidad del Estado". <strong>Un</strong>a precaución que no hacesino poner en evidencia la escasez de libertades en que nos vemos obligados a movernos, y lahipocresía de un poder que establece normas ridículas de censura encubierta que no engañan anadie. Aun cuando sea vox populi y, sin duda, todos los medios de comunicación dispongan deinformación sobrada, llena de pruebas y testigos, no por ello se publica. La historia de Bárbara Reycon el monarca comenzó en los primeros tiempos de la Transición. Se hicieron "amigos" por mediode Adolfo Suárez, en una etapa en que la vedette apoyaba al líder de UCD como mejor sabía(pidiendo el voto para la formación política en las campañas electorales). A Juan Carlos siempre lehabían gustado las mujeres de rompe y rasga y, al parecer, aparte de sus largas piernas, disfrutabaespecialmente de las delicias culinarias que la valenciana le preparaba en la barbacoa de su chalé.La relación había continuado de manera intermitente a lo largo de los años, hasta que un buen día,el mes de junio de 1994, el <strong>rey</strong>, con frases amables, le hizo saber que la historia había acabado. PeroBárbara no estaba dispuesta a pasar página tan fácilmente. Para lo cual disponía de todo un arsenalde grabaciones, filmaciones y fotografías obtenidas en varios encuentros. Por alguna razóndesconocida, la vedette siempre había tenido la afición de dejar constancia de las conversacionesprivadas con sus parejas. En la televisión, una vez (a primeros de marzo del año 2000, en elprograma en directo Crónicas Marcianas), ya salió en antena la grabación de una discusión entre
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