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Clínica

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primitiva, su homosexualidad es menos agresiva y menos compulsiva, disminuyó el consumo<br />

de alcohol y drogas (que hacían casi imposible su análisis). Sus pasajes al acto no son tan<br />

peligrosos. Sus “operaciones”, si bien no han cesado, está claro que tienen para él un valor<br />

sintomático y las ha reducido en duración y frecuencia. Ha humanizado su relación con los<br />

otros, a veces expresa su afecto por su analista y le agradece su gratitud por no haberlo<br />

dejado destruir su análisis.<br />

Está claro que la herramienta para lograr cambios es la interpretación-construcción, al estilo<br />

de lo que usaría en una neurosis. Para la autora obsesiones y delirios están en serie y en ambos<br />

casos usa la misma técnica.<br />

Ubica el inicio de la patología de su paciente en etapas muy tempranas. Destaca el carácter<br />

defensivo de sus síntomas obsesivos, que evitarían un franco desencadenamiento de la psicosis,<br />

esto está en línea con Melanie Klein y también con los aportes posteriores de E. Glover y de<br />

M. Bouvet. A diferencia de estos autores, sin embargo, nunca menciona fijaciones sádico-anales<br />

ni estabilizaciones caracterológicas para intentar explicar el sentido sexual de los síntomas obsesivos.<br />

Cita a Gustav Bychowsky quien en un artículo de 1966, “Fachada Obsesivo-compulsiva en la<br />

esquizofrenia” (9) describe casos comparables, al decir de H. Segal (10). Sin embargo, hace la<br />

salvedad que, a diferencia de Freud, no busca elucidar su estructura dinámica.<br />

Llega a la conclusión, que la catástrofe que ella reconstruye en la temprana infancia de este<br />

paciente, ha sido tal, que le hizo necesario reaccionar mediante la formación de un sistema<br />

delirante. Esto, dice la autora, verificaría hasta cierto punto, la teoría freudiana del delirio como<br />

tentativa de curación. Ubica en los escritos de Freud de 1911 y de 1924 la descripción del delirio<br />

en tanto que “restitución y sistema de defensa en una situación donde se ha producido una<br />

catástrofe”, pero, en lo que parece un error de concepto introduce su crítica: “la descripción que<br />

Freud da de la naturaleza de esta catástrofe, da cuenta, sobre todo de la psicología especulativa,<br />

ya que ella está fundada sobre la hipótesis de un desinvestimiento del mundo exterior”.<br />

Parece desconocer la permanente articulación teórico-clínica con la que Freud analiza el caso<br />

Schreber, distinguiendo los diferentes momentos del relato como una secuencia de un ordenamiento<br />

temporal que plantea la diferencia del desencadenamiento de la psicosis hasta llegar a<br />

la solución delirante.<br />

Por lo contrario, la autora parece diferenciar el análisis de su caso de lo sostenido por Freud<br />

de dos maneras:<br />

1) por el hecho de poder precisar exactamente la catástrofe de carácter fáctico que sumergió<br />

al yo de su paciente acosado por pulsiones destructivas y autodestructivas hasta<br />

casi su aniquilación.<br />

2) por el rol defensivo (pero también restitutivo) de las “operaciones”, tendientes a recrear<br />

de manera omnipotente un mundo fantasmático que excluyera cualquier tipo de dependencia<br />

objetal.<br />

Este sistema puede interpretarse para ella como un ataque contra la realidad, en el terreno de<br />

una restitución narcisística, lo que cuida de diferenciar del concepto de reparación perteneciente<br />

a la posición depresiva kleiniana, que lo colocaría en el campo de las neurosis. Es una posición<br />

que se caracteriza por la emergencia de culpa, sentimiento que ya se había señalado que el<br />

paciente desconoce.<br />

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