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Clínica

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En segundo lugar, Miller ubica al temor que presenta el paciente de que piensen de él lo<br />

que se dice de su hermana (de manera que si él piensa que su hermana es una “puta”, los<br />

demás también pueden pensar que él es una “puta”), como “una suerte de transitivismo imaginario”.<br />

En la misma serie, plantea la caída del deseo en relación a su novia, que ocurre en<br />

momentos en que él la encuentra poco femenina. Miller señala que ella está masculinizada<br />

así como él está feminizado, por lo que afirma: “Pareciera ser que frente a los dos polos de la<br />

sexuación, el sujeto encuentra para sí una suerte de transitivismo que indica una prevalencia<br />

de lo imaginario”. En el mismo sentido, al estar frente a una mujer, se siente absorbido por su<br />

imagen y se identifica con ella al precio de perder su virilidad. Esto es formulado por Dessal en<br />

la presentación del caso como “sin mediación simbólica”. El transitivismo imaginario es de este<br />

modo el argumento más fuerte para tender cada vez más a ubicar a este sujeto del lado de la<br />

psicosis. De hecho, Miller titula este caso como “Muy superficial”, modo de nombrar el rasgo<br />

propio de este sujeto: esfuerzo por mostrar a los demás cierta imagen respecto a su virilidad,<br />

de la que no está convencido.<br />

Ahora bien, ¿de qué tipo de retorno se trataría? Lacan en el Seminario 3, ubica al significante<br />

en lo real como aquel retorno específico de las psicosis. Tal retorno en lo real es solidario con el<br />

mecanismo de la forclusión, en tanto “…existe la posibilidad de una Verwerfung primitiva, a saber,<br />

que algo no simbolizado, se manifestará en lo real”. Esto distingue claramente a la psicosis<br />

de la neurosis, pues Lacan afirma aquí que “a nivel de esa Bejahung, pura, primitiva, que puede<br />

o no llevarse a cabo, se establece una primera dicotomía: aquello que haya estado sometido a<br />

la Bejahung, a la simbolización primitiva, sufrirá diversos destinos; lo afectado por la Verwerfung<br />

primitiva, sufrirá otro”. De esta manera, la introducción del registro de lo real, como aquello que<br />

nombra un campo distinto a lo simbólico, resulta aquí fundamental en tanto “Solo con esto es<br />

posible esclarecer el fenómeno psicótico y su evolución”. Lo real aparece aquí como condición<br />

necesaria para poder hablar de psicosis. ¿Qué fundamenta entonces tomar al transitivismo imaginario<br />

como un signo de psicosis? En este punto adquiere especial importancia el cambio de<br />

perspectiva, el que introduce novedades en la atención que debemos prestar a otro tipo de fenómenos<br />

más allá de los clásicos trastornos de lenguaje de la clínica estructural.<br />

Resulta pertinente en este punto considerar la relevancia otorgada a lo imaginario en la clínica<br />

borromea, lo cual nos conduce a precisar el lugar de retorno en la psicosis. Clásicamente, se ha<br />

conceptualizado que los efectos de la forclusión del Nombre del Padre retornan en lo real. Ahora<br />

bien, cuando se retoman los desarrollos de Lacan de los 70, se trata de forclusión fálica y se<br />

diagnostica psicosis a partir de fenómenos imaginarios. Ya no se trataría entonces de considerar<br />

a los fenómenos en términos de “retornos”, sino a partir del tipo de anudamiento y desanudamiento,<br />

bajo el sustento de la equivalencia de los tres registros.<br />

En el Seminario 23 Lacan sienta las coordenadas para pensar el estatuto de lo imaginario a<br />

partir de Joyce. Sitúa la “relación psicológica” de Joyce con su cuerpo a partir de la relación que<br />

este establece con su propio cuerpo como algo ajeno, como “el desprendimiento de algo como<br />

una cáscara”. Expresa de este modo la inconsistencia de lo imaginario, cuando lo imaginario<br />

adquiere autonomía respecto a lo simbólico y lo real, y queda librado a su propio funcionamiento.<br />

Como mencionamos, desde la perspectiva de la clínica borromea, no habría preeminencia de<br />

un registro sobre otro, y uno de ellos podría soltarse si el anudamiento no es borromeo. En lo<br />

concerniente a lo imaginario, Lacan precisa la distinción entre “tener” un cuerpo y “serlo”. Los<br />

fenómenos relativos a la relación de Joyce con su cuerpo le permiten a Lacan situar las marcas<br />

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