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Clínica

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impura. El contenido de la idea de haber matado a alguien, idea de la cual tiene miedo, es tratado<br />

con un procedimiento en el cual también se asume culpable y capaz de cometer un crimen:<br />

la vigilancia permanente. Entonces, en relación con su posición frente a su propia peligrosidad,<br />

no hay revuelta; la duda recae sobre el acaecimiento de su acción, pero no sobre la experiencia<br />

de su peligrosidad e impureza. El recurso a la mirada permanente del Otro en lo real parece ser<br />

un recurso ante esta posición de asunción de peligrosidad, esta certeza en la experiencia, como<br />

Séglas describe que sucede en la melancolía.<br />

Por lo tanto, hay continuidad entre las presentaciones iniciales de la paciente y este sentimiento<br />

de impureza que llega al límite tal de no querer contactarse con el médico por temor a<br />

contagiarlo de ella, delirio de insignificancia al que alude Freud en “Duelo y melancolía” (Freud,<br />

1915) como producto del rebajamiento del sentimiento de sí. “La melancolía se caracteriza en<br />

lo anímico por una depresión profundamente dolorosa, una suspensión del interés por el mundo<br />

exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de toda actividad y una disminución del<br />

sentimiento de autoestima que se manifiesta en autoacusasiones y autoinjurias que en el extremo<br />

llegan a una expectativa delirante de castigo” (Freud, 1915: 242).<br />

Precisamente, en la melancolía la alteración del yo producto de la identificación al objeto<br />

perdido convierte los reproches hacia el objeto en autorreproches. Si contrastamos el cuadro de<br />

la melancolía con el de la paranoia, notamos que mientras en la primera el sujeto se aferra a la<br />

postulación de inocencia, el melancólico opone su postulación de culpabilidad, apropiándose de<br />

toda la culpa sobre el Otro (Soler, 1989: 87). Melancólico y paranoico, “absolutizan un extremo<br />

de lo que en la neurosis se dialectiza y se mixtura: reivindicación y culpabilidad. Pero el postulado<br />

de la culpabilidad, que se traduce en fenómenos de autorreproche –autodifamación, dice<br />

Lacan– no es toda la melancolía. Es su vertiente de delirio” (Soler, 1989: 87). Lo fundamental en<br />

la melancolía es la inhibición vital –anorexia, insomnio, abulia, indiferencia– y convicción intensa<br />

y dolorosa de pérdida, lo cual es definido ambiguamente como depresión. “De una pérdida<br />

esencial e irremediable, siempre susceptible de actualizarse en las múltiples pérdidas que la vida<br />

impone a cada cual” (Soler, 1989: 87).<br />

Una identificación que en el paranoico infla al yo del sujeto, en el melancólico constituye una<br />

herida permanentemente abierta que vacía al yo hasta el empobrecimiento total. Una experiencia<br />

de vacío, de desvitalización de su cuerpo que se corresponde con lo que Lacan nombra como<br />

el “desorden provocado en la juntura más íntima del sentimiento de vida” (Lacan, 1956: 540).<br />

Lacan lo llama “otro abismo”, y se pregunta si el mismo tendrá que ver con el llamado hecho<br />

en vano en lo simbólico a la metáfora paterna, o producido en segundo grado por la elisión del<br />

falo que el sujeto remitiría para resolverla a la hiancia mortífera del estadio del espejo (Lacan,<br />

1956: 552). Numerosas líneas de investigación se han abierto en torno a la fenomenología de<br />

este desorden, entre ellas las tratadas en el Conciliábulo de Angers (1996) y la Conversación de<br />

Arcachon (1997) que deben su fama al recoger este interrogante planteado por Lacan. Muchos<br />

fenómenos de la melancolía responderían a esta lógica. Cabe recordar que ya la perspectiva<br />

fenomenológica hablaba de la “pérdida de contacto vital”. Freud tuvo noticias de ese empobrecimiento<br />

libidinal en la paciente… “la pobre perdió su proceso vital en todas las instancias.<br />

Hice esfuerzos extraordinarios para modificar su sentencia” (Freud, Carta a Pfister, 1922). Soler<br />

tomando los desarrollos de Lacan en Televisión (Lacan, 1974) contrapone el “no querer saber<br />

nada” del inconsciente (que da motivo a la tristeza neurótica) al “rechazo del inconsciente” de la<br />

psicosis, el cual puede incluir efectos llamados “de humor”.<br />

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