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Mayo Nº 78 - Biblioteca Virtual El Dorado

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Cuando se piensa en estos aspectos de la pasada organización universitariaen ambas Américas, uno empieza a entender algunas discrepanciasy a dejarlas sin la excesiva importancia de que hoy se las rodea.Se trata de consecuencias inevitables de un orden histórico y sicológicode suyo evidente. <strong>El</strong>lo explica el papel que desempeñaron las universidadesen la vida coloniaL.No hubo Virrey que, al tomar posesión de su cargo, no recibieSe elespaldarazo de la Universidad, en ceremonia qUe tenía la rara peculiaridadde contener dos aspectos diversos, uno de ellos serio y circunspecto:el otro hasta jocoso. <strong>El</strong> Virrey y el Arzobispo concurrían al par delRector. Las otras autoridades no tenían acceso al Santa Sanctorum universitario:ni el Alcalde, ni el MariscaL. La suprema autoridad de la coloniaera tricéfala: Virrey, Arzobispo y Rector, como si dijéramos: Poder,Dogma y Sabiduría. La Universídad era tan respetable que su recintodaba asilo a los fugitivos como si se tratara de una nación extranjera,o como los templos.La libertad de conciencia se respetaba tanto o más que hoy, La pluralidadde cátedras de Filosofía, con distinto sistema, en una época enque la Filosofía era la ancilae theologica, o sea la sirviente de la Teología,equivalía a una Universidad moderna en la que se estudiasen todaslas religiones, en el respectivo Instituto de Religiones, y todas lasdoctrinas sociales, en el correspondiente departamento de Sociología.No se alcanza hoy tal liberalidad. La Universidad coloniai por más deun concepto resulta más amplia de criterio que la contemporánea. Bastaun episodio para comprobarlo: en 1791 llegó a Lima el nuevo Virrey,don Agustín de Jaúregui. Acababa de ser vencido el rebelde Túpac Amaru,a quien torturarian tremendamente las autoridades españolas, igualque a su mujer y su hermano y hasta al hijo m.nor. Soplaban vientosde Fronda. Peor que eso: de Revolución. Pues bien: en el acto solemneen San Marcos, el doctor José dI' Baquíjano y Carrilo, catedrático ydueño de numerosas haciendas, al pronunciar el discurso de recepciónexaltó la condicíón de los criollos, lamentó la desigualdad en que vivíany puso en alto sus derechos al nivel de los de los españoles. Duranteveinte años nadie le hizo cargo por ello. Sólo bajo diversas circunstancias,un cuarto de siglo después, Carrilo sufrió persecuciones por causa dela Libertad.Además, comenzó entonces a forjarse un cierto sentido de unidad.Ya en el siglo XVI vemos que Sor Juana Inés de la Cruz, desde México,cambia epístolas con el Conde de la Granja, que suponemos fuera elde Caracas, no el que, en Lima, un siglo después, cantó a Santa Rosa.Hay indicios de que existia cierto conocimiento entre personalidades univei'sitariascomo la de Pedro Peralta y Barnuevo, de Lima, y Carlos deSigÜenza y Góngora, de México. Desde el siglo XVII circulaban, impresosen talleres sudamericanos, libros como el del médico italiano Bottoni,sobre la circulación de la sangre, en términos que pudieron valerle lamisma suerte de Miguel Servet. En las bibliotecas de los catedráticos sepermitían libros prohibidos por la Santa Inquisición. Más aún: estos librosprohibidos solían ingresar a territorio americano, en los barcos controladospor los ofíciales políticos y eclesiásticos: tal el caso del Amadisde Gaula, y otros muchos, según se desprende de las investigaciones deIrving' A. Leonard y José Torres Revello, entre otros,LOTERIA 77

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