Clínica
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y pone en movimiento toda su lógica para demostrar su legitimidad. Así lo demuestra el párrafo<br />
citado, en donde se advierte claramente cómo para Pablo es “natural” buscar justificaciones para<br />
su constante cuestionamiento. Además, en su actividad interrogativa “se borra casi enteramente<br />
el elemento personal”: no hay ninguna curiosidad, ningún deseo de conocer algo; las preguntas<br />
atañen al orden objetivo de las cosas, no tienen relación alguna con la vida del enfermo; si interviene<br />
la duda, ésta dista de dominar la situación. Por último, esta actitud no se limita a un grupo<br />
de percepciones o de ideas, como sucede en la neurosis obsesiva, sino que se manifiesta a propósito<br />
de cualquier acontecimiento. Teniendo en cuenta estos aspectos, se observa la diferencia<br />
con la “compulsión a comprender” del Hombre de las Ratas: las continuas preguntas acerca de<br />
lo que el otro acababa de decir, no sólo lo sometían a un estado de duda permanente y predominante,<br />
sino que estaban en estrecha relación con un episodio de la relación con su amada, cuyas<br />
palabras había malentendido. Aunque generalizado y desplazado a otras situaciones, el nexo<br />
con su historia personal, dominado por el amor-odio hacia el objeto resulta evidente a la escucha<br />
de Freud. Distinto es el caso de las preguntas del esquizofrénico, hechas de manera indiferente<br />
a tontas y a locas, interminablemente, respecto de los objetos de su entorno o de las ideas que<br />
surgen en su espíritu. Ninguna dialéctica significante puede establecerse entre ellas y su novela<br />
personal; ningún “complejo afectivo” reprimido, según los términos del propio autor, interviene en<br />
su patogenia. Es que las actitudes esquizofrénicas, aun cuando confieren al sujeto cierto aspecto<br />
humano que permite establecer un nexo entre su psiquismo y el nuestro, participan del proceso<br />
esquizofrénico mismo. Si se presentan como una carcasa vacía, fija, estéril y a-personal, es porque<br />
llevan la marca del síntoma generador. Sus rasgos formales distintivos se ven entonces determinados<br />
por lo que está en su origen, perspectiva que resulta interesante en tanto se acerca<br />
a una lectura fenoménico-estructural. De allí se desprenden también las particularidades de su<br />
función compensadora, ya que, a diferencia del síntoma neurótico, que provee una satisfacción<br />
libidinal sustitutiva capturada en una dialéctica significante, las actitudes pseudo-obsesivas del<br />
esquizofrénico solo intentan contrarrestar el derrumbe de una personalidad desvitalizada, en la<br />
que el desarreglo o el déficit libidinal fundamental –así podría leerse la pérdida del contacto vital<br />
con la realidad– constituye el fondo, a la vez que da la forma al conjunto del cuadro clínico.<br />
El concepto de compensación supone, para Minkowski, equilibrar la pérdida que implica el<br />
trastorno generador, con una ganancia. Pero con una salvedad: la pérdida no está simplemente<br />
contrabalanceada por la ganancia, sino que ésta encaja en la forma mórbida determinada por<br />
aquella, sin suprimirla. Sin embargo, eso no impide que cierto provecho se obtenga: la actitud<br />
esquizofréncia ofrece algunos puntos de inserción que hacen que el conjunto de la vida psíquica<br />
se torne más expresivo, permitiendo establecer un contacto, superficial y sui generis, pero<br />
contacto al fin. Al proveer al sujeto alguna apariencia “humana”, las actitudes esquizofrénicas le<br />
confieren un matiz de plasticidad, que es inexistente en los casos en que ninguna actitud atenúa<br />
el proceso esquizofrénico.<br />
No resulta difícil establecer algunos aspectos en común entre la compensación según la concibe<br />
la Fenomenología y la que desarrolla Lacan en su Seminario III: para ambos, se trata de una<br />
tentativa de recomposición que brinda un sostén a la existencia. En ambos también, consiste en<br />
una reacción a un déficit, a una falta. La originalidad del enfoque lacaniano reside, como veremos<br />
luego, en aprehender tanto la pérdida como la ganancia en el cruce de los registros simbólico e<br />
imaginario. Recordemos al respecto que la libido freudiana es considerada en este primer mo-<br />
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