pretensiones del hombre de salir de su atmósfera natural. Da a su via-Jero el nombre de Icaro como tributo al mitológico hijo de Dédalo, cuyasalas, unidas con cera a su cuerpo, derritió el calor del sol cuando ya elmozo iba llegando al cielo.Menipo hace su primer vuelo hasta la luna, para lo cual adapta asus hombros y brazos un ala de águila y otra de buitre. Vuela tres milestadios para llegar a Diana, distante ésta del sol quinientas parasangas,Allá encuentra a Empédocles, aquel que se arrojó al cráter del Etna paradar la impresión a los hombres de que había volado directamente alOlimpo. <strong>El</strong> volcán puso en evidencia su farsa al arroj al' a la tierra dUSsandalias. Empédocles, lanzado a la luna por la erupción, se acerca dMenipo para socorrerlo y señalarle el camino hada los dioses.Sería asunto de nunca acabar t.raer aquí cuanto el hombre ha creadocon su imaginación, en relación con el infinito, desde <strong>El</strong> Ramayana deValmiki, escrito mil quinientos años antes de Cristo y en el que son frecuenteslos carros que atraviesan las regiones siderales, hasta el profeta<strong>El</strong>ías, arrancado de la tierra en ígneo carruaje, y sin olvidar a Pegaso,nacido de la sangre de la Medusa decapitada por Perseo, que hizo viajedirecto al Olimpo no sin antes dar nacimiento con un golpe de coz a, lafuente de Hipocrene.Pero no se limitó el hombre a fantasear sobre planetas y astros. Consentido utiltarista, los usó para orientarse. Como bien lo recuerda Luciano,los fenicios, los más audaces navegantes de la antigüedad, estudiaronel curso de las estrellas y por ellas se guiaron en Sus largos recorridosmarinos, mucho antes de que se inventara la brújula.Esos conocimientos empiricos del mundo sideral se amplían óptimcimenteantes de que Cervantes viniera al mundo. CopérnÎCo y Galieo dedplazanel centro de nuestro universo hacia el sol, y la tierra queda convertidaen una modesta provincia del sistema solar.En el Capitulo xxix de la segunda parte del Quijote, el que relata elregocijado episodio del barco encantado, el héroe cervantino lamenta lafalta de un astrolabio "con qUe medir la altura del polo". <strong>El</strong> autor couociaperfectamente que los polos son equidistantes del ecuador y todo loque por entonces se sabía de la tierra en relación con el sol y los planetas,y sólo por una concesión humorística a las falacias populares de su tiempoconviene en que los parásitos que lleva el hombre mueren cuando éstepasa la línea ecuatoriaL.Mas no es mi propósito exponer los conocimientos que Cervantes teníadel sistema solar y nuestro planeta. sino presentar el atisbo que éltuvo de lo que el hombre de hoy habría de realizar en la conquista delespacio.Cuando, a raíz de la aventura astronáutica del norteamericano Glenn,yo leí que éste había manifestado que en el breve tiempo de dos horasy media qUe éi pasó dándole vueitas a la tierra vió salir el sol cuatro veces,recordé la exploración de don Quijote en la Cueva de Montecinos.Salido el caballero de ella procedió a relatar las cosas de maravilas yencantamientos que all había visto y tan larga fue su narración, que IÒIprimo del licenciado que había amistado con don Quijote en las bodas deCamacho no pudo menos que observar:"-Yo no sé, señor don Quijote, cómo vuesa merced en tan poco es-LOTERIA 55
pacio de tiempo como ha qUe está allá abajo, haya visto tantas cosas yhablado y respondido tanto."-¿Cuánto ha que bajé?- preguntó don Quijote."-Poco más de una hora-respondió Sancho."-Eso no puede ser--replicó don Quijote-porque allá me anochecióy amaneció, y tornó a anochecer y amanecer tres veces; de modo quea mi cuenta, tres días he estado en aquellas partes remotas y escondidasa la vista nuestra."-Verdad debe de decir mi señor-dijo Sancho-; que como todaslas cosas que le han sucedido son por encantamiento, quizás lo que anosotros nos parece una hora, debe parecer allá tres dias con sus noches".Creo que no violento la lógica ni incurro en disparate al traer aquíla similtud que hay entre el astronauta contemporáneo que en sus vueltasalrededor de la tierra vió cuatro auroras en dos hOTas y media, y elfantaseador hidalgo qUe en las entrañas de una cueva encantada, cercade las lagunas de Ruidera, le anocheció y amaneció tres veces en el lapsode noventa minutos.Paréceme que existe un impresionante paralelo entre el hidalgo ÌJravay desventurado y los Gagarin y Glenn de nuestros días. Aquel fracasópor haber traido al mundo una forma de hazaña anacrónica y ridícula.Estos acertaron por haber actuado dentro de la realidad contemporánea,socorridos por los buenos hadas de la ciencia, sin la funesta influenciade un Fristón, mas el hidalgo manchego y lOs astronautas contemporáneospresentan una virtud qUe los iguala: el valor indomablepara emprender hazañas prohibidas para quienes no se atreven a penetraren el peligroso mundo de lo maraviloso_Pero no para en la aventura de la Cueva de Montecinos el comerciode Cervantes, a través de sus héroes, con los campos astrales.<strong>El</strong> Capítulo XLI de la segunda parte del Quijote encuentra al hidalgoy al escudero huéspedes de los que tratan de vencer su aburrimientocon burlas regocijadas cuando no crueles, al inmortal binomio humano.Don Quijote se ha comprometido a emprender una hazana de cuyobuen suceso dependían el desencantamiento de la Duena Dolorida y desus compañeras, cuyos rostros estaban afeados por maléficas y tupidasbarbas.Trájose a un patio al caballo ClavileflO, sobre el que habían de cabalgaramoy escudero, estrictamente vendados, para hacer el largo ypeligroso vuelo al reino de Candaya. No dudó un momento el Caballerode la Triste Figura en aceptar el reto que le lanzaba Malambruno y unavez vencidos con reprimendas y sobornos los temores de Sancho, comienzael vuelo. A Sancho le causa extrañeza que yendo a la gran altura queél suponía, oyeran las voces y los ruidos de lOs espectadores, lo cual explicódon Quijote, muy dentro de su razón, como cosa de encantamiento.Deseosos de darle a la burla toda la fuerza de la verdad, los duqueshabían dispuesto que se soplara sobre Clavileño y sus dos ocupantes unabuena cantidad de fuelles. A lo cual observa don Quijote:"-Sin duda alguna, Sancho, que ya debemos llegar a la segunda regióndel aíre, a donde se engrendan el granizo y las nieves; los truenos,los relámpagos y los rayos se engendran en la tercera región; y si es que58 LOTERIA
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